Heme aquí postrado frente a ti Señor mío, mis rodillas llagadas no soportan más dolor; vengo a ti a pedir misericordia, tu amor y perdón para todo aquel personal de salud que se debate entre la vida y la muerte; no aguanto más Señor mío, el dolor de ellos es mi dolor y el de sus hijos también es mi dolor; sufro, lloro cuando sé de algún colega que dio lo mejor al mundo, aun su vida si fuese necesario con tal de salvar a otros.
Por: Francisco Parada Walsh*
Señor, no somos héroes ni mártires, somos simples humanos que llenos de miedos, inseguridades y dolores acudimos donde se nos necesita, nadie se niega, todos son valientes pero duele ver caer a hombres y mujeres que nunca debieron perder la batalla contra un enemigo que el libre albedrío del hombre malo creó; Señor mío, arráncame el corazón y ponme la roca más dura, cúbrelas con espinas para que mi sufrimiento llegue a su fin, no quiero un corazón porque amo, quiero una piedra pesada para que no pueda bombear ni sangre ni amor, solo ser un hombre mediocre que no sepa la diferencia entre el bien y el mal, solo quiero vivir, ya no quiero llorar.
Pensé que podría soportar tanto dolor pero no, soy un cobarde que llora cuando un colega vuela al cielo, soy la nada cuando sé que sus hijos no volverán a ver a su madre, a su padre; soy yo quizá, el que siempre fui. Señor mío, arráncame los sentidos, vuélveme insensible, no quiero ojos que solo me servirán para ver a mis amigos partir, no quiero verlos, no, mejor quisiera que fuera yo el que vuela y no ellos, no lo merecen y tú que conoces mi vida de pecador, tómame, llévame pero deja a mis amigos en paz.
Señor mío, no quiero oídos para escuchar el llanto del hijo gritar desparramado ante el ataúd de su madre, no, quiero ser sordo para no entender ese dolor de un padre, de un niño, de un hermano que golpea su cabeza contra tu cruz ante la impotencia de ver al amado partir; arráncame el olfato para no oler las fragancias de las rosas, de las orquídeas, de tantos arreglos que mi amigo nunca verá, no quiero siquiera un tan solo olor, prefiero a cambio el dolor Señor mío; arráncame el gusto para nunca saborear tu sangre, tu vino, no, quizá mi reclamo no tenga sentido pero tampoco lo tiene la muerte de la mejor gente; no quiero mi piel, no quiero sentir el abrazo de la muerte, no, solo quiero que todo vuelva a como era antes; a cambio de que me arranques mi corazón y mis sentidos a ti pido Señor mío que regreses el tiempo, que los lázaros y las lázaras vuelvan a sus casas, a sus hogares, que hagamos caso que todo fue una pesadilla, que tenemos un padre de amor y no un dios de dolor.
Heme aquí Señor mío, mis ojos lloran sangre, mi corazón derrama lágrimas tristes cuando sé de algún colega que está grave, quisiera que ni uno tan solo estuviera enfermo y pido que te manifiestes en detener esta masacre, esta barbarie que sufre el mundo; sabes que mi vida es tuya pero te ruego que me tomes del pelo y en un arrebato divino llévame a tu cielo o mándame al infierno pero deja a mis amigos, a mis hermanos en paz.
Sufro, cada día sufro más, pensé que mi sufrimiento sería pasajero, que quizá vería la muerte de mis colegas como algo normal, como sucede en la realidad pero no puedo, lloro en silencio, río en público, amo en el dolor, amo en el sufrir y si de algo estoy seguro es que si eres un dios de amor, debes cuidar a tus ovejas blancas, ovejas engabachadas que su único pecado es amar a su prójimo, su pecado capital es dar su vida para que otros regresen a sus casas; no, todos deben regresar a sus casas.
Si no me arrancas el corazón y los sentidos no sé qué haré; ya no quiero sufrir, no soporto más, quiero ser indolente, indiferente pero no lo puedo lograr. Amo, río, sufro y daría mi vida por una amiga que en este momento se devana entre la vida y la muerte, la daría padre mío. Soy muy malo, ella es buena, ella es mi amiga, yo soy pecador.
*Médico salvadoreño