Róger Hernán Gutiérrez*
He encontrado en muchos espacios sindicales y de otro tipo—poco o casi nada en contra de lo neoliberal—y me preguntaba ¿hay realmente un freno al neoliberalismo en nuestra sociedad salvadoreña? Pareciera por todo lo que se dice o se hace que no. Y entonces ¿eso es bueno o malo? Si nos ponemos a analizar la doctrina neoliberal que evoluciona desde que ARENA en el período de Cristiani (1989) la introdujo nos parecería que las cosas han probablemente cambiado, pero para peor o mejor.
Siempre hay un sabor amargo que no logra conciliarse en el paladar, ¿por qué entonces dentro de la población votante las huestes del partido FMLN no lo acompañaron esta vez? Eso es algo que pudiera entenderse en tanto seguimos sin frenar el neoliberalismo, entonces no puedo dar el voto por un ideal extraviado, por cuanto lo que yo quiero es menos capitalismo, y para ello quiero que paguen la evasión fiscal los grupos corporativos nacionales y extranjeros; no quiero concesiones al sector privado( caso del agua); ni tampoco que el capital adquiera a precios risibles lo rentable del Estado (energía eléctrica, telecomunicaciones, pensiones; salud, educación; recreación, banca-finanzas, comercio exterior, etc). Como tampoco suprimir y dejar minusválido al Estado suprimiendo la comercialización de los granos básicos (IRA); la vivienda de bajo costo (IVU); el MOP (vías de acceso).
Quiero que no haya más flexibilidad laboral y exista una plena práctica en materia de libertades sindicales y no que la ratificación de los convenios de libertad sindical (87 y 98) fuera por la presión de la empresa Calvo y no por una fracción legislativa claramente opuesta al neoliberalismo (2006). Y todo eso a pesar de que la empresa privada, los plumíferos a sueldo, los que acompañan con voces y acciones el neoliberalismo, aseguran que el FMLN quiere introducir el socialismo del siglo XXI. Por favor, cuéntenme mejor una de vaqueros.
Seguimos a flor de piel a estas alturas con el debate de años atrás sin superarlo que es mejor lo público o lo privado, sabemos de la alta capacidad de lo privado de renovarse, podemos hablar de asocios público-privado, de firmas de tratados comerciales; de responsabilidad social empresarial; de hacer más pequeño al Estado por cuanto es por naturaleza deficiente—lleno de corrupción y nulo liderazgo— y la empresa privada es siempre exitosa, hablamos del salto de lo artesanal a la mecanización, la digitalización, la robotización para un supuesto bienestar de las personas en el mundo.
El neoliberalismo ataca los bienes comunes que se van perdiendo y pasando a manos privadas—desalojos de poblaciones que han vivido en lugares por años, son removido en pro de lo privado—el conocimiento ancestral de poblaciones que vivieron hace siglos y han venido trasladando la cultura a nuevas generaciones—lo cultural también está privatizado—tierras, mantos acuíferos, vías de acceso; la política monetaria ya no está en manos de los bancos centrales y ya no tiene control de lo que circula y se retira (la ganancia siempre va hacia afuera y nada o muy poco se queda); la apertura comercial es cada vez más imperante; una mayor precariedad laboral se va depositando como natural.
Palabras nuevas van avanzando en la esfera de la sociedad, planeamiento estratégico; modernización; reingeniería; clima de negocios, clúster (grupos capitalistas que se instalan estratégicamente con otros para obtener altos beneficios mutuos); calidad total—no es un asunto de tecnología como se quiere hacer creer, es claramente por intereses económicos y comerciales que son hoy las variables que dominan el mundo.
Hay un problema que se manifiesta el asunto de atraer inversiones, de cómo volvernos atractivos para atraer esas inversiones, por ende seguimos preguntándonos, ¿se está frenando el neoliberalismo? Todo de acuerdo a como se está diciendo y haciendo nos hace concluir que no, y por eso ese mayor desencanto se apodera y hace que se incremente el ausentismo, que vaya fortaleciendo que prevalezca la intención de anular; porque de construcción alternativa cada vez es más complejo y difícil hacerlo.
La política pública en lo laboral es mínima, es poco propicia para abonar en un camino diferente—los salarios y el empleo—siguen siendo una disputa férrea por incrementarlos y el ofrecimiento es siempre menos Estado; las relaciones laborales están plagadas de comercialización, están llenas de mercado antes que de humanidad; se ha dado lugar a los intereses económicos, comerciales en detrimento de lo público, lo comunitario, lo social.
Por lo que decimos realmente no hemos frenado nada que el neoliberalismo haya tocado—lo ideológico, lo político, lo social, lo cultural, lo medio ambiental.
*Sindicalista salvadoreña