Era un sábado por la tarde, ya casi llegaba a mi casa, frente a mí marchaba un pick up color dorado, vi que disminuyó la velocidad para no atropellar a un pequeño perro, mientras ese cachorro o perro desnutrido pasaba junto a mí, lo llamé, él quiso detenerse pero no sé cuál era su afán, apagué el vehículo e insistí en llamarlo, él se acercaba y se alejaba, su alegría de que alguien notara su existencia era manifiesta, pero el miedo a la maldad también era evidente.
Por: Francisco Parada Walsh*
Recordé que llevaba un queso cheedar, raro encontrar tales delicias por estos lados, era el queso que llenaría una de mis panzas en los desayunos; mientras le puse la tapadera del tarro como trampa, Tom mordió el anzuelo, lo agarré con cariño y lo subí al carro, empecé a darle queso con el dedo, no sé cuántos días tenía mi amigo de no comer.
Entendí que le debía dar todo el queso, se lo devoró, se untaba la fría nariz y no dejaba de mover su colita; llegué a casa y lo amarré por si quería escapar pero no había necesidad, mientras le daba dos rebanadas de jamón, parecía enloquecido ante ese manjar, luego le di un pedazo de cerdo asado, era evidente su felicidad.
Era mi turno de cenar, Tom estaba bajo el comedor, le puse frijoles fritos ¡Otra delicia! No entendía cómo podía comer tanto; después de cenar lo abrace y él puso sus manitas sobre mi cuello y entendí que habíamos firmado un pacto de amor verdadero.
Todo lo anterior parece una historia de un buen humano queriéndose hacer y parecer más y mejor humano cuando no lo es, no, lo dramático de ver el hambre, la desesperación, la soledad, el miedo, el caminar sin rumbo solo pensé en un niño huérfano, en un niño y en un adolescente huele-pega, pensé en mi niño canoso.
Me imaginaba que yo caminaba sin rumbo buscando a mi madre y no había madre, seguía en veredas en busca de mi padre y no había padre ¡Estoy solo! Soy un niño y no tengo quien me cuide, los grandes me golpean, se ríen de mí; debo seguir buscando a alguien pero no existe ese alguien, no tengo comida y debo comer lo que sea, sigo sin rumbo, no sé dónde dormiré, no sé si llegaré a un destino pero ¿A cuál destino? Mientras le grito a la vida que haré, ella me contesta ¡Comer nada! Cuando pregunto ¿Qué comeré? Me responde ¡Más nada! No, ese perro humano me hizo viajar a las vidas de tantas personas que he conocido que no tienen ni leña en el área rural, y en la capital del pecado he convivido con niños endrogados para paliar el hambre y me detenía, les compraba pupusas, no son malos por andar andrajosos, sucios, los malos somos nosotros, siempre me daban las gracias, claro, yo me miraba como un animal raro mientras todas las personas que esperaban el bus estaban indiferentes.
Sé que se consume pega para aliviar el hambre, y eso sucedía mientras iba a misa, a una de las iglesias más elitistas de El Salvador; una dicotomía, Dios a una cuadra y dos ángeles sentados en una cuneta con su mirada perdida, totalmente endrogados, sin futuro, sin presente ni pasado; cuando noté el hambre de mi nuevo inquilino solo me imaginaba a un niño que no tiene qué comer y que alguien le ofrece una primicia; ese miedo a acercarse a un desconocido es un símil de lo que nos pasa según nos ha tratado la vida; esa desesperación es lo que vivimos como sociedad y es Tom el representante, el abanderado de una sociedad desesperada; no entiendo cómo podemos ser tan indiferentes pero mi amigo nos representa, no por la vida de perros sino por lo perro que somos en esta vida; mientras él ponía sus manitas en mi hombro rodaron lágrimas en mis mejillas, me identificaba con él; recuerdo una vez que siendo un niño de menos de cinco años me perdí por segundos en el correo Nacional y gritaba como loco, lloraba y gritaba ¡Mamá! En minutos o segundos mi madre estaba abrazándome, lo recuerdo tan bien y ahora soy otro, esa hambre no la debe pasar ni un animal ni un humano, ese miedo a no saber qué, no debe existir en nuestra alma y ese dolor que nos causamos unos a otros, no lo entiendo.
Le preparé su cama, ¿Cuántos días habrá tenido mi amigo de no dormir cobijado y caliente? ¡Ni idea, ni idea! Solo sé que si yo fuera Tom quisiera que un humano me protegiera y sentirme amado o si fuera un niño huele pega desearía que fuera una madre perra quien me abrigara, como lo fueron Rómulo y Rémulo que una loba los protegió ante la maldad humana. Recién le ofrezco desayuno ¡No tiene hambre! Está con su barrigota contenta, está feliz.
Un estado cada vez más lejano para el humano. Le puse Tom en honor a Tom Hanks, uno de mis actores favoritos y ante dos películas que me impactaron como son “Renacido” y “El Náufrago”; mi amigo es una alma renacida y ya no es náufrago, llegó a un puerto no sé si de amor, no lo sé, solo sé que mientras yo viva, jamás le faltará comida y mucho menos respeto y amor.
*Médico salvadoreño