El pase a la inmortalidad del Sacerdote y guerrillero del FMLN, Padre Tilo

Esta semana, a través de nuestro corresponsal en El Salvador, el compañero Ramón «El Suizo», nos llegó la muy mala noticia del fallecimiento del Padre Tilo Sánchez (Rutilio Sánchez), un ejemplo de curita ligado a los más humildes de su tierra, un revolucionario que no dudó en unirse a la guerrilla del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional, y desde esa incorporación seguir combatiendo por los de abajo.

Los lectores de Resumen Latinoamericano han conocido muy bien al Padre Tilo ya que su rostro alegre y peleón, cruzado por dos poderosos bigotes, han sido foto de nuestro periodico y portsl por haber estado en cuanto acto de homenaje a las y los luchadores del pasado reciente y también en los actos de reivindicación de las luchas internacionalistas del presente, sean las de Colombia, Venezuela, Palestina o Euskal Herria. Allí siempre retumbaba la voz del Padre Tilo sentenciando a los verdugos.

Desde Resumen Latinoamericano nos condolemos por esta pérdida inmensa para el campo popular de Nuestramérica y hacemos llegar a los familiares y compas del Padre Tilo Sánchez nuestro saludo solidario.

Padre Tilo: hasta la Victoria Siempre!

 

Carta que Tilo escribió a Monseñor Rivera y Damas para informarle de su incorporación a la guerrilla del Frente Farabundo Martí para l a Liberación Nacional y otros textos suyos.

 

CARTA  A MONSEÑOR RIVERA DEL PADRE RUTILIO

Febrero, 1981.

Muy estimado y querido Monseñor Arturo Rivera y Damas:

Reciba un saludo filial.

Monseñor: Es primera vez que le escribo; casi siempre mis problemas y peticiones se las he presentado personalmente, pero ahora las circunstancias me lo impiden y lo hago por medio de esta carta.

Después de nuestro último encuentro, volando de Madrid a Lisboa, en que hablamos tan bonito y tan fraternalmente, he reflexionado mucho sobre los temas que tocamos.

Uno de los temas fue la situación espiritual del pueblo salvadoreño. Llegamos al punto de comparar el sufrimiento de los pobres campesinos y obreros a los sufrimientos de los israelitas en Egipto, frente al Faraón. Le decía que los salvadoreños en ese sentido tenían menos esperanza, porque los israelitas soñaban con volver a su tierra y qué los salvadoreños no tienen tierra o Patria más que la que le sirve de tumba y en la que no pueden vivir, y cuando salen a buscar refugio son tan maltratados que su situación se vuelve doblemente,trágica.

También, recuerdo que hablamos de los esfuerzos de nuestro pueblo para liberarse de la opresión en que ha vivido desde la Colonia y que igual a las plagas de Egipto, nuestros Faraones se han reído, que han reprimido a sangre y fuego adornando esas muertes con promesas vanas que nunca se cumplieron; que fue tan grande la ingratitud del Faraón que Yavé —Dios de los Ejércitos— se vio obligado a tomar él, por su propia mano, la ejecución de la justicia, cuando mandó el Ángel Exterminador a cobrarla en los primogénitos de todo Egipto; que no podemos ser indiferentes hoy cuando él pueblo salvadoreño, que vive su Biblia—de pasión, muerte y resurrección— y viendo esa ejemplar postura divina, ha decidido, ejercer el Sagrado derecho de defenderse, y defender las futuras generaciones de proteger a los ancianos impotentes y a los indefensos niños, incorporando el uso de las armas, después de haber hecho todos los esfuerzos pacíficas posibles y de haber sufrido en carne propia más de siete plagas por culpa de los explotadores y gobernantes crueles, egoístas e irresponsables que hemos tenido en El Salvador.

 

Desde antes de ser sacerdote, toda mi juventud la he dedicado al servicio de mis hermanos. Como campesino, hijo de campesinos, siento que el sacerdocio del cual Dios me honró sin merecerlo, no lo podría realizar sin el acompañamiento que hasta ahora he realizado. Los atentados —más de ocho— contra mi vida, de lo que me salvó la Comunidad y Feligreses, hacen que mi vida ya no me pertenezca, sino que le pertenezca a ese pueblo sufrido, pacífico, fraterno y trabajador.

Usted sabe cómo en los primeros meses del año 80, y especialmente después del asesinato del profeta salvadoreño Mons. Oscar Romero, mi vida normal se volvió imposible, mis últimos cinco años de persecución se volvieron más terribles y culminaron con dos invasiones de las fatídicos «Boinas Negras» del Batallón de la Aviación, a la Casa Cural de San Martín. En esas invasiones se robaron todas mis pertenencias personales, golpearon, desaparecieron y asesinaron a mis hermanos catequistas y posteriormente mataron a doce miembros del Consejo Parroquial.

Todo eso me llevó a hablar con Usted el 12 de mayo para pedirle protección. La única alternativa que me ofreció fue salir del país. Así fue como dejé mi patria un tiempo.

Recuerdo que en esa ocasión, al pedir su bendición, le expuse que mi sacerdocio siempre lo dedicaria a la búsqueda de la liberación de mi pueblo; que no podía ser sacerdote sin sentir la obligación de entregarme, en el lugar donde viviera, al servicio de la paz y la libertad de los salvadoreños. Nunca olvidaré el gesto paternal que hizo al entregarme una carta de recomendación para que fuera aceptado como sacerdote en cualquier diócesis.

En México, me uní al Frente Democrático Revolucionario (FDR) de El Salvador. Nunca abandoné mi sacerdocio, y Dios me concedía la oportunidad de denunciar ante las naciones el genocidio, la injusticia, la represión contra los pobres trabajadores de mi pueblo.

Han pasado 18 meses, he peregrinado por Europa y América cumpliendo con esa misión comprometida y sacerdotal de anunciar la esperanza y la verdad de la Revolución Popular Salvadoreña.

 

Ahora, querido Monseñor, creo que ha llegado el momento de avanzar en mi vida de compromiso. He tenido regalos bellos de Dios, y el mayor, servir a mi pueblo en medio de grandes sacrificios. En honor de tantos mártires tengo que hacer cada día más concreto ese amor a mis hermanos los hombres y especialmente a los salvadoreños más pobres.

Creo en el sacerdocio, como signo de servicio eficaz en la comunidad. Creo en Jesús-Pueblo-Cristo, capaz de enseñarnos a transformar la sociedad de cruel en humana y llevarnos a la plenitud y como discípulo de él, sin abandonar mi Sacramento y para hacerlo totalmente profetico he decidido, con total desinterés de gloría humana, incardinarme nuevamente a las Comunidades de El Salvador.

El Padre Tilo junto a la población más humilde.

Yo sé que no podré tener una sede parroquial, pero sé que las necesidades sacramentales son urgentes. Desde el consuelo a los huérfanos y tristes, la comunión y la confesión a los moribundos, el catecismo a gran cantidad de niños huérfanos; (en fin; esos valles y esas montañas llaman a compromiso y lucha de liberación …) así podré estar acompañando a esas ovejas, hoy sin pastores. Sus corazones y almas necesitan la fortaleza de la Cena del Señor, muchos niños han nacido, y están sin bautizo… quiero estar allí. Una guerra no se gana sólo con tiros; es necesario el compromiso de todos los cristianos; trataré de cumplir lo que Pablo Apóstol dice: (así lo puse en mi estampa de ordenación) «El sacerdote es: un hombre sacado de entre los hombres para servir a los hombres».

Alfabetizaré, asistiré y curaré enfermos, transportaré heridos; esos ranchitos y esas cuevas serán los templos donde celebráremos la Eucaristía-Resurrección del carpintero de Nazareth, hijo de José y María.

 

Quiero pedirle, igual que cuando salí del país, su bendición de pastor, padre responsable de esos hombres bautizados en nuestra Fe, para estar allí acompañándolos. Ellos necesitan la presencia de la Eucaristía y Testimonio de Fe.

La Iglesia de todos los tiempos ha creído que es un deber sacerdotal y profético estar presente en los lugares y momentos más críticos del pueblo y sólo se puede estar cristianamente cuando se vive una presencia «en justicia y fidelidad». Y estoy plenamente convencido en conciencia que la justicia y la fidelidad está hoy con los combatientes del FMLN. En esta lucha de liberación está también el lugar del anuncio de la Buena Nueva… Por eso espero que ésta decisión no pueda ser condenada por la Iglesia, por el Papa o por Usted. Voy buscando la oveja herida que se perdió en el monte.

Quiero que esta carta la lea en el Presbiterio de nuestra arquidiócesis del cual soy parte y les ruego que comprendan mi decisión. Es la decisión más serena y material que he hecho en mi vida; no se trata de ningún extremismo. Además lo he consultado con mis hermanos y amigos, laicos y sacerdotes de nuestras comunidades que siguen viviendo la fe en tierras extrañas y en refugios. Para mí es un paso de nuevo compromiso dentro de la línea de mi vocación sacerdotal con lo cual no pré.tendo criticar a nadie. Sería negativo denigrar a la Iglesia de Cristo o renunciar a mi fe, mi sacerdocio o a la Eucaristía, alegando antitestimonio recibidos de hermanos sacerdotes u obispos.

Solamente pretendo tomar la cruz y seguir a Jesús en los barrancos, las lomas, las trincheras donde se vive el espíritu y la letra de las Bienaventuranzas creando las bases del Reino de Dios, un mundo donde haya pan para todos, vestido para los harapientos y donde podamos enterrar a nuestros muertos que no morirán ya antes de tiempo de hambre o de violencia y donde haya consuelo para los tristes y escuelas para el futuro.

 

Me despido como sacerdote, buscador de nuevas fidelidades evangélicas y como hermano responsable de todos los hombres… y diciéndoles con alegría: «Hasta pronto».

Que mi saludo y abrazo sean verdaderos. José Rutilio Sánchez., Pbro.

 

POEMA DEL PADRE RUTILIO, ESCRITO LA VÍSPERA DE SU INCORPORACIÓN AL FRENTE DE GUERRA EN LA ZONA NORTE DE EL SALVADOR.

Hola, compañeros,

cheros míos:

Les cuento que voy de camino,

que cuando reciban mi carta ya habré llegado.

Me voy al combate;

llevo en mi mochila una Biblia, unas balas,

un pomo para la esperanza /

y todo el valor que me cabe dentro!

Voy a alcanzar a mi pueblo

que partió a la montaña.

Voy alegre,

a nueva vida;

Voy buscando la aurora y el nuevo día.

Estaré entré amigos, y volveré pronto……

Eso sí; no regresaré solo,

volveré con ellos,

volveremos todos.

No volveré, hasta que retornemos

trayendo la vida, la alegría, la paz.

Pienso en la alegría de verme llegar…

y volver a estar juntos como siempre.

Juntos haremos el combate;

enfrentaremos al enemigo juntos.

Amigos, cheros míos:

No volveré hasta que vuelva el pueblo;

volveré trayendo a Óscar Romero,

volveré como vuelve el invierno y el verano.

Vivo o muerto volveré.

 

Compromiso social de los sacerdotes con el pueblo de Dios con los bienaventurados

Martes, 27 de agosto de 2013           Por: Rutilio Sánchez

Rutilio Sánchez, sacerdote en la década de los 70, uno de los más importantes impulsores del trabajo cristiano de base

PUEBLO DE DIOS Y UN JESÚS QUE VIVIÓ CON LA GENTE

Cuando se habla de iglesia hay que empezar por distinguir pueblo de Dios y jerarquía, normalmente se habla más de la jerarquía que del pueblo de Dios, pero quien hace avanzar las cosas porque las practica, aunque las haya dictado la jerarquía, es el pueblo de Dios. La jerarquía siempre va atrasada con relación a la determinación del pueblo de Dios; es el pueblo de Dios que va condicionando a la jerarquía para que ella dicte normas, leyes o haga avanzar el proceso, ya sea litúrgico, pastoral, de compromiso social o de otras índoles. Por ejemplo, el mismo Monseñor Romero fue producto de la reeducación del pueblo, quien le enseñó con su pobreza, sacrifico y lucha; recibió el mensaje del pueblo y luego lo hizo avanzar.

La pregunta base es ¿Como se involucra el cristiano en las luchas del pueblo? El cristiano tiene un principio básico de fe, que puede ser religiosa o sobre la base de los ritos y mitos, o esa fe se puede ir más a la práctica. Dichosamente Jesús se fue mas por la práctica, no fue un hombre de ritos y de mitos, fue un hombre que vivió constantemente con sus congéneres, desde que nace hasta que muere; convivió con su gente como un ser humano y por eso es que nadie se dio cuenta que era hijo de Dios. Hablo de los cristianos como podrían ser también los musulmanes, budistas, hindúes, etc. religiones que también han tenido revolucionarios, porque los grandes maestros siempre han señalado el camino. Jesús no fundó una religión, Jesús fundó una fe que mueve montañas, una fe que educa, forma y el cristiano aprende desde los pobres, débiles y necesitados. Jesús hace mucho énfasis en los Diez Mandamientos de Moisés -que no necesariamente son religiosos sino de convivencia junto a los hermanos con los que se convive-. Los Cuatro Evangelios son medulares para ver a ese Jesús humano, con un código filosófico, teológico y político en el Sermón de la Montaña, que ayuda a comprender que lo importante no es lo superfluo de la vida, sino la esencia, la sustancia. Dice con mucha simplicidad: “Bienaventurados los pobres, los humildes, los que lloran, los que se meten en la causa…dichosos ustedes cuando los persigan, los maten y los torturen por mi causa”. Ese es el programa social de Jesús, darle de comer al hambriento, darle de beber al sediento, aconsejar al que hierra, consolar al triste. Es la doctrina social de la iglesia que por si sola nunca aterriza, pero las bases, las parroquias, los pobres la hacen aterrizar.

Siempre me he maravillado como nosotros los sacerdotes tomamos un párrafo del Evangelio y pasamos tres horas hablando, como si hubiera necesidad de explicarlo. El Evangelio se explica así mismo cuando se practica. Así es como el pueblo empieza a practicar y a conocer que el Reino de Dios comienza en esta tierra, y que el sindicato es como un templo, como una gasolinera en donde vamos a llenar el tanque de combustible. El Evangelio es una lectura que nos da esperanza y fuerza para caminar, organizarnos y meternos en los sindicatos para luchar por nuestros derechos y defender al hermano que ha sido desalojado de sus tierras, de su casa, que no tiene medicinas, etc. Por supuesto, la práctica de leer e imitar a Jesús siempre conllevó riesgos, peligros y persecuciones, “porque el que se mete a redentor sale crucificado”.

LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

A Juan XXIII se le ocurrió hacer un Concilio Vaticano, que era el segundo después de tantos siglos; de ahí nace La Doctrina Social de la Iglesia, con lo que se abren puertas, se renuevan cosas. La jerarquía católica prohibió durante largos siglos que el pueblo leyera directamente la Biblia, pero el Vaticano II vino a abrir puertas y ventanas desde donde se ven nuevos caminos y esperanzas. Después vino el Concilio Medellín y este abrió más puertas de las esperadas, preocupándose más por los pobres y poniendo medidas concretas para la organización de los campesinos y trabajadores, formas que proponían alternativas económicas y políticas para salir de la pobreza. Todo ello tomó de sorpresa a los obispos, que de inmediato convocaron a otro concilio en Puebla (Méjico), para intentar remediar el asunto. Porque desgraciadamente los jerarcas siempre han creído que son ellos los propietarios de la iglesia, los defensores del camino y la palabra del Señor; no se dan cuenta que son conductores, administradores y servidores de la feligresía y del pueblo.

Los obispos en Roma, con el Concilio Vaticano II, abrieron un poquito la puerta a las comunidades, fue como si un pequeño rayo de luz saliera de adentro para afuera y otro de afuera para adentro; fue como que los obispos hubieran sembrado un granito de mostaza por equivocación y el granito llegó a multiplicarse. Cuando los cristianos leyeron un poquito los documentos de esos concilios, aprendieron, enseñaron y practicaron; es de esa manera que nacen las comunidades cristianas de base, a las que en algunas parroquias les decíamos Comunidades Cristianas Eclesiales de Base, pero en el fondo eran Comunidades Clericales de Base, las cuales tenían un espíritu libre y fantástico.

La Doctrina Social de la Iglesia tiene muchos valores, pero no tiene toda la dimensión de llegar hasta el cambio del poder a favor de los pobres, porque los cambios de poder siempre han sido a favor de los ricos. Por esa razón, los campesinos empezaron a reunirse, ya no solo para rezar el rosario, sino para hablar en nombre de Jesús, y reforzados por su fe, también empezaron a discutir como comprar abono y semillas entre todos y como compartirlas, entre todos. Así es como nace FECCAS -a pesar de la jerarquía-, llegando a ser como la primera práctica de las comunidades cristianas primitivas.

COMPROMISO SOCIAL DE LAS NUEVAS GENERACIONES DE SACERDOTES

En mi caso personal fui un seminarista creado y formado como todos los seminaristas, con una línea conservadora, litúrgica, devocional, y metido en una esquinita. Dichosamente las bases de la crianza e historia familiar, la formación litúrgica, filosófica, teológica y el contacto con las necesidades de la gente, hacen que un sacerdote se vaya formando y algunos tomemos conciencia de la realidad dolorosa que vive el pueblo sufrido. Así surgieron muchos sacerdotes comprometidos en toda América Latina, renunciando a las comodidades -como Moisés-, no viviendo en el palacio, sino viviendo y trabajando con la gente, conociendo sus necesidades y sufrimientos como el hambre y las enfermedades. Todas esas cosas hacen tomar conciencia.

Nosotros, la nueva generación de sacerdotes, trabajamos con los campesinos de FECCAS, y compartimos sus problemas y discusiones sobre de que el abono estaba caro, de que ya no tienen semillas para sembrar, de que el salario era precario, de que ellos sembraban el frijol y otros le ponían los precios y así, siempre buscándole soluciones colectivas a sus problemas. Los campesinos se daban cuenta de que los problemas con el patrón, el abono caro, los malos salarios y la represión de la Guardia Nacional, no eran solo de una persona, sino de todas las comunidades. Los campesinos se organizaban por zonas y se reunían en las parroquias. A esta actitud solidaria, orgánica y con espíritu cristiano, el obispo conservador de San Vicente Pedro Arnoldo Aparicio Quintanilla, le llamaba despectivamente “comunista”. También era una preocupación de algunos sacerdotes que decían con temor, que la organización campesina (FECCAS) “se estaba pasando de la raya”. Lo que pasa en la realidad es que, el pueblo se sale de las casillas porque las casillas que les ofrece la jerarquía son limitadas; si la jerarquía actuara y fuera como Monseñor Romero, Pedro Casaldáliga o como Samuel Ruiz, la situación sería diferente.

Nunca voy a olvidar una anécdota sobre Monseñor Romero, relativa a las consecuencias del trabajo pastoral. Cuando asesinaron a un catequista, analfabeta y humilde trabajador de 45 años -que vivía en un ranchito de paja-, acusado de ser un “gran comunista”, llegó Monseñor Romero de noche al velatorio, porque no tenía tiempo durante el día, y cuando Monseñor levantó la sabana que lo cubría, vio aquellos pies realmente llagados de tanto caminar y al salir de la casa dijo: “¿Como puede ser posible que un hombre analfabeto que nunca cumplió años porque nunca los celebró, que fue tan humilde y trabajador, pueda ser marxista-leninista?”.

En el seminario, los padres jesuitas me dijeron que tenía que defender a los pobres, predicar la verdad, ser valiente y profeta, pero el día que lo hice me quisieron matar, lo que por supuesto me llenó de miedo. Fui a buscar refugio al Arzobispado y a contarle a Monseñor Chávez y González lo que me estaba pasando -que no se si me creyó o no quiso darle importancia-. Monseñor me dijo: “Mira hijo, no seas tonto, habla de las cosas de la iglesia, no te metas con los campesinos porque jamás te lo van a agradecer”.Claro, esa era la interpretación y pensamiento de la iglesia jerárquica, pero mientras tanto estaban asesinando a los sacerdotes que predicaban la verdad, consolaban al triste, daban de comer al hambriento y organizaban al pueblo. Daba la casualidad que estos señores explotadores, represores y responsables del hambre que padecían los campesinos, eran amigos de la jerarquía.

Dolorosamente asesinaron a muchos sacerdotes. A mi siempre quisieron matarme e infelizmente, por asesinarme, se ensañaron en el padre Nicolás Rodríguez, y posteriormente lo hicieron con el padre Alfonso Navarro, un hombre sencillo que denunció las injusticias y las masacres; asesinaron al padre Palacios, al jesuita padre Rutilio Grande, al padre Ernesto Barrera Moto -que trabajaba con los sindicatos- , al padre Marcial Serrano y a otros valiosos sacerdotes comprometidos con la justicia y un futuro mejor para los pobres.

Nosotros seguíamos las enseñanzas del Evangelio, no predicábamos la violencia, sino la defensa de los derechos de los pobres, de las mayorías explotadas y oprimidas. A Jesús no se le puede acusar de violento por haber agarrado el látigo en el templo en contra de los mercaderes, lo hizo para combatir la hipocresía, la mentira y la explotación. Defenderse no es violencia, porque el mismo rifle que viene aquí para matarme es el mismo rifle con que puedo defenderme, igual que la misma llave que cierra la cárcel, es la misma que sirve para abrirla.

POLÍN, UN CAMPESINO EJEMPLAR

El trabajo pastoral campesino formó, a conciencia, a verdaderos líderes, gente integral, sin intereses personales, ricos en el conocimiento de la realidad y determinados a luchar por la construcción de un país libre, justo y en el que se pudiera vivir con dignidad. De esos dirigentes campesinos tengo un recuerdo precioso de Apolinario Serrano (Polín), un huérfano que de niño fue criado por su abuela -a quien solo conocí como “la mamá de Polín”-, una señora rezadora de rezos de muertos o velatorios y que vivía en el caserío El Líbano, cerca de Aguilares.

Fue de su abuela que Polín aprendió las 45 letanías cuando aún tenía nueve o diez años de edad, lo que le sirvió para acompañar los rezos de esas comunidades, cantones y caseríos del Cerro de Guazapa y algunos de Suchitoto. Fue en los cursillos parroquiales que impartía Chencho Alas en Suchitoto y el trabajo de los jesuitas en Mirandía y el Zapote, en donde Polín comenzó a concientizarse para el trabajo social, incorporándose casi de inmediato a FECCAS. Es en esta organización donde tuve la suerte de conocerle, cuando él ya tenía 18 ó 19 años.

Polín era una persona muy querida en esas zonas, porque su carácter era alegre, creativo, simpático, y como predicador de la palabra, era claro, brillante, motivador y con gran poder de convencimiento. Daba gusto escuchar sus charlas, sus discursos, sus anécdotas personales y colectivas, porque su lenguaje campesino era metodológico y didáctico, cualidades limpias que le llevaron a asumir responsabilidades cada vez mayores, hasta llegar a ser Secretario General del Bloque Popular Revolucionario, el movimiento popular más grande que ha habido en toda la historia de nuestro país.

Salvador Cayetano Carpio (Comandante Marcial), que andaba buscando líderes con esa calidad humana y con poder de convicción, reclutó a Polín para las Fuerzas Populares de Liberación (FPL), en donde dio un inmenso aporte a la lucha popular. Infelizmente lo asesinaron en 1979, junto a otros valiosos cuadros campesinos cuando venían de una importante reunión en la zona occidental.

Fuente: Resumen Latinoamericano.

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