Por: Scarlett Silhy
El corazón el ser humano
atesora un ramo de sentimientos,
de variados aromas,
en distintos momentos,
en los que no está exento,
que determinadas hojas
se las lleve el viento,
para que florezcan
pétalos de rosa
en mejores y especiales cimientos.
¡Ay Corazón!
rebosante de tanta y preciosa ilusión,
donde aveces anidas cierta aflicción,
provocando alteración
a tu paz interior;
aún así
eres cuna de colosales alegrías
y testigo vehemente
de muchos logros y bendiciones,
pero guardas contigo
lo más sustancial: el amor.
Amor: hermoso fruto,
el más bello y puro en absoluto,
para lo cual no existe ningún sustituto,
sentimiento que minuto a minuto,
instante a instante,
día tras día
debe alimentarse con el respeto,
perdón,
aceptación,
comprensión,
darse a uno mismo,
pero ante todo
con la mirada puesta en el Altísimo
Omnipotente,
Omnipresente: Dios,
quien aunque en ciertas situaciones,
no lo lleguemos a sentir,
siempre está amándonos incondicionalmente.
¡Ay Corazón!
abrazas el amor
en sus distintas vértices,
familia,
pareja,
amigos,
cada uno con sus elementos distintivos,
pero es amor: y es lo que vale.
En ti: hay cientos de anhelos,
podría ser: el amor de una pareja,
con la que pases
por el esto de tu vida la nochevieja,
pero no tu media naranja,
sino tu complemento,
quien aporte,
quien sume,
y juntos recorran el camino llamado: vida,
con todos sus aromas y sabores,
dulces,
agridulces,
amargos;
no obstante, unidos y con Dios.
La espera se hace larga,
pero si lo pides y está en Sus Planes
se hará. En Su Momento.
Corazón,
a lo largo de tu existencia,
en diferentes ocasiones
entristeces,
dudas,
te inquietas
y te haces tantas preguntas,
que parecen no tener respuestas,
pero te digo: no desfallezcas,
porque Dios te responderá
en Su Tiempo lo hará.