“Los Pueblos que niegan su historia, están condenados a repetirla”. Marco Tulio Cicerón.
Por: Luis Arnoldo Colato Hernández*
Cuando revisamos nuestra historia, un elemento atrae nuestra atención: la nuestra es una sociedad muy conflictiva, que en períodos de entre 25 y 40 años deriva en enfrentamientos de baja intensidad asociados a la exclusión y la marginalidad; tal es el caso presente que se corresponde con lo afirmado arriba, considerando como año cero la firma de los acuerdos de paz.
Acá, es capital el papel de las FFAA en esta narrativa.
Para el caso, el 9 de febrero del pasado año, de la mano del actual presidente violento el recinto legislativo amagando un golpe de estado, quebrando la norma constitucional e iniciando un nuevo ciclo de ultraje a la República y al soberano.
Debemos subrayar que toda la violencia social deriva de la misma causa, la exclusión y la marginalidad en favor de las élites, que utilizan siempre al estamento militar para vindicar su reclamo de poder, basado en el terror, la violación de la norma y el uso patrimonialista del estado para asegurarse los privilegios que les favorecen.
A ello se suma la perpetuación de condiciones que aseguran los fines descritos, negando académicamente el debido abordaje de nuestra historia, para sencillamente olvidarla, mientras se naturaliza la exclusión sistémica.
Así por ejemplo la generación presente no comprende que fueron los escuadrones de la muerte o el macabro papel que jugaron en el conflicto pasado, al secuestrar, torturar, violar, desaparecer y asesinar, ejecutando incluso al Santo Romero, cuyo asesinato sigue impune hasta ahora.
Pero que sucedería si en cambio el currículo educativo fuera asertivo en lo relativo al abordaje académico de nuestra historia, implementando por ejemplo, obligatorias visitas de campo a espacios como plaza de Izalco, donde yace la mayor fosa colectiva de nuestro país, llena de los asesinados por el ejército salvadoreño en aquel enero de 1932, explicando a los educandos los pormenores y secuencia de hechos que precedieron a la masacre misma, animando así el debate y reflexión objetivas de nuestra historia.
Derivar en aquellas visitas la correlación del fenómeno y sus implicaciones xenófobas imperantes en nuestra sociedad, promoviendo el debate de la relación causa efecto de la violencia que padecemos.
Yendo más allá y emulando a naciones como Alemania e Italia, homenajeando a las víctimas de los escuadrones de la muerte al colocar frente a los que fueran sus hogares de los que fueron arrebatados, una sencilla placa que refiera el hecho en las distintas comunidades a las que los educadores realicen visitas de campo con su grupo de educandos, provocando en ellos que se identifiquen con hechos para con los que ahora son insensibles, recuperando parte de nuestra historia e incidiendo para no repetirla nunca más.
El temor empero de quienes detentan el poder por su autoría intelectual de estos crímenes, como su deseo de conservar privilegios entregando nuestra soberanía mientras naturalizan la desigualdad social, les hará impedir cualquier reforma educativa integral, negando así nuestra memoria, y consecuentemente, nuestro futuro.
*Educador salvadoreño