La emigración es un fenómeno consubstancial al ser humano. Las necesidades a lo largo de la historia de la humanidad, han llevado a miembros de la especie humana a emigrar en busca de la supervivencia, y más tarde buscando realizar y realizarse en su vida. En cada pueblo hay un porcentaje mínimo de su población que emigra y esto sólo se incrementa por causas mayores.
Por: Edwin Felipe Aldana*
En El Salvador desde la invasión española se ha ido configurando un modelo marginador y excluyente para la mayoría, y muy exclusivo para una minoría. Y en este lapso de tiempo la constante siempre fue la resistencia y la rebelión de las mayorías oprimidas. Este pueblo de suyo tiene un carácter muy peculiar de no darse por vencido.
La reforma liberal de finales del siglo XIX que remarcó la expropiación de las tierras para el café, redujo en términos reales el “espacio nacional” para estas mayorías, que se expresó en la crisis y rebelión de 1932, apagada con sangre y fuego por los poderosos.
Desde 1940 se da un tipo de emigración que ha sido poco considerada, porque ésta no derivó en remesas sino que, en supervivencia de los que se fueron. Esta emigración fue campesina; la gente se fue buscando tierras y llegan a Guatemala, a Nicaragua y a Honduras principalmente. Y fue precisamente en Honduras con la mal llamada guerra del futbol que la realidad de esta emigración se hizo patente. El gran poeta Roque Dalton definió bien este hecho, ya que en ese momento de la historia nacional, había un fortalecimiento de la organización y de las luchas populares; y la solución de la oligarquía fue, parafraseando a Roque: Mandaron a los paisanos a quitarse la calentura contra los hondureños. El poeta por cierto, fue contrario a la guerra.
La reforma liberal de finales del siglo XIX dirán algunos, fue la acumulación primaria de Capital que instauró el capitalismo criminal en El Salvador, y es el punto de partida del proceso de configuración del sistema salvadoreño.
La guerra civil con su fuerte base campesina y urbana pobre, ha sido la rebelión más potente del pueblo contra el sistema y sus detentadores. Pero al igual que en la Huelga de brazos caídos que derrotó al régimen en 1944, el pueblo dejó –en palabras de Schafick Handal– que los mismos de siempre “arreglaran el asunto”, refiriéndose al desenlace de la huelga
Los Acuerdos de Paz de 1992 que dieron fin al conflicto armado no impidieron, sino más bien facilitaron, lo que sería otro enorme despojo al pueblo salvadoreño a partir de la privatización de los bienes de la nación. Este proceso de robo y despojo con ropaje legal le llamaron modernización del Estado.
Esta segunda reconcentración de Capital en manos de los sectores dominantes, fue una verdadera rapiña. La nación más que beneficiada fue despojada. Y en virtud de esto, los otrora dueños de la tierra se convirtieron en tenderos, y eso terminó de configurar a El Salvador en una economía terciaria, de comercio y servicios, que casi destruyó al agro y a la incipiente industria con su ya conocido corolario de desempleo masivo.
En este contexto se comprende mejor el respaldo imperial a las derechas. Respaldo que se pone de moda con los TLC, -tratados de libre comercio-, y la consiguiente liberalización de los mercados. En conclusión, el capital transnacional y los ricos anti nación, firman su pacto para el crecimiento. Ahora, poco a poco, El Salvador ya no necesita trabajadores, necesita consumidores.
Ahora bien, habrá que analizar con detenimiento si la problemática de las pandillas y la guerra que obligan los gringos a impulsar en contra de éstas, no es sino, en el fondo, una herramienta que permite al modelo seguir expulsando gente o, desde la perspectiva económica, más bien exportando gente. De hecho las pandillas como tal nacen en EEUU, y perjudican más a los pobres que a la misma oligarquía.
El desempleo pues es estructural y por tanto la violencia y la pobreza son los resortes de la “expulsión”.
Todo este jaleo de emigración y deportaciones, de chantaje político de los gringos sobre los países, con todo, acá en El Salvador por ahora, las remesas siguen al alza año con año. Es decir, las remesas siguen siendo hasta el día de hoy, la sangre que sostiene este modelo
No es casual los cambios culturales que se van afianzando en grandes sectores de la población: El consumismo diferenciador de estatus, la sobrevaloración de que todo lo extranjero es mejor, el menosprecio de la propia identidad… En ese marco cultural, entre más cosas y dinero se tiene, más poderoso soy; el ser se trastoca en apariencia. Apariencia que tiende al exclusivismo y al individualismo hedonista.
En conclusión, el modelo va configurando el tipo de ciudadano consumidor que necesita. Este modelo que “exporta” personas en lugar de productos, es por su propia naturaleza, criminal. Dejar sin empleo –única forma de obtener recursos para la mayoría—como el obligarles a irse con muchas artimañas, entre ellas la violencia; hace que la tipificación del modelo pueda definirse teológicamente, como un modelo idolátrico, ya que sacrifica a las personas a cambio de las remesas.
El dolor no es consumible, no tiene prensa que lo exponga. Las familias dolorosamente separadas, partidas, heridas, no son noticia. Jóvenes sufriendo la ausencia de sus seres queridos y que ya no son acompañados por éstos, sale más barato matarlos como supuestos delincuentes o bien arrinconarles para irse a las pandillas, en donde es “justificable” matarles. Porque a decir verdad, el accionar de la policía y el ejército, actuando como fuerzas de ocupación, ven a los jóvenes en general, como enemigos y el abuso hacia ellos es el pan de cada día. La acción de las fuerzas del Estado al margen de la ley es lo que muchas veces ha empujado a algunos jóvenes a las pandillas. En barrios y colonias la policía y el ejército representan el peligro para la población.
Las mujeres cuando emigran se preparan para no salir embarazadas, porque saben que es casi seguro de que serán violadas sexualmente en el camino. Pero esa tragedia tampoco tiene prensa.
Niñas y niños raptados en el camino y ya no aparecen. Pero esa realidad no importa porque en el 2018 recibimos según el Banco Central de Reserva y el Diario de Hoy del 16 de enero de 2019, la cantidad de $ 5,468.70 millones de dólares en remesas. Y además destacan, que por primera vez las mujeres aportan el 50.9 % de las mismas. Y es tan “bueno” este producto de exportación, que genera además 33 millones de dólares en remesas en especie, llámese recargas telefónicas desde el exterior.
Hay que ir a la raíz de las cosas: La pobreza, el desempleo, la violencia etc y etc., son los resortes que impulsan la emigración, y éstos resortes descansan en la verdadera causa de la misma: el modelo socioeconómico que se implementa en el país. Bien decía Mons. Romero, que sin cambiar el sistema, no superaremos la injusticia en la cual vivimos y morimos.
*Investigador y docente universitario