La reciente publicación del libro Varilla Negra nos expone a interiorizar en la realidad humana de una población sometida a una larga guerra civil. Del reto que significa para un citadino enfrentarse a un entorno tremendamente hostil.
Por: Igor Ivan Villalta Sorto*
En esos momentos de la historia del país las estructuras partidarias consideraron pertinente que desapareciera por un tiempo de la ciudad de San Salvador, debido a la intensa persecución que sufríamos. Lo que recibí con mucha alegría, debido a que la ciudad se había vuelto un tormento.
Partía a la montaña sin tener una concepción clara de los que significaba vivir en el campo, desconocía la diferencia entre ciudad y cantón, pero también me permitió conocer a personajes interesantes como los comandantes Chano Guevara y Ramón Arce, ambos de extracción campesina.
El desarrollo de la guerra requería formarse para ella. Recuerdo cuando Chano me llamó para pedirme mi nombre legal, me miró a los ojos y me dijo: si algo pasa debemos informar a tus familiares, debido a que nos encontramos en una situación de guerra. Esas palabras como que me despertaron a que no me encontraba de turista en el inframundo, nos encontrábamos en un contexto de guerra revolucionaria y deberíamos actuar en consonancia a ese hecho real y concreto.
Ramón era oriundo del cantón Varilla Negra, era más relajado que Chano, nos tratábamos más como cheros que otra cosa, con ambos nos reíamos, contábamos chistes, hacíamos mofa y burla de nosotros mismos y de compañeros que por razones diversas habían tenido traspiés y se encontraban frustrados.
El caso que me recuerda cuando en un avance enemigo, dejé escondida la mochila de Silvestre, alguien la encontró y por supuesto desapareció. Indudablemente desató la furia de Silvestre debido a que estaba próximo a salir del frente y esto obstaculizaba su salida. En sus documentos el aparecía de pelo rizado, pero en realidad su cabello era lacio. Ramón al verlo sentado en una piedra y profundamente consternado, le decía: “aja colocha, así que te jodieron, hoy si te dejaron con los colochos hechos”.
El paso por Varilla Negra significó también interactuar con otros personajes emblemáticos en la guerra revolucionaria emprendida por todo un pueblo. Me refiero a un compa feroz en el combate, sus acciones se recuerdan a manera de leyenda, me refiero al compa Puma, individuo recio, con una complexión física robusta. Herido en combate en la batalla del Moscardón entre los municipios de Torola y San Fernando. En consecuencia, debieron amputarle una pierna.
Cuando se realizaban los preparativos de la Ofensiva Final “Hasta el tope” el compañero Puma no se quiso quedar en su exilio, pidió participar en ella. Lamentablemente cayó en combate en la ciudad de Soyapango.
El Puma
Mi participación en la lucha revolucionaria inició desde que estudiaba primaria, arengando a mis compañeros de estudio para que nos uniéramos a las protestas que se realizaban por el alza en el pasaje de autobuses. Por otro lado, no es fácil escribir un libro que mueve tantas emociones.
Todo inicia en una noche de intensa lluvia, en reunión familiar con dos compañeros biólogos. Luis Mejía y Lindolfo Carballo, decidimos escribir nuestras experiencias en el proceso de las luchas populares. Pasamos toda la noche escribiendo el prologo del futuro libro, que sólo alcanzó a tener una página.
Luego decidí escribir la historia debido a que, si pasaba más tiempo, olvidamos detalles y personajes. La primera noche que inicié el manuscrito, precisamente en la ciudad de Gotera, capital provincial del departamento de Morazán. Me asaltaron los recuerdos de guerra, casi no dormí esa noche, debido a que desencadené un torbellino de pasiones y recuerdos que se hicieron presentes uno tras otro.
También quiero hacer mención del aporte del compañero Santos Cándido Bonilla (Camilo) que me ha colaborado en los detalles y precisiones de los personajes, locaciones exactas en donde se desarrollaron los combates, o acciones importantes.
Al comandante Logan (Dagoberto Gutiérrez) firmante de los acuerdos de paz. Y que en el prologo del libro escribió: “Todo esto es recorrido en el relato abierto y descarnado que nos ofrece Igor. Hay que leer Varilla Negra con ojos bien abiertos y con los sentidos encendidos. Es la historia de un biólogo, que siempre perdía sus anteojos, pero no su rumbo. Que enseño lo humano de la guerra, nos dice que la historia no es labor de súper hombres sino de hombres y mujeres comunes que se comprometen aprenden a aprender y a mirar la realidad de frente tal como convendrá siempre”.
*Biólogo e investigador