Después de más de un año de que mi amiga la Rocola, estuviera presa o dormida en mi estrecha habitación, al fin está donde se goza, se ríe, se come, se toma y está junto a su inseparable amiga, la mesa de billar; es un dúo demasiado bello que, una le da ánimo a la otra y no se cansan de conversar, de joder; sería una locura que su compañera de farra fuese un confesionario, el pecado junto al pecado, el placer junto al placer, la santidad junto a la santidad y la vida loca junto a la vida loca.
Por: Francisco Parada Walsh*
Mientras la sacábamos del cuarto con gran cariño, apenas escuché unos pujidos, no supe si se quejaba de dolor, quizá la artritis tenía a los discos adolamados o quién sabe, quizá era el “Bukis” Marco Antonio Solís quien le daba su última despedida a Selena con su biribiribam ¡Tremendo biribiribambam! Fue mi amigo Omar, veterano de Vietnam, hombre brillante y loco como el solo quien buscó la manera de abrirla, de liberar tanto talento pues los antiguos dueños lanzaron la llave a las aguas del Sumpul, río testigo mudo de masacres; mientras mi amigo le zampaba el taladro escuchamos una gritería, no se entendía si gritaban, jadeaban o cantaban, de repente se escuchó una voz clara que decía: Todos en fila, hombres a este lado, mujeres a mi izquierda y Juan Gabriel que se siente en mis piernas; “El Divo de Juárez” no pudo quedarse callado y en vez de mostrar un arrebato de furia, apenas dijo: “Ay, tus piernas son el principio mi niño”; con Omar, no sabíamos si era el guaro, el delirum tremens, el LSD, la Morfina o qué, solo sabíamos que todo era real sin embargo nadie nos creería lo que escuchamos; nos quedamos viendo y le dije: No sé si estoy alucinando pero esta rocola habla, mejor voy a traer unas cervezas y así, quizá nos pongamos a tono con esto que nos está sucediendo; para luego es tarde me dijo Omar.
Después de zamparle el taladro al llavín no lográbamos abrirla, solo escuchábamos que decían: “Juanga, no te desesperes por salir, se te hace agua la boca con solo pensar en los conciertazos que te esperan y algún buen potro alazano”, eran las carcajadas de todos los cantantes prisioneros del destino; después de tantos intentos sin vino tino, logramos abrir mi tesoro, claro, es un tesoro pasajero, prestado por la vida; fue la rocola quien me dijo: “¿Por qué me has tenido abandonada Francisco? ¡Sos un gran cabrón! Quizá soy bipolar, he pasado de grandes zangoloteos, fiestas y todo tipo de excesos a sufrir este encierro que me mata, y todos los cantantes están igual que yo de aburridos, desesperados, hartos de esta cárcel que tú dices es tu refugio”; no me quedó más que decirle a la rocola que la compré hace más de un año y no tenía espacio donde lucirla y que, mi sueño es que estuviera en la terraza, para mientras la minga rueda en busca de la divierta, sería ella, que con sus bellos cantos nos entretuviera; parece que no fue del agrado de la rocola pues me dijo que, a ella le encanta estar siempre conectada, funcionando; es cuando llega al clímax al ver cuánto dinero en monedas tiene en su gran barriga; mientras le dábamos un sorbo a la cerveza fue Vicente Fernández quien algo renqueando, quizá la ciática afectó su marcha y que se saca tremendo pistolón, y deja ir un cuetazo, con Omar nos asustamos y fue Chente quien dijo: “No se asusten mis chingados, lo que quiero es tequila y una buena hembra”; con Omar salimos catizumbadas y buscamos en el baúl de mis recuerdos y encontramos una botella de tequila, pero no podíamos conseguirle a la hembra, y con algo de pena le dije a Omar ¿Qué piensa si le llevo la muñeca inflable que tengo bajo mi cama? Omar, con los ojos pelados, que ya de por sí parece pez sapo me dijo: ¿qué podemos hacer? Fuimos llegando con la botella de tequila y la muñeca inflable, ¡Para qué hicimos esto! Fue Chente que dijo: ¡Estos salvadoreños solo son culeradas! Y que le zampa cinco tiros a la pobre muñeca, mi pareja en tiempos de inanición; solo pude ver cómo salía volando la muñeca inflable y en lo que canta un gallo, Vicente saca de las cananas unos cartuchos algo recios, parecían de un calibre algo mayor; pero fue Miguel Bosé quien al ver el tremendo pistolón da un despavorido grito y empezó a cantar “Seré tu amante Bandido”; Chente, algo confundido le dice: “Ay mi niño, si te dejo ir una ráfaga de mis cartuchones, te mato”; de repente se escucha una voz muy particular, era nada menos que José Alfredo Jiménez quien dice: Órale mis cuates ¿Cuál es este relajo que se tienen? ¿Miren qué futuro el que nos espera? ¡Pandemia y guerra! y Es el “Príncipe de la Canción” quien le responde: “Ya lo pasado, pasado no te interesa” y es la risotada de José Alfredo al escuchar a su gran amigo, saca una botella de Ginebra y le dice: ¿Nos la chupamos Compadre? Y es Juan Gabriel que siempre de cola contenta le dice: “Ay si, y ¿Dónde ponemos la botella?” Todos los presentes se ríen, parecen haber olvidado el encierro sufrido.
En esa algarabía, pasa Ana Bárbara y dice:” buenas tardes señores” y es Chente quien le responde: “Buenas las tiene usted mi niña y que bárbara estás mi chula”, ella, parece no escucharlo; mientras algunos de los cautivos del tiempo están cegados por la luz del sol, comentan que, pasar encerrados por tantos años ya el público los olvidó, o quizá no los reconocerán por su mal estado físico; mientras aparece “The King”, Elvis Presley y con su maravillosa voz empieza a cantar “Con dinero o sin dinero, hago siempre lo que quiero y mi palabra es la ley”; todos guardan silencio, están extasiados, todos aplauden; mi sencilla casa era un molote de gente, todos grandes cantantes, famosos y ya Omar preparaba unas gallinotas asadas, chaparro y mandé a traer tortillas recién hechas, calientitas; todos los ex prisioneros de mi rocola le entraron con filo a la comida, el tequila no podía faltar; ya todos algo entonados empiezan a cantar: “Alto al fuego, cese al fuego en todo el territorio…”
*Médico salvadoreño