Por Mauricio Mejía.
El primer informe oficial del presidente Bukele a la Asamblea Legislativa evidencia una vez más, que la rendición de cuentas no está en la práctica política de la actual administración, en tanto su discurso, no informe, fue una arenga política, que abundó en consignas, ataques a la oposición y frases de propaganda que complacieron a un auditorio feliz de escuchar lo que querían oír, respondiendo con ovaciones y aplausos.
La solemne plenaria transmitida por una cadena nacional, comenzó con la llegada tardía de la caravana presidencial compuesta por una excesiva y despilfarradora flota de camionetas de lujo, que contrasta con los sanos propósitos del candidato Bukele que prometió austeridad y racionalidad en el manejo de los recursos del Estado y que también contrasta con el clima de seguridad que supuestamente ha logrado el control territorial.
De la realidad nacional del país, relacionada con el endeudamiento, la economía, los derechos humanos, la corrupción, la transparencia, el empleo, el déficit habitacional, el derecho al agua, los desaparecidos y la migración, entre otros problemas, el presidente no dijo nada; no obstante, resaltó que a pesar de que el país aún es violento, ha dejado de estar entre los países más violentos del mundo, lo cual atribuye al plan territorial, aspecto que es puesto en duda por sectores estudiosos de nuestra realidad, que le atribuyen la baja de los homicidios a un pacto con las pandillas y al incremento de los desaparecidos.
En su arenga, no informe, el presidente hizo gala de sus triunfos electorales, los cuales nadie le discute; dijo que detrás de él no hay grupos de poder oligárquicos, que antes le ordenaban al presidente de turno; oligarcas que aún tienen mucho poder y quieren recuperar sus privilegios, dando a entender que les ha quitado dichos privilegios, lo cual ponemos en duda en tanto es del conocimiento público sus reuniones en casa presidencial con representantes de esta oligarquía con quienes hay pactos y negociaciones y más público es que como resultado de estos pactos hay en marcha una cobertura pro gobierno de la principal televisora nacional TCS, vinculada históricamente al poder oligárquico.
En nuestro horizonte podemos compartir ideas sustentadas antes y siempre por la izquierda y ahora repetidas por el presidente entre ellas: el pueblo defiende al pueblo y sólo el pueblo cuida al pueblo, le faltó decir que el pueblo unido jamás será vencido. Estamos totalmente de acuerdo, que no deseamos un sistema que por dos siglos nos ha hundido en la delincuencia, en la corrupción, en la desigualdad y en la pobreza, que ha hecho más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, y que el país no puede verse como una finca en la que la gente son peones utilizados para enriquecer a los oligarcas; de acuerdo en que no se puede llamar democracia a un régimen que privatizó empresas rentables del Estado a favor de transnacionales y sectores oligarcas nacionales y que ahora pensiones justas son necesarias así como techos dignos. ¿Quién puede estar en contra de estas aspiraciones del pueblo?
Visualizamos que por ahora el sistema político no ha cambiado, lo que tenemos es un presidente con un amplio respaldo popular que considera que el sistema de pesos y contrapesos del republicanismo no favorece su forma de ejercer el poder y por ello al tener el control del órgano Legislativo, ha utilizado ese poder para controlar el órgano Judicial y la Fiscalía General para concentrar el poder en su persona, escenario que ya han tenido otros presidentes sin ningún beneficio popular por lo que fue previsto como inconveniente en el inciso final del artículo 87 de la Constitución, lo cual ahora está puesto a prueba.
No vamos a juzgar el actual escenario por lo establecido en dicho artículo, lo cual es un deber ser que no ha sido respetado en el pasado y ahora es violentado por la no observancia del Estado Constitucional de Derecho de un nuevo orden establecido en la aritmética legislativa, que si se orienta al establecimiento de un nuevo orden social, político, económico y constitucional que resuelva los problemas antes enunciados del pueblo, sin disparar un tiro ni derramar sangre, quizá tengamos un El Salvador que valga la pena; pero con un informe sin informes eso aún está por verse.