La Luciérnaga

Por: Francisco Parada Walsh*

Todas las noches me asomo al balcón de la vida a disfrutar de la luna, las estrellas que celosas me ven espiarlas; en esas noches lluviosas son los rayos, truenos y relámpagos que mandan los Dioses del Olimpo no como muestra de ira sino como un regalo para que disfrutemos cada segundo  de nuestras vidas.

Mientras estaba asombrado de una luna tan bella y de ver las lucecitas de las casitas linditas de Honduras  tuve frente a mí a una luciérnaga, se posó en mi hombro izquierdo cerquita del corazón, tal visita me sorprendió y quedé en silencio cuando me dijo: Francisco ¿Por qué siempre tu casa está apagada, nunca veo luz ni nada que brille? La pregunta me incomodó pues era mentira lo que la amiga luciérnaga decía, mientras volvía la mirada hacia mi amiga pude ver cómo  mi casa estaba tan iluminada, nunca había tenido tanto brillo, tanto fulgor, tanta paz; fue entonces que decidí responder su pregunta y le dije que por las noches mi casa siempre está encendida, que a pesar de que no me gusta la luz blanca y ni una luz muy fuerte, siempre hay un foco o más encendido; la luciérnaga se apagó por un momento y en un santiamén estaba todo iluminado, ella movía sus antenitas y parecía que cerraba sus ojitos, más parecía que mi amiga estaba pensando qué decirme, no pasó ni un minuto cuando me dijo: Ustedes los humanos como que prefieren vivir en la oscuridad, siempre hemos hablado de eso con mi familia, no hay fin de semana que mientras almorzamos no toquemos ese tema, ustedes creen que tener luz es solo encender un foco y no es así amigo Francisco, se trata de encender el alma, el corazón y hasta entonces ustedes serán una especie de luz y no de tinieblas como lo son ahora; nunca había pensado en ello y aparte de sorprenderme la observación de la amiga luciérnaga recapacité sobre lo recién dicho y le dije que quizá tenía razón pues el ego nos juega malas pasadas y nos vuelve personas arrogantes y soberbias y que con nuestra actitud lastimamos a otros pero que en mi caso personal me considero una persona de buen corazón; la amiga luciérnaga no pudo aguantar la risa, revoloteaba las alas y parecía un bombillo que se había vuelto loco, su luz tilitaba de una forma tan bella que decidí disfrutar tan maravilloso espectáculo, después que mi amiga luciérnaga dejara de reírse y mientras se limpiaba algunas lágrimas que le provocaron las sendas carcajadas me dice que los humanos se creen muy especiales y que por hacer algo como es el servir ya nos creemos que somos diferentes; bueno le dije, yo creía que con lo que hago por mi hermano paciente alguna luz debería salir de mi; no Francisco, estás bien equivocado, primero debes saber que los preferidos de Dios son los niños, los pobres, los ancianos y los enfermos y que a todos se les debe ayudar, ustedes tienen los Diez Mandamientos y realmente creo que Dios se equivocó con  poner tantas leyes que ustedes ni por cerca cumplen, con una que cumplieran sería suficiente; fue entonces que le pregunté que cuál mandamiento era el más importante para ella; mi amiga luciérnaga  parecía desconcertada, sobre una patita delantera descansaba su barbilla y mientras su rostro se iluminaba me dijo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” con eso es suficiente pero no, ustedes son más hipócritas de lo que pensé, pasan dándose golpes de pecho, van a retiros que ustedes llaman espirituales, dan un diezmo que no corresponde y qué bueno hablar de eso pues ese diezmo le sirve más al pobre que a las iglesias, son tan torpes que van hasta Israel a conocer esa historia retorcida que les han enseñado, pero te pregunto: ¿Por qué no vas a visitar tantos hogares pobres que bien merecida tienen alguna ayuda? Pero no, a ustedes les gusta adorar no dioses sino ídolos, mira como tu país anda a la deriva, solo puedo ver oscuridad, terror y odio entre hermanos.

¿Cómo pueden decir que ustedes son el reino más poderoso del mundo si viven como en las catacumbas, siempre bolos, siempre debiendo, todos jodidos?  ¡Ay, mejor ya no sigo!  Mira Francisco ¿Qué consumes alguna droga? La pregunta más que molestarme me pareció curiosa y le dije que a qué venía tal cuestionamiento, la amiga luciérnaga me dijo; ¡Mírate la cara de pendejo que tienes! Su respuesta me pareció algo cómica y le dije amiga luciérnaga: ¡Aparte de luminosa eres graciosa!  Ella ni siquiera reparó en mi respuesta; debo volar me dijo y si te debo decir que ustedes viven vidas muy apagadas, mírate tú, dices que tienes luz pero no Francisco, no se trata de un foco sino una luz que salga del fondo de tu ser, que ilumine la vida de otros; cada vez estaba más confundido y lo único que le pude decir es que tiene toda la razón del mundo, que intentaría cambiar y amar a mi prójimo; fue entonces que me dijo: Ya estás mintiendo, siempre lo mismo, mentir, mentir, mentir; mejor me voy a otro hogar, tu no mereces mi luz; todo quedó a oscuras, todo; quise encender un foco, no encendía, fue entonces que me toqué el corazón, y mi casa y yo nos volvimos luminosos…

*Médico salvadoreño

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