En el aniversario 61 de la derrota de Estados Unidos en Playa Girón, salta a la vista, a la luz de estos tiempos caracterizados por las sanciones de Washington a parte del planeta, que las administraciones del Norte NO fueron penalizadas por su abrigo a la invasión por Bahía de Cochinos.
Por: Roberto Morejón
Estados Unidos utilizó huestes mercenarias, identificadas como la tristemente célebre brigada 2506, para atacar por el centro sur del archipiélago cubano, y así crear una cabeza de playa y un gobierno satélite, el cual sería reconocido posteriormente por la Casa Blanca.
La prensa de la época e investigaciones posteriores a los hechos pusieron sobre el tapete el papel protagónico de la CIA, Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos, en la alineación de los aventureros en campamentos en Centroamérica.
La administración de Dwight Eisenhower trazó la pauta heredada por John F. Kennedy, quien si bien puso luz roja a la participación de marines de su país, prosiguió con la idea de patrocinar el adiestramiento de los asalariados de origen cubano.
La CIA transportó a los reclutas a sus bases, pagó los gastos de la instrucción y creó una pequeña fuerza aérea asociada.
Estados Unidos, su carne de cañón y la OEA —alborozada con el plan— esperaban el apoyo abierto de los cubanos al arribo del ejército supuestamente salvador.
Incluso, Estados Unidos trató de evitar en último momento el descalabro de los invasores, al enviar unidades a bordo del portaviones CVS-9 a explorar la región sur-central de Cuba.
Todos chocaron con la realidad de una resistencia no prevista por la CIA y la liquidación del episodio guerrerista en 72 horas, NO sin que la nación caribeña pagara un precio.
Los mercenarios lamentaron la pérdida de un centenar de sus efectivos y la captura de 1200 junto con su armamento, aunque a la postre la nación norteña acogió a los derrotados.
Llegaba a su fin la Operación Pluto, al abrigo de la CIA, agencia oficial de Estados Unidos, contra un país pequeño, apenas sin equipamiento militar.
En Washington pudieron frenar la contingencia, pero confiaron en que los mercenarios abortarían la experiencia de justicia social iniciada en Cuba en 1959, calificada de “peligrosa” por el Norte.
Si la OEA fuera democrática e independiente, como progona, habría exigido, junto a gobiernos de la época, sancionar a Estados Unidos por respaldar la violación del Derecho Internacional.