Querido Amigo Herbert Landos: Escribo estas líneas a ti, a ese corazón enorme, bondadoso, amigo, querendón, único, sonriente, respetuoso y amante de nuestro arte, esa medicina que nos da grandes satisfacciones y también, nos hinca.
Por: Francisco Parada Walsh*
Cuando supe la noticia que habías vivido, caí derrotado, lloré tu partida o no lo sé, quizá lloré tu nacida a la tierra donde solo almas como la tuya tienen ese privilegio de entrar. Dejé de escribir sobre cada miembro del personal de salud que fue masacrado mi querido amigo pues en una de esas fui conminado a que no debí escribir determinado artículo, sino mi sangre, paredones y balas serían mi premio; Amigo, no entendí eso, no, no escribo ni por lucro ni por aumentar el dolor de una familia sino que lo hago para siquiera un recuerdo de tu maravillosa obra quede plasmado en ese infinito llamado mundo.
Ese martes, al ver tu foto mi alma se desquebrajó, no tuve fuerzas más que para pensar en ti, en cada momento que pasamos, en cada platicada que tuvimos y por cosas del destino, tú vivías en una casa vecina de un pariente y de vez en cuando nos mirábamos.
Oso de peluche, debo quizá por un momento convertir mi incredulidad en fe, y pedirte que saludes a todos los miembros del personal de salud que fueron fusilados por estos corruptos, ignorantes e indolentes; dámele un abrazo cálido a cada médico, a cada enfermera, a cada persona por sencilla que haya sido su labor en esta tierra roja, dieron su vida por otros. Dile al Dr. Carlos Díaz Manzano que me espere, que pronto estaré allá y que tenga listo el café negro con azúcar blanca servido en tazas verdes como la esperanza; llevaré el pan dulce, quizá no tenga pisto para comprar tantas novias, peperechas, pastelitos para todos los miembros del personal de salud pero creo que antes de irme, debo tomar una decisión de ahorrar las pocas fichas que caen, comprar un marranito, de esas alcancías y empezar a zamparle coras, billetes de a peso y dile en secreto al Maestro Díaz Manzano, que saque unos peroles llenos de vino para seguir en esa joda eterna que merecemos.
Dale un abrazo a Gerardo Bone, y no quiero que pierdas el tiempo saludando a tantos héroes sino que disfrutes de tu nueva casa, la casa de Dios. No dudo ni por un momento que en las alforjas de la vida llevaré chicharrones de Amayo, fritada, algunos buenos cortes de carne, unas baby back ribs, no puede faltar ese licor procesado en casa, ese chaparro que me hace grande; alguien me ha pedido yuca con pepescas y dile que se las llevaré; una colega me ha pedido pupusas de arroz de Olocuilta y un coctel de conchas y ando en la rebusca.
Mi Amigo Landos, no sé cuándo llegaré a verte pero solo es cuestión de tiempo, preparen las viandas y en un convivio lleno de amor, gozaremos cada momento en el Cielo. Enseñaste lo que un hombre derecho hace; diste amor, respeto, gratitud, humildad y no dudo que ocupas un lugar especial en el Cielo; eres, sos y serás siempre aquel gran ser humano, ejemplo de vida, ejemplo de lucha, ejemplo de amor.
Me siento ahuevado mi amigo, muy ahuevado; no debiste partir, no lo entiendo y me cuesta aceptar tu partida pero esas son mis contradicciones en el alma que por qué la mejor gente se nos va.
No soy la mejor gente y quizá por eso debo seguir penando en esta tierra roja y espero que este artículo lo lea Dios y el Diablo y que tal vez nos permitan que bajen algunas diablas al Cielo y armamos una chonguenga. La santidad no es para todos y es lo que menos quiero parecer, por eso, este artículo será enviado al inframundo y al Cielo para que, quizá, los macizos se apiaden de nosotros.
No sé amigó qué canción deben cantar los ángeles a tu llegada, ya esas canciones de que “Vi ángeles volando y bla bla bla” no me impresionan, me quedo con esa obra de arte del grande Roberto Carlos y en este momento tocas el timbre del Cielo, las puertas se abren y es todo un personal de salud quien te recibe cantando: “tú eres mi hermano del alma realmente un amigo, que en todo camino y jornada esta siempre conmigo, aunque eres un hombre aun tienes alma de niño, aquel que me da su amistad, su respeto y cariño. Recuerdo que juntos pasamos muy duros momentos y tú no cambiaste por fuertes que fueran los vientos. Es tu corazón una casa de puertas abiertas, tú eres realmente el más cierto en horas inciertas”.
Recuerdo que el diez de noviembre de 1989 llevaba mi pichirilo a ese turno en Zacatecoluca y, no puedo olvidar tus palabras, allá por el desvío a Comalapa cuando dijiste que te habían avisado que ese día habría una ofensiva, todos te escuchamos pero acostumbrados a la muerte, no le pusimos la atención debida. Esa noche empezó una guerra en el país, y vivimos en ese hospital por días. Gracias mi Amigo, gracias por ser especies ya por extinguirse.
Adiós, hasta pronto mi Amigo, mi gran Oso de Peluche. Pronto nos veremos y arreglaremos el mundo, y si no lo arreglamos, siquiera hablaremos paja por la eternidad.
*Médico salvadoreño