Por: Francisco Parada Walsh*
Esta bendita tierra donde dejaré mi ombligo por siempre, será ultrajada una vez más, nunca imaginé que somos un pueblo sin alma, sin carácter, sin dignidad, incapaces de defender a estos veinte mil kilómetros de tanta confusión; ¡Hasta nunca El Salvador! Siempre estuve presto a cuidarte Patria Amada, a dejar todo por ti, aun mi futuro, mi vida si fuese necesario pero ya no volverás a ser El Salvador; te perdimos, te humillamos tus hijos espurios lo que no tiene perdón.
En el nombre de una esquiva e inexistente libertad mandamos a nuestros hijos a guerra tras guerra mientras unos pocos te saqueaban como se le roba a un bolo tirado en la calle, te dejaron las bolsas de tus pantalones de afuera y aun, ya empezó otra guerra, nuevamente el pobre es el actor principal, jamás será un actor secundario, no, mira Patria Amada cómo un policía pobre golpea a un periodista pobre como todos; mientras, allá arriba todo es pensar en cómo joderte, cómo despedazarte; te escribo por mera catarsis, poco puedo hacer, quizá nada y debo agradecerte que en tu seno me crié, fui feliz, fui; no ese presente que está lleno de dudas, de confusión, de intrigas y de maldad.
No te cuidamos Patria Amada, al contrario, te matamos a pausas, como un torturador disfruta cómo mata a su víctima de a poco; ¡Hasta nunca El Salvador! Hasta nunca; me duele el alma Patria Amada de ver cómo no pudimos defenderte, hoy es tarde, hordas de violentos saldrán a la calle a decir que te defienden cuando sabemos que no es así; la violencia nace en los corazones de los malos, nosotros, los que te veneramos jamás tuvimos el valor para gritar: ¡Dejen a mí El Salvador en paz! no fuimos capaces de cuidarte, tu bandera ya no es azul y blanco sino rojo sangre, rojo dolor, rojo muerte.
¡Hasta nunca El Salvador! Donde no aprendí más acerca de ti, siempre engañado, siempre atormentado, siempre viviendo cuesta arriba mientras tú, Patria Amada que en tu nombre dicen que buscan lo mejor para un pueblo perdido; somos más los buenos que los malos pero nacemos siendo esclavos de nosotros mismos y esa libertad que disfrutaba hasta hace dos años no existirá, muchos de tus hijos morirán de hambre, de locura, de pobreza pero eso no importa Patria Amada, eso no importa en El Salvador; mientras piense solo en mí, difícilmente entenderé la vida del otro, nunca he visto a una sociedad tan egoísta, envidiosa donde el “Yo” es lo que importa y nunca el “Nosotros”, no, Patria Amada ¿Cómo podemos ser tan malos? ¿Cómo hará ese 70 % de salvadoreños que no disponenemos de una cuenta en un banco? ¿Cómo? ¿Cómo hará ese pobre hombre que no puede leer para entender que está vivo pero a la vez está muerto? No lo puedo ni imaginar pero como siempre, prima el interés de un grupo que el de la mayoría, mayoría dormida, sin huevos, sin arrojo, sin valor.
Debo recordarte El Salvador que ese triángulo equilátero que representa los tres poderes del estado (Legislativo, ejecutivo y Judicial) ya no es triángulo, es un ring donde nos agarramos del pelo, donde nos matamos, donde desaparecemos. La cordillera de los cinco volcanes no interesa, no, solo interesa reventar a un país que no es país y a una sociedad que no es sociedad; solo somos ese rimbombante nombre, quizá deba preguntarte ¿No sientes Patria Amada alguna incomodidad que te llamen El Salvador pues ni tú mismo puedes salvarte, ni tú mismo, menos nosotros? El Arcoíris rojizo del amanecer, que dicen que es la paz, no volverá a ser rojo, sino un blanco pálido incapaz de dar paz, sino muerte, hambre, destrucción.
Como hijo tuyo, no entiendo cómo te descuidamos y en vez de un arcoíris debe estar un guanaco representando a la inanidad, a la nada, al sometimiento por voluntad propia; el gorro Frigio que proclama libertad y los ideales de esta patria no sirve de nada; tiramos la llave de esa libertad para perderla, todo lo que costó verte crecer Patria Amada, se pierde de un solo tajo, ¡Hasta nunca El Salvador! Tan altivo nombre el tuyo mi amada patria porque tu apellido “De Qué” ¡No sirve de nada! no salva a nadie, a nadie.
Esos departamentos con nombre únicos no merecen tan dignos nombres: La Paz, La Unión y La Libertad y debo recordarte Patria Amada ni hay Libertad, Unión y mucho menos Paz ¡Así de simple! Quizá deberían llamarse diferentes: La Opresión, La Desunión y La Guerra, así deben llamarse. Esos departamentos con nombres de santos solo en el imaginario de un loco como yo existen: Nuestra Señora de Santa Ana, San Miguel Arcángel, San Vicente Ferrer y El Divino Salvador del Mundo ¿Cómo podemos siquiera pensar que salvamos al mundo cuando ni siquiera salvamos a nuestro prójimo, a nuestros pobres, a nuestros niños y a nuestros enfermos? Solo en esta tierra roja suceden tales desvaríos, mientras, “los mismos de siempre” se sientan en una elegante mesa de veinte mil kilómetros cuadrados, la mesa está servida, el platillo de entrada será una bandera azul, el plato fuerte será todo un país a quien le zampan los trinches y el postre será un Escudo que fue de un color diferente, ahora, ni color tiene.
¡Hasta nunca El Salvador! Me parte el alma verte así, me duele mi corazón ver el desastre que viviremos pero como indolentes a nadie parece importar, ¡A nadie! a mí sí me importas y te amo con todo mi corazón y sufro al verte rota como cualquier chirajo que escurre sangre pipil, sangre del maíz, sangre del hermano. La fiesta de los cachos apenas empieza, te escribo Patria Amada en nombre del hombre al que se lo llevará putas, no te escribo en singular, no, soy parte de esos hombres que sufriremos y lloraremos haber volteado la mirada mientras te zampaban un cuchillo en tu barriga y te desollaban frente a un pueblo que enardecido disfrutaba tu muerte; hoy, serás tú, quien verás a siete millones de salvadoreños caer muertos aún vivos, vivir la pobreza más grande que se pueda imaginar.
Así como naciste en Septiembre, ese mes también será tu fecha de muerte; en tu epitafio escribiré: “Aquí yace un país llamado El Salvador que fue incapaz de salvarse a sí mismo, menos, salvar a su gente”. Descansa en paz, ¡PATRIA AMADA!
Médico salvadoreño