Crimen impune

Por: Guillermo Alvarado

Se cumplen hoy 76 años de la mañana aquella en que sobre el puerto japonés de Nagasaki Estados Unidos lanzó una bomba de plutonio, llamada “Hombre gordo”, “fat man”, en inglés, que en cuestión de segundos evaporó a 40 mil personas y devastó buena parte de la ciudad.

En realidad no era ese el blanco escogido originalmente, sino la urbe de Kokura, un centro industrial muy importante que para las mentes enfermizas que ordenaron el ataque tenía un ingrediente adicional, que es totalmente plano por lo que la destrucción y mortandad serían mucho mayores.

Las malas condiciones del clima impidieron descargar allí la diabólica bomba, por lo que se hizo en Nagasaki, ubicada en una zona montañosa que de alguna manera aminoró el daño, que de todas formas fue impactante.

“Hombre gordo” contenía seis kilogramos de plutonio que al detonar liberaron una energía equivalente a 21 mil toneladas de TNT, superior a las 15 mil toneladas de la que había sido lanzada tres días antes contra Hiroshima.

En esta última ciudad murieron al instante 80 mil personas el 6 de agosto y para finales de 1945 el número de víctimas sumaba 166 mil.

Se estima que entre las dos ciudades, la cifra de fallecidos para diciembre de ese año era de 256 mil, más de un cuarto de millón de vidas perdidas.

Se alega que ese holocausto fue necesario para poner fin a la II Guerra Mundial, pero la verdad es que para entonces ya Alemania e Italia estaban derrotadas y el ejército imperial japonés se batía en retirada. La conflagración estaba viviendo sus últimos días.

La carnicería ordenada por el presidente Harry S. Truman tenía otros objetivos y el primero era mostrar su superioridad militar, sobre todo luego de que la guerra en Europa la ganó el Ejército Rojo de la entonces Unión Soviética.

Ese genocidio, que califica como terrorismo en su estado más puro, fue un chantaje contra el mundo que permanece hasta hoy porque si bien no se volvió a usar el arma atómica, todos somos rehenes del miedo y la inseguridad.

Lo peor es que cuando se juzgaron los crímenes cometidos durante el enfrentamiento, ninguno de los responsables del ataque contra Hiroshima y Nagasaki estaba en el banquillo de los acusados.

Se trata de actos que no prescriben y no es válido el argumento de que sus actores ya fallecieron, pues cuando Truman firmó la orden, lo hizo como Presidente de su país y actuó en nombre de un gobierno.

Estamos hablando entonces de un crimen de Estado, no de un hecho individual, es decir que no es atribuible a un sujeto en particular. La guerra es una situación caótica, pero tiene reglas que no se pueden cruzar sin sufrir las consecuencias, por lo que el mundo todavía espera justicia.

Fuente: Radio Habana Cuba.

 

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