El poder en las religiones es complejo, tiende a la burocratización de los liderazgos y cierta rutinización de los poderosos. Muchos latinoamericanos consideran a los sacerdotes como hombres de Dios, a la vez que intercesores ante Dios. En el momento de la confesión, el sacerdote está en contacto con Jesús y por ello puede interpretar e incluso aconsejar algo que se confronta con el Magisterio de la Iglesia. Debe discernir qué haría Jesús ante ese caso en particular, como cuando perdonó a la mujer adúltera.
Por: Elio Masferrer Kan*
Existen dentro de las iglesias los profetas, su legitimidad deriva de la capacidad de interpretar los mensajes divinos, a través de él hablaría Dios. Entre carismáticos y pentecostales hay quienes tienen el Don de la Profecía, que consiste en entender o traducir el mensaje divino de una persona que está conmocionada pues tiene el Derramamiento del Espíritu Santo y habla en lenguas que la mayoría no entiende.
Estas situaciones tienen una institución, Jesús le dijo a Pedro “sobre esta piedra edificaré mi iglesia -y añade- Los poderes del Infierno no prevalecerán sobre ella” Mt 16-13. Los primitivos cristianos iniciaron el proceso en forma valiente y consistente, ¿son necesarios los sacerdotes y las iglesias? Pues también especifica: “donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo” Mt 18-15. En este último versículo está proponiendo el sacerdocio universal de los creyentes. Todos los creyentes son sacerdotes. La burocracia eclesiástica entonces es un invento de los hombres interesados en el poder.
Los apóstoles son hombres seleccionados por Jesús para que fueran “pescadores de hombres”, que divulgaran su fe. Los 12 hombres elegidos debían divulgar la Buena Nueva. Los obispos (de todas las iglesias) tratan de construir generalogías sagradas llamadas “sucesión apostólica” donde exponen como están relacionados con Pedro y ello les daría legitimidad. Los fundadores de órdenes y congregaciones religiosas habitualmente como profetas, habrían recibido un mandato divino que se conoce como el carisma del fundador. Muchas iglesias designan a su fundador y/o su líder actual como “El Apóstol” lo que le daría al mismo una cierta sacralidad.
La antropología tiene una larga tradición de observar la presencia de Reyes divinos, personas con poder político que se presentan como elegidos por Dios, tenemos entonces también una sacralización del poder político, la teocracia, que surge de la voluntad de Dios y no de la soberanía popular.
Estos elementos conceptuales son indispensables para entender los liderazgos religiosos surgidos en el Siglo XX, que Hilario Wynarczyk llama la Nueva reforma apostólica, líderes religiosos que se presentan como elegidos o enviados por Dios que tienen un poder muy peculiar dentro de su Iglesia, que prácticamente los convierte en “dueños” de la misma, pues nadie tiene poder para pedirle cuentas o señalarle cualquier error, pues no los designó ningún ser humano y Dios nunca se equivoca; en este contexto, debemos entender el liderazgo de muchas iglesias y particularmente, la Luz del Mundo.
Tenemos entonces dos “realidades”: las creencias de su iglesia que le dan al fundador, a su familia y descendientes una cierta sacralidad, una naturaleza no humana, que contrasta con la opinión del Juez y el sistema judicial del estado de California que lo considera un delincuente y condenan a prisión, tras declararse culpable.
Se confrontan distintas lógicas, la Iglesia no puede aceptar la condena y sus consecuencias. Mantiene su liderazgo, aunque Naason Joaquín reconozca actos que están condenados por su propia Iglesia, en la lógica de los devotos y apologistas sería parte de una conspiración, o simples “transgresiones” de quien no puede ser evaluado por ninguno de los creyentes. “Dios escribe derecho sobre renglones torcidos” decía Santa Teresa de Jesús.
Este ejercicio analítico nos permite entender las razones de la sinrazón, el oficio del antropólogo consiste en comprender la lógica con la que operan los actores y grupos sociales que lo justifican y defienden. Aunque las denuncias son presentadas por los propios creyentes desencantados, que en un proceso crítico van separando sus creencias de los abusos, pues entraron al Infierno en la supuesta Tierra Prometida.
Los antropólogos tenemos un compromiso ético con las víctimas.
*Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH