De lo que hablamos los hombres. Y las mujeres

Es un tema insignificante. Pareciera que los hombres hablamos del átomo, de encontrar  la cura al Covid, de qué melodía se interpretará en el piano y temas de índole socio-político. A mis cincuenta y siete años, la mayoría de hombres abordan un tema: El Sexo. Mañana, tarde y noche es el tema inmortal, hoy, con la tecnología en la palma de la mano tengo un menú de grupos de conversación sobre quién es el más versado en la materia, y siendo honestos como debo serlo, eso de “Viejos los caminos y todavía echan polvo” en mi vida, no cuaja, no cobra vida.

Por: Francisco Parada Walsh*

Sin embargo, si alguien revisara la sección de fotos de mi táctil se encontraría con miles de fotos de mujeres vestidas, medio vestidas y totalmente desnudas pero el cuento no termina ahí, sino que los viriles ancianos hacen alarde de satisfacer a semejantes potrancas, cuando apenas, apenitas arrastran los pies. Con los pocos amigos que tengo, realmente abordamos temas del diario vivir pero entrar a contar hazañas y fantasías no vale la pena.

Me gusta conversar sobre animales, política mundial y local, de mi presente pero realmente eso de empezar a enviar fotos, comentarios sobre mujeres, en primer lugar ni me interesa y mucho menos me creo capaz de  tales hazañas. El cerebro del hombre es más un falo y el falo un cerebro atrofiado, así caminan las cosas y conocedor que el tiempo no perdona a nadie debo entenderlo y menos, creer que conquistaré a una bella mujer y volaré desde mi montaña mágica a ser ese galante caballero que le ayudará a bajar del elegante corcel, que entre risas y rosas disfrutarán un elegante vino, y después de una romántica cena, será esa alcoba un fuego del infierno que producirán dos cuerpos al friccionarse, no por favor, de romántica se pasa a reumática y hago un mea culpa que, no estoy para esos trotes.

Hablar de sexo, lo hice cuando era adolescente, hoy, casi pateando los sesenta ¿Quién soy para  arrogarme poderes sobre naturales para satisfacer a una lujuriosa mujer? No, todo pasa y no hay nada más cierto que la virilidad del hombre se viene abajo, y que duele entenderlo, duele pero es la verdad.

Recuerdo hace unos quince años que un pariente de un pariente que vive en la tierra de Ronaldinho me preguntó cómo estaba mi vida sexual, que él, sin ningún problema podría “echar cuatro polvos” y ante tal mentira, y con un par de cachimbazos entre pecho y espalda le pregunté qué sino le ardía el ano después de tal hazaña y fueron las risotadas de los presentes. En los grupos de conversación no participo, en primer lugar, vivo en un manicomio y no me gusta el mundo de esos cuerdos, de hombres exitosos, adinerados, que, mostrando finos licores o comidas exóticas lo único que demuestran es una inseguridad total y en segundo lugar, le tengo miedo al que no lee; entonces mejor decido solo observar el éxito, el poder, la fortaleza sexual y comentarios altisonantes cuando aparece la foto de una mujer.

Sé, por experiencia propia que las mujeres pueden ser más calientes que una braza, pero nunca abordan temas de índole sexual, no es que sean santas pero hay más pudor, más cuidado con lo que hablan y no se jactan de épicas noches de combates cuerpo a cuerpo o máscara contra cabellera, sino, se lo guardan para sí. Espero, si dios me da vida, seguir en esta sencillez de vida, sin alardes, siempre apartado, siempre solo, siempre aprendiendo en vez de enseñando y no me veo volviéndome más torpe, mas parlanchín, más pendejo.

Recientemente un amigo que vive en la montaña se enamoró de su futura vecina, una joven menor de treinta años, bonita, no más; entre tragos y tragos y ante el alarde que “Es que me mira diferente, voy a dejar que pasen unos dos meses y me le voy a poner claro”, fue que le dije: “Pélese frente a un espejo de cuerpo entero, tiene 74 años,  mírese bien, no tiene pelo, ni dientes, una barriga colgante, no se le ven los huevos, las patas las tiene como de pichiche” y para más joder pobre ¿Cree que esa joven le hará caso a un viejo como usted? Su respuesta fue “Puta, todo te lo acepto pero eso de patas de pichiche no, ya me  jojodiste, como que fuera Bukele”.

Decidimos mejor, seguir tomando, no chupando no vaya a pasarnos como los compadres que uno le dice al otro: ¿Nos la chupamos compadre? Si, le responde el otro y le dice: “¿Y dónde ponemos la botella?”.

Médico salvadoreño

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