Dícese de comodín: “Dicho de alguien que busca excesivamente la comodidad, comodón”. Lamentablemente es el salvadoreño promedio que en esa fría vida prefiere que otros le resuelvan los problemas, es como en una vida tranquila donde el perfil de la persona debe estar bajo, pasar desapercibido y en esa mediocridad, dejar de vivir.
Por: Francisco Parada Walsh*
Nuestra patria rebalsa de esa gente, nadie quiere meter las manos al fuego, nadie quiere nadar a lo profundo de la vida y luchar por conquistar bastiones importantes, sino todo debe ser ejecutado bajo la ley del menor esfuerzo.
Y ese comodín trasciende a la persona y tenemos gremiales que, con esa misma semilla de la comodidad, guardan silencio ante agravios cuando deberían ser luces en la oscuridad. Ser comodín no es exclusivo también de un grupo etario, no, jóvenes y viejos se esconden de sí mismos para que, en esa aparente exitosa vida, no involucrarse en nada, sino que sean otros los que resuelvan los problemas.
Estas personas no viven, apenas hacen una fotosíntesis para respirar y luego siguen en aquel lugar, donde creen que deben estar los mejores y ni por cerca lo son. La vida no es transitar una vereda sin dificultades, la vida es ir cuesta arriba y es ahí donde se escriben las mejores páginas de la historia de la sociedad y de una persona.
No pertenezco a ninguna asociación, a ninguna y debo resolver mis trabas, dificultades cómo pueda, todo eso me ha traído más problemas que soluciones pero no me arrepiento de nada, al contrario, volvería a cometer más errores de los que ya he cometido; esto llamado vida es efímero, quizá demasiado breve para querer morir incólume, no necesito halagos ni agradecimientos cuando llegue mi muerte; necesito una sociedad que se defienda, que crea en ella, que luche por sus derechos y no un rebaño que mansamente camina al matadero.
Y en ese periplo de la vida, esta forma de indolencia se hereda y se empiezan a parir generaciones de hijos sometidos a seguir las huellas del padre y no las propias, así, el país se convierte en un caldo de cultivo para que cualquiera haga y deshaga con nuestras vidas, nuestro futuro. No encajo en ese molde de venir al mundo a portarme bien, a esperar la edad de mi jubilación y creer que esa felicidad es bien merecida cuando sabemos que durante nuestra vida laboral dejamos de vivir y poco a poco fuimos muriendo, sometidos por lo que creemos o nos hacen creer; perdimos el rumbo, y decidimos ser mansas ovejas que, sin la necesidad de un pastorcito, somos devorados por un lobo, no tan feroz llamado comodín.
Vino el título de este artículo a mi mente cuando veo que somos varias personas en una, y no hay coherencia entre el hablar, actuar y pensar y todo se limita a vivir en el placer, quizá en una especie de nirvana a pesar que mi país caiga a pedazos.
Nada nuevo en esta tierra, testigo de levantamientos y masacres, donde decir la verdad es ser mentiroso, luchar por lo mío es ser revoltoso, amar la justicia es ser guerrillero ¿Tan perdidos andamos? Si, demasiado perdidos.
No sé qué será de este país, sé que en días o semanas puedo estar muerto pero no veo en los viejos y menos en los jóvenes una pizca de arrojo y menos, dignidad. Todo se queda en un círculo familiar donde “Vine a portarme bien en la vida” cuando es todo lo contrario, se viene al mundo a vivir la vida, a luchar por dejar un mundo mejor, luchar por los cambios que beneficien a las mayorías y no, a ser “hombres- ostras” que, al final, puedan hacer una perla nacer de sus entrañas, pero la vida no es un collar de perlas, sino un alambre de púas que corta, que hiere, que mortifica y es ahí, que debemos luchar por quitarnos esos grilletes mentales y perseguir los sueños, mis sueños y no, venir al mundo a pasar en un silencio patológico con tal de no molestar al patrón, que al final ya ni sé quién es.
Médico salvadoreño