Por: Alejandra Rodriguez Ballester.
Su profunda reflexión sobre la condición femenina y sobre las mujeres que escriben se cruzaba con una búsqueda de innovación formal que la colocó en el centro de la vanguardia literaria del siglo XX. Virginia Woolf, de cuyo nacimiento se cumplen 140 años, revolucionó la historia de la literatura con su novela Mrs. Dalloway y se convirtió en un faro para toda mujer que desee escribir.
Fue a partir de su ensayo Un cuarto propio, en el que desmenuza los prejuicios sobre las posibilidades intelectuales de las mujeres y llega al hueso en el análisis del complot de dominación, atraso, reclusión y dependencia económica que las mantuvo amordazadas durante siglos, demorando su llegada a la escritura.
Virginia Stephen nació en Londres un 25 de enero de 1882, en una familia victoriana de clase alta. Su padre, Leslie Stephen, era un renombrado biógrafo e historiador, amigo de escritores como Henry James, Alfred Tennyson y Thomas Hardy. Su madre murió cuando ella tenía 13 años, pérdida que desencadenó el derrumbe familiar y produjo en Virginia las primeras heridas de una enfermedad mental que la llevaría al suicidio en 1941.
Virginia Woolf retratada por su hermana, la pintora Vanessa Bell.
Su mudanza del elegante barrio de Kensington al bohemio Bloomsbury, luego de la muerte del padre, junto con su hermana Vanesa y sus dos hermanos, marcó la transición hacia una vida más intelectual que se iba liberando del lastre de compromisos sociales a que la tenía destinada el entorno victoriano.
Su casa fue el centro de reunión de un grupo de jóvenes notables, el grupo de Bloomsbury, entre quienes se encontraban el novelista E.M. Forster – Pasaje a la India-, el economista John Maynard Keynes, el crítico de plástica y marchand Roger Fry, la novelista Violet Dickinson y, algunos de los nombres del arte y de la cultura inglesa que serían famosos al avanzar el siglo XX, como el poeta T. S. Eliot, el filósofo Bertrand Russell y la escritora Katherine Mansfield.
Una unión particular
A través las “veladas de los jueves”, Virginia conoce a Leonard Woolf, quien a su regreso de Ceilán le propone casamiento. El intercambio epistolar entre ellos da cuenta de sus dudas, afinidades y reparos, expuestos con franqueza por ambos, aunque finalmente en 1912, sellaron una unión peculiar.
Era –“A marriage of true minds, la unión de dos almas (como definieron, citando a Shakespeare, George Spater y Ian Parsons, autores de la biografía de la pareja-, un vínculo en el que la admiración intelectual parece haber sido mucho más determinante que la atracción sexual.
Juntos compraron una imprenta casera en 1917 y crearon la editorial Hoggarth Press, en la que publicaron textos propios y de sus contemporáneos. Entre sus logros editoriales figura la edición de La tierra baldía de T.S. Eliot (1923) y entre sus yerros, el rechazo de Ulises de James Joyce, novela que, sin embargo, tendría una fuerte influencia en la literatura de Virginia.
Un cambio de época
Sacudidos por la destrucción de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), artistas, escritores y escritoras afilaron su mirada crítica sobre la civilización europea que había llevado a semejante cataclismo. La obra de Sigmund Freud ponía en cuestión la confianza en la racionalidad, socavada por el descubrimiento del inconsciente. Las vanguardias, como el surrealismo y el dadaísmo, llevaron al terreno del arte sus premisas.
Las nuevas corrientes del modernismo literario cuestionaban los principios del realismo que intentaba reflejar la realidad a través de la las acciones físicas y externas de los personajes; los modernistas entendían que el corazón de la realidad estaba en la psiquis.
James Joyce. La innovación en la literatura.
Escritores y escritoras buscaron entonces nuevas técnicas para traducir ese descubrimiento: el fluir de la conciencia fue el recurso para representar literariamente el flujo caótico de pensamientos, sensaciones y percepciones que confluyen en la mente humana.
Si el Ulises, la audaz novela de James Joyce, se centraba en un día en la vida de un hombre común en la ciudad de Dublin, Virginia Woolf tomó Londres como escenario y escribió una novela también innovadora que narraba un día en la vida de una mujer común.
En Ulises, Joyce recurrió a todas las innovaciones formales que pasaron por su cabeza –cada capítulo está narrado según una técnica literaria diferente-, en Mrs. Dalloway, Woolf lleva a la perfección el fluir de la conciencia.
Señora Dalloway. La película.
Su personaje central, Clarissa Dalloway, sale por la mañana a comprar flores para la fiesta que dará esa noche. En su caminata por Londres se cruzará con otros personajes, y el lector pasará del fluir de la conciencia de Clarissa a la conciencia de Septimus o a la de Peter, a través de sutiles recursos, ya que Woolf logra prescindir casi totalmente de la figura del narrador.
Clarissa es un personaje en permanente observación de sí misma, rico en matices, fluido y cambiante. El contrapunto de este personaje vital y liviano es Septimus, un muchacho que ha vuelto de la guerra y está tremendamente desequilibrado por la experiencia traumática que acaba de vivir.
Numerosos personajes se cruzan en esta novela, de todos ellos tenemos el registro de su pensamiento y por lo tanto, múltiples puntos de vista; también a través de ellos se perciben los contrastes: la tragedia de la guerra, la modernidad, la pobreza, el amor y el suicidio.
Sobre su procedimiento, escribía Virginia en sus memorias: “Podría decir muchas cosas acerca de Mrs. Dalloway y mi descubrimiento al escribir la novela. La manera en que imagino hermosas cavernas detrás de mis personajes. Mi proyecto consiste en que las cavernas se comuniquen entre sí, y que todas queden iluminadas en el mismo instante: ¡La fiesta de la señora Dalloway!”.
Ese famoso cuarto propio
En Un cuarto propio, Woolf señala la importancia de las condiciones materiales de producción de las mujeres, que durante siglos carecían de una habitación donde trabajar y no podían disponer de dinero, lo que las ataba al hogar y limitaba su conocimiento del mundo.“Una mujer debe tener dinero y un cuarto propio para escribir novelas”, escribió.
En este ensayo, Woolf subrayaba la necesidad de que las escritoras encontraran una nueva sintaxis, distinta de la retórica del patriarcado, más libre y afín a la sensibilidad de la mujer. Para ella, Jane Austen era la primera escritora que había logrado eludir la impronta masculina que venía pautada por los escritores precedentes.
En Mrs. Dalloway puede decirse que Woolf ha encontrado una voz propia, por el ritmo y la musicalidad de la frase, por la naturalidad con que logra difuminar los límites entre el mundo exterior y la conciencia; entre las percepciones y los pensamientos.
Muchas de las ideas, los intereses y la sensibilidad de Virginia Woolf resuenan en el presente. Particularmente, su pensamiento feminista y su reivindicación del amor lésbico. Su matrimonio heterosexual no la hizo privarse de relaciones con mujeres; el romance más conocido es el que mantuvo con la aristócrata Vita Sackville West.
«Orlando», la película interpretada por Tilda Swinton. Foto Imdb enco
En ella se inspira al escribir Orlando, que inaugura el género de la biografía ficticia, cuyo protagonista nace hombre y a los treinta años se despierta mujer.
“Orlando se había convertido en mujer, no hay forma de negarlo. Pero en todos los otros aspectos, seguía siendo exactamente como había sido. El cambio de sexo, si bien alteraba su futuro, no alteraba en absoluto su identidad”, escribe Woolf, problematizando de una manera adelantada para su tiempo la cuestión sexo/género y planteando la posibilidad de una identidad queer o trans.
Sometida en su juventud a los dictados de la sociedad victoriana –y abusada por su hermanastro mayor, emblema del patriarcado más recalcitrante-, Virginia Woolf debe haber hecho un enorme esfuerzo para sacudirse esas cadenas.
Era exigente consigo misma, dedicó su vida a la literatura y a la reflexión sobre el oficio de escribir siendo mujer e instaba a las escritoras a adiestrarse en la libertad y en el coraje de escribir según su verdadero pensamiento.
No sólo sus novelas y ensayos, también sus memorias, que muestran la trastienda de la escritura y su cotidianeidad, tienen mucho para decir a las lectoras y escritoras contemporáneas.