¿Qué es la luz eterna? Y ¿A quién tiene que brillar dicha luz? No sé la respuesta, ni quiero que brille esa luz eterna para mi ¡No la quiero! Me basta la luz de una vela del Mercado San Miguelito para que ilumine el primer paso que daré hacia el más allá, o hacia el más acá.
Por: Francisco Parada Walsh*
Cómo puedo pensar que debo esperar una luz brillante y majestuosa cuando soy un miserable humano, un mal hijo de Dios o el mejor hijo del diablo; esperar que sobre mi tieso rostro, pintado con rímel, y otras cosas que aún no sé, y una vez muerto y rígido debo guardar una sonrisa para los hipócritas que llegarán a verme.
Deseo que brille la luz eterna sobre mi paliducho rostro cuando alimente a una familia, cuando tenga la decencia de entender esa pobreza de la que nunca sale el salvadoreño. De ver en el niño, en el enfermo y en el anciano el rostro de ese Dios tan esquivo para mí; harto estoy de mandar cartas a “Los mismos de Siempre” para paliar determinada situación y con el dolor de mi alma entendí que si deseo hacer o dar algo a otro, no depende de terceros sino únicamente de mí; en esas ocasiones nunca, nunca recibí una respuesta para saciar el hambre del más pobre porque si de pobres vamos a hablar ¡Algo o mucho sé!
Sin embargo pido a Dios o al diablo que brille la luz eterna o pasajera sobre mi fingido rostro mientras sirvo a otros, no quiero una luz perpetua ni eterna si en vida no fui solidario, hermano, honesto ¡No la quiero! Prefiero en vez de una luz eterna llevar infinitas botellas de vinos, chicharrones, butifarras, tangos, cervezas y libros por eso de que las cosas no sean como creo que son.
Entiendo que recibiré la luz eterna cuando una diabla me trinque, pero mientras ¿Qué será del niño hambriento? ¿Por qué no recibe él la luz eterna? ¿Qué es de ese hombre desempleado? ¿Por qué no recibe él la luz eterna?; pero que a mí me vengan con que “Brille para Francisco la Luz Eterna” es una locura; necesité esa luz eterna cuando no tenía qué comer, cuando subí a Las Pilas con unas centena de dólares; no, no es tan fácil que muera e inmediatamente abra los ojos y vea a un Jesús amoroso, esperando por ese Francisco blasfemo y que llame a San Francisco de Asís a que me azote con el cíngulo; me confunde ver a los borregos que si les dicen que hoy es el “Día de San Francisco” y mañana es el día de “San Jorge” ¡Todos felices!
Ah, pero alguna vez preguntamos ¿Cuándo es el día del recogedor de basura? ¡Nunca! ¿Cuándo es el día del jornalero? ¡Nunca! Por eso no quiero que esa luz eterna caiga en mi rostro, no, conozco mucha gente que día a día no tiene qué comer ¿Cómo les puedo responder? No puedo decir salga al patio y reciba la luz eterna ¡No!, no, ya sufrimos demasiado.
Que brille esa luz en el rostro del niño enfermo, en la cosecha del campesino, en la refrigeradora del obrero pobre; la única luz que permito en mi vida no es la luz eterna, sino esa luz diaria, que se quema, que se agota, que creemos en algo mejor. Jamás apoyaré una luz eterna, re fulgurante, brillante y pasajera, quiero una luz humana que ilumine mi presente, hoy, no mi vida eterna; que cualquier alma piadosa quiera demostrar que el cielo es acá, no nos perdamos, y que sirva a mi prójimo; soy un meteorito que bajó del cielo a iluminar a mi hermano.
Una luz pasajera. Solo espero, que brille la luz eterna sobre mi rostro cuando sirva, cuando respete, cuando sienta lo que el otro siente. No puedo comer en paz si mi hermano no tiene qué comer. No puedo ser un hijo de dios si muero y nunca fui cercano al pobre, al niño, al enfermo. Esa frase de “Que brille la luz eterna” la cambio por: “Que brille la luz pasajera sobre mi hermano, ese campesino pobre, enfermo, desdichado desde el vientre materno, siempre maltrecho, siempre comiendo apenitas, siempre humano, presto a dar lo que no tiene”. ¡El sí lo merece!”. Y como dice Neil Degrasse Tyson: “Quiero ser enterrado para devolver a la naturaleza lo que le quité”.
*Médico salvadoño