Estamos a meses de que el ejecutivo llegue a tres años de los dos, apenas dos que le quedan. ¿Qué he aprendido de ellos? A odiar.
Por: Francisco Parada Walsh*
Odio a yo, tu, el, ella, nosotros, vosotros, ellos. ¿Qué he aprendido de ellos? A mentir, antes era algo mentiroso, debo reconocerlo pero el cinismo que me invade me permite mentir sin miseria, sin lástima pues soy el niño pueblo y mi padre presidente, eso me enseña, eso respiro, eso inhalo.
¿Qué he aprendido de ellos? Que no debí estudiar, ni los estudios primarios y menos medicina, poco importa el diagnóstico certero, la salud del paciente, el Juramento de Hipócrates, la verdad al paciente, el amor a mi prójimo, ser justo en mis honorarios; que no debí desvelarme, no, eso solo los tontos lo hacen, debí dormir como lirón y esperar, esperar pacientemente a que, llegara este gobierno donde ser un burro es más que un profesor, no es tango lo que escribo, es la verdad; entre más ignorante, más alto es mi cargo entonces mis prioridades cambiaron, todo es al revés, la mentira es verdad, la ofensa es un halago, la violencia es nuestra esencia, la vulgaridad es una moda y la ignorancia, la reina del carnaval ¿De cuál carnaval? Del carnaval de la indolencia donde los bufones son también los dueños del circo y los payasos, somos un pueblo cada día más sencillo, más ingenuo, más ignorantes.
¿Qué he aprendido de ellos? Que los libros no sirven para nada, no sé cómo fui tan torpe, tan sencillo y engañé a mis padres para que me compraran largos y pesados tratados de anatomía, de medicina interna, de neurología cuando en esta vida todo es una burbuja que alza vuelo y muere en el cielo; entre menos se estudie, usted es elegido. Brutos de Brutos, no hay un Popeye, y menos espinaca, solo coca, y no coca cola sino coca donde la tribu baila alrededor de una fogata donde se queman libros y a veces, algunas vidas.
¿Qué he aprendido de ellos? Que el miedo vence, que el miedo destruye almas, sociedades y si no somos ni sociedades entonces ¿Qué destruye el miedo en nuestra patria? Destruye el poco tejido social que nos queda, se aprovecharon del miedo de un rebaño miedoso, basta que se grite “Todos van a ser sacrificados” para escuchar los balidos y gemidos de un borreguísimo a lo ignorante, talentos de talentos viviendo en el mayor ostracismo donde una ostra, a pesar de su soledad y encierro es más feliz que el Cum Laude pues la ostra puede parir una perla y el otro, aun, aparte de perder su poca identidad, no tiene ni una pizca de dignidad.
Eso somos, como los durmientes, solo truenan nuestros huesos ante el perverso ataque de la mentira y aun, el enemigo es mi vecino, otro muerto de hambre como yo pero ¡Soy diferente! mi enemigo es el soldado del alma, que lleva y trae, trae y lleva y como se me estruja el corazón al ver que, las lecciones no las aprenden todos, no, no es para todos la luz.
Mientras ¿Qué aprendo? No lo sé, sin embargo de a poco mis articulaciones de las manos se entiesan ¡Es lo único! Y habrá un momento en que ya no podré escribir y debo solicitar al Estado Mayor Conjunto y al Ministerio de la Defensa que, por favor envíen a un soldado a seguir mi línea editorial, no podré dictarle por adolecer de un deterioro mental ni revisar sus documentos por haber perdido la vista, será el lector que no notara diferencia alguna pues así como manejan los buses con tanta habilidad deben escribir lo que yo no puedo y eso es todo lo que pido.
¿Qué he aprendido de ellos? A que no me importe que el odio supere al amor, que el fanatismo mate a nuestra historia, a entender por qué somos un paisito perdido donde en el reino del ciego, el tuerto es rey y ¡Cuántos tuertos tenemos! Bendita patria que, ni tú, pudiste saber quién eres, parece que adoleces de alguna enfermedad mental, pueda ser que seas paranoide, sicótica, esquizofrénica, adicta a sustancias pero no te da derecho a re- matar a tu gente.
¿Qué he aprendido de ellos? Que no puede faltar los pitos en mis menjurjes, ni en mi diario morir, morir, morir…
*Médico salvadoreño