Por: Francisco Parada Walsh* |
Es un valor necesario en cualquier comunidad. Lamentablemente vivimos en el sentido contrario a las agujas del reloj. El país perdió el poco tejido social que tenía, era muy poco, algo si como la tela de una araña donde apenas sosteníamos nuestros traumas, venganzas, sueños, anhelos sin embargo esa frágil tela, ese tejido raído se rompió y caímos de sopapo a una realidad roja, sangrienta donde aún, muchísimas personas no han entendido lo que se avecina.
La empatía dio paso a la antipatía, al odio y a esa infinita sed de sangre que el hombre tiene; siempre lo he mencionado, es el pobre el que paga todas las culpas de una sociedad y de un ejecutivo perdidos a todas luces; ¿Qué puede sentir una madre al ver que su hijo fue asesinado de una brutal paliza por miembros de la Policía Nacional Civil? ¡Dolor del bueno! La empatía, tan necesaria en una sociedad medio civilizada ya no existe, todo se resume en que el miedo es el único lazo entre unos y otros, y realmente nada se puede hacer, todo está perdido.
Al final no sabemos quién es el bueno y quién es el malo y no sé por qué a veces creo que yo soy el malo y el motivo que fundamenta mi apreciación es que escribir es un delito que atenta contra un estado en mal estado y contra la ignorancia de un pueblo que, en esa goma eterna no lee, todo es reflejo, todo es un hedonismo y tan grave es la situación que aun, la muerte forma parte de ese hedonismo.
Una familia es una pequeña sociedad y debe la empatía prevalecer, la batalla está perdida y si queremos saber lo que es amar, debemos ir en busca de la empatía, ese sentimiento que da calor a un corazón frío, que por un momento nos hace ponernos en los zapatos del otro, de sentir el dolor del hermano; no hay tienda mundial donde se le pida al vendedor: “Deme diez dólares de empatía, cinco dólares de respeto, tres dólares de solidaridad, ah, se me olvidaba, y deme diez pastillas de buena memoria para no olvidar por lo que vine”; así, las cosas parecen fáciles sin embargo lo antes mencionado es un sueño, todo es una utopía por un país mejor manejado por lo peor sin embargo, son los anti valores los que nos mantienen alertas, es el odio, la venganza, la sangre, la muerte y usar el nombre de dios en vano, lo que es nuestra escala de valores.
Empatía, palabra huraña en una sociedad totalmente sin identidad; así, somos presa fácil de lo que se nos quiera vender, sencillamente no hay una referencia a la bondad y por ende, todo debe ser lo adverso a la empatía y en forma tangible, tenemos que el discurso del ejecutivo siempre es una exquisitez no de oratoria y menos de conocimientos sino de arengas al populacho, y a un populacho que clama sangre.
Haré un ejercicio mental, si en este momento se dijera en cadena nacional que el 1 de mayo serán fusilados diez pandilleros en el estadio Cuscatlán no sentiríamos vergüenza ni dolor y menos rechazo y seguro que ese estadio estaría a reventar cual si se jugara la final de una copa mundial. No exagero, sin embargo los comentarios que leo y escucho es que todos los pandilleros deben ser eliminados y esas palabras vienen del alma negra de un católico que alaba a dios por la mañana y por la noche, adora al mismísimo diablo.
Se pudiera recuperar esa empatía, sin embargo ante el humo y la neblina en que vivimos, no hay forma de hacerlo, somos fantoches reflejos que nos ajotan y aun, no lo hemos entendido y ni lo vamos a entender.
¿Cómo pudimos llegar a convertirnos en criaturas de odio? No lo sé, por eso evito el contacto humano y me refugio en la cola de un gato, en el amor de un perro donde todos somos uno y uno somos todo; ahí, en ese sub mundo para algunos y mi entera realidad hay empatía desde que amanecemos, desde que salimos en manada en busca de la felicidad; algo imposible de vivir en tierra fecundas de la maldad más perversa que haya existido.
*Médico salvadoreño