Por: Francisco Parada Walsh*
Me cuesta entender el calvario y la desgracia que El Pinochini de América vivirá y sufrirá; sé perfectamente que somos malos pero no merecemos tal castigo; no, ya con la pandemia, el cierre de empresas, la pobreza que en este momento vivimos es suficiente castigo para un pueblo desobediente de su voz interior. No puedo ni imaginarme la tragedia que espera a nuestra gente, no, hay demasiada maldad para entender lo que pasará; no ha sido suficiente la crisis económica que generó la pandemia donde cerraron desde pequeños negocios hasta sucursales bancarias aumentando el número de desempleados, como nunca.
Otro ladrillo más en la pared. Luego se decide cerrar arbitrariamente eventos deportivos y otros, pero vaya a una discoteca, a un bar y que siga la fiesta de los cachos; tristemente cada persona que tiene un negocio, su situación es más adversa cada día pero al ejecutivo poco le importa; me causa profunda tristeza ver a un país caer a pedazos, poco a poco cada departamento se separa del otro, cada ciudadano es enemigo del otro, es el pobre quien reprimirá al pobre, nuevamente el ejercicio de las confrontaciones está a días de suceder sin embargo parece que no se entiende, que todo es “fácil”, que la vida es color rosa.
Decir que cincuenta personas naturales se beneficiarán con la estafa del siglo es decir mucho, será apenas un grupúsculo cercano al presidente que se llevarán el botín, bueno, ya lo tienen, solo falta reconvertirlo en dinero contante y sonante que no se pueda rastrear; fue el Banco Central de Reserva quien dio al ejecutivo quince millones de dólares en efectivo cada día por siete meses ¿Dónde está ese dinero que supera los tres mil millones de dólares?: En algún lugar tiene que estar menos en su mesa o refrigeradora.
No entiendo cómo siete millones callamos ante la hambruna que nos espera, pareciera que fuera una película de ciencia ficción donde todo volverá a la normalidad, cuando lo que se viene es una tragedia muy particular pues solo sucederá en esta sufrida tierra ¡En ningún lugar del mundo! La perversidad no tiene límites, ver a millones de hermanos perdidos, de la seca a la meca, sin rumbo y nuevamente el anzuelo serán esos treinta dólares que la sencilla gente sacará como loca, tal como sucedió con los tres cientos dólares que han salido tan caros a un país pobre como él solo, simplemente por creer que ese “regalo” no tendría costo alguno cuando hoy, podemos ver cómo el costo de la vida ha aumentado y seguimos en la fiesta de los cachos. Otro ladrillo más en la pared.
Aun, la decepción del fanático gana terreno, la desilusión es enorme sin embargo creen en milagros cuando la realidad es tan obvia, tan cruda. Me cuesta entender cómo se llegó a esta calamidad, se pensaba que sería una política fresca, sincera, de vanguardia pero topamos con otro ladrillo más en la pared; las mismas mañas de siempre solo que con un cacho de más, los esquemas familiares predominan como nunca; algunos están escondidos pues en dos años le metieron los trinches a un país pobre, pobrecito desde el punto de vista económico y, moralmente ¡Damos lástima! A nivel mundial somos el hazme reír sin embargo aquí se llevan la cosecha sin haber sembrado; pareciera más un cuento de terror y no ese mundo que se nos quiere vender, un mundo de fantasía cual si este país fuera una sucursal de Disneyland, quizá sí, si se compara con “El Hotel del Terror”.
Me queda el alma en paz, mi alma descansa, se hizo la lucha por señalar el despeñadero que llevábamos; hoy es tarde, demasiado tarde y aunque las actuales autoridades renunciaran, el caos que dejarían es indescriptible, llevaría años volver a estar antes de ese fatídico uno de junio de 2019. Las naves se quemaron, no hay vuelta atrás y debemos prepararnos para una crisis humanitaria nunca sufrida.
Siempre este sencillo país es saqueado por propios y extraños, nuevamente caemos rendidos ante la mentira, un pueblo que no revisa su historia, tiene todos los derechos exclusivos para repetir los errores y horrores de un pasado doloroso como el veneno de una serpiente, quemantes como el chichicaste, nauseabundo como la goma del bolo; siempre opacados, siempre contra el reloj, siempre viviendo de fiado, siempre con dolamas. Más parece que el karma se ensaña con esta tierra ¿Seremos tan malos para merecer tal tragedia?: Aparte de malos, somos pendejos ¡Infinitamente pendejos!
*Médico salvadoreño