Sin Control

Nadie es sabio para ver el futuro y menos, nuestro gobierno. Se pusieron las carretas delante de los bueyes y todo se vino abajo. El país atraviesa un altísimo número de contagios y tenemos una economía hecha pedazos, no hay forma de detener al virus, todo depende de cada salvadoreño.

Por: Francisco Parada Walsh*

Tuvimos la cuarentena más larga del mundo, un encierro del que ya ni se habla y con las graves repercusiones mentales que ese enclaustramiento trajo a la salud del salvadoreño; niños encerrados por meses, su mundo era un cuarto, una gritería debido a la desesperación del encierro.

Tristemente de nada sirvió la cuarentena, y todo queda bajo nuestra responsabilidad para evitar hasta donde sea posible el contagio por el virus, algo muy difícil por cierto pues será la inmunidad del rebaño la que hará el trabajo bueno o malo y quizá, el hombre nunca había pensado en la fragilidad de la vida, en ese momento que se llama muerte y que es lo único seguro que tenemos, pero no, preferimos seguir en esa farra eterna donde todos los días nos ponemos una pistola en la sien y no dispara, pero llegará el día en que el virus nos volará la cabeza.

País pobre, funcionarios corruptos e ignorantes como pocos ¿Qué podemos esperar? ¡Nada! Vivimos tan mal que quizá la muerte nos consuela y no reparamos que mucho de nuestro bienestar depende únicamente de nosotros. El número de contagios es alarmante, las morgues rebalsan de cuerpos de hermanos y se comenta que hay hospitales donde debido a la falta de espacio en la morgue, la persona fallecida es dejada por horas, en la cama.

Si no hay espacio en la morgue, debe el lector entender la gravedad que vivimos y no esperar que otros les digan qué hacer.  Esa es nuestra realidad y no debe el lector esperar directrices de un MINSAL perdido como pocas instituciones donde la salud es manejada por verdaderos ignorantes que, como sucede siempre, todo queda entre amigos.

Esta tragedia no solo la vive El Salvador sino el mundo entero, que en un segundo se hizo girar al revés, todo lo dábamos por anormal, ahora es normal y viceversa; nadie regresará a la vida como lo fue antes que apareciera el virus. Todo es tan diferente, y como animales de costumbres, no fue difícil domesticarnos, encerrarnos y robarnos; apenas o ni siquiera podemos decir algo, y en esa parsimonia o reflejo condicionado todo está trazado para que el miedo nos someta, nos hinque. Nada nuevo en el mundo, siempre se le ha apostado a un bando bueno que debe luchar contra el malo, tristemente el bando malo somos nosotros, el personal de salud, el paciente, el ciudadano común y el bando bueno son los estados que aparentan proteger a sus ciudadanos cuando todos sabemos que no es así.

No hay planes a futuro de parte del gobierno, se acabaron el dinero, se lo robaron y ahora que se viene un alza desmedida en los contagios no hay chance de hacer nada, el gobierno es un cangrejo amarrado de las patas, camina para atrás y los grandes ojotes no le sirven ¡de nada! El atenimiento a la vacuna ha permitido que la población baje la guardia y aun, se prefiere callar ante los efectos adversos de la vacuna, la gravedad con que llegan los pacientes que han recibido la tercera dosis y hay uno que otro  colega que me dice que no debo hablar sobre las vacunas porque eso hace que la población  tenga otro punto de vista y estos médicos prefieren la ignorancia de sus pacientes pensando que si no se vacunan será el personal de salud el más afectado cuando todos tenemos un altísimo riesgo de contraer el virus y morir, estemos o no estemos vacunados.

*Médico salvadoreño

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