Debido a mi entrañable y cariñosa amistad cederé mi espacio en el mejor semanario del mundo para dejar que sea uno de los hombres más brillantes que he conocido quien lo deleite con estas líneas. Cursábamos octavo grado cuando un compañero le dijo a otro: “Te voy a meter un talegazo” por lo que el profesor preguntó si alguien sabía el significado de talega, nadie levantó la mano y fue mi amigo Rafael Merazo quien dijo: Talega es una bolsa o saco para cargar cosas. (Francisco Parada Walsh)
Dr. Rafael Merazo Peralta
No existe una doctrina económica o política, por perfecta, sencilla y justa que sea, que no sea imposible de resolver en última instancia, debido a la ambición, la avaricia y la envidia. Afirmaba Freud que las gentes desean en forma esencial, ser grandes y tener sexo. Adler por su parte, advocaba por el complejo de inferioridad como motor común y esencial en la psique del hombre.
Oprimido y opresor, es la misma variable equivalente en el plano psicológico emocional. Y como nos inclinamos por la omnipresencia del complejo de inferioridad en la psicología del hombre, ya sea por constitución genética animal o por naturaleza psicológica, este complejo nos parece particularmente potente en su manifestación, en la conformación de una sociedad jerarquizada en clases sociales.
El presente apartado habría sido titulado inicialmente como “el médico – el abogado”, para reflejar el anhelo de superación entre las personas, como una meta “relevante” establecida en estas profesiones, como habría de ser lo natural y necesario para conseguir una mejor forma de ganarse la vida y de servir a los demás en la sociedad. Sin embargo, tal no nos parece una respuesta, al porqué las gentes estereotipan estas carreras, que por lo mismo escogimos como parámetros, como algo que se considera importante en la estructura social. Y lo seleccionamos, por lo mismo que no nos explica la razón tras el telón de la superficie, por la cual muchas personas estudian estas carreras.
Las series de televisión y el cine, están plagadas de cursilerías diarreicas y abominables respecto a los médicos y a los abogados. Si la humanidad fuera un poco más avanzada y sensible, estas grandiosas porquerías deberían ser proscritas y castigadas por la ley. Pero al fin, es ficción. Sin embargo, algo muy diferente es que un perfecto idiota en la vida real, se lo crea para sí. Valga esto para un anglosajón narcisista o un aborigen de nuestra latitud. Cualquier profesión o trabajo, representa una responsabilidad. Por otro lado, no es un asunto narcisista, ni para la exaltación o degradación de ninguna labor humana que sirva a los demás.
Es notorio que hay motivos básicos y ocultos subyacentes en cada pasión humana, y esto no excluye a las profesiones. A manera muy ruda, solo como introducción a nuestra charla, sostendríamos como ejemplo, que un ingeniero gusta de controlar, mandar y someter a los demás; que tanto el abogado como el médico representan figuras de poder y control sobre otros; que hay reflejo de nuestro interior al preferir un instrumento musical que un arma; o participar en una orquesta con un solo instrumento o ser el director, etc. Sencilleces que se hallan en cualquier test psicológico.
Con asombro discutía este tema con cierta colega médico de la especialidad de psiquiatría, quien, ante la pregunta del porqué habría ella estudiado medicina me respondía, que desde niña sentía inclinación a ayudar a los demás y ser bondadosa. Me tiré de los cabellos en mi interior sin refutar, ante tan increíble respuesta… ¡válgame Dios, que se trata de un especialista en ciencias de la conducta!… Reflexioné: pobre mujer, no sabe que aún siendo bastante mayor se siente inferior. Notamos muy acentuado este complejo en la clase media, porque precisamente la mediocridad no condiciona ni favorece rutas de escape a los conflictos, que habida cuenta, llevamos desde la niñez (no generalizar en forma tosca). La mediocridad puede ser una implacable determinante a manera de una camisa de fuerza entre alienados sometidos, es decir, sujetos a restricciones insuperables tanto sociales, económicas, y sobre todo psicológicas.
De ahí que, tampoco como norma, pero sí como alguna tendencia notoria, exista cierta rivalidad entre médicos y abogados, más acentuada en los últimos hacia los primeros ¿quién como yo repetirán en su subconciente? Una persona narcisista (de nuevo con acento en la clase media) establecerá una comparación, una competencia en su interior. Esta persona narcisista y mediocremente inteligente (debe ser mediocremente inteligente) al verse “superada” su envidia se transforma en agresividad.
Otro ejemplo, en la clase media fortalecemos el narcicismo en nuestros hijos. Proyectamos todas nuestras carencias y traumas en ellos.
Es natural que anhelemos que nuestros hijos lleguen a las estrellas; pero esto se desvía como norma: antes que desear la simple felicidad de nuestros hijos, queremos de ellos la grandeza, la opulencia, el poder. Simple proyección de nuestra propia tristeza interior.
Nunca se piensa en su felicidad, sino que todo es pura vanidad y alienación social. Lo peor: no solo se limita la infancia de los hijos, sino que, el resultado pocas veces es el esperado. Los saltos hacia arriba en la escala social, son la rarísima excepción.
A lo mejor, si la inclinación de un infante fuera un instrumento musical, pues habrá que fomentársela, y por seguro que un maestro resultará de ello. No una persona grande, importante, poderosa o millonaria, sino mejor, alguien que disfrute haciendo lo que hace así llegue a ser o no, relevante. No hay labor humana que sea superior a otra. Conozco gente de poca inteligencia y de pocos principios, entre médicos y abogados. Renombrados profesionales pueden ser personas ruines, mercantilistas, charlatanes, faltos de escrúpulos o perfectos mediocres ignorantes que saben venderse bien. Un obrero del campo puede ser sencillamente noble y delicadamente inteligente por lo contrario.
“Vístete bien Sancho, que un palo bien vestido, no parece palo”
La gente compra la publicidad, la gente es fetichista. Una persona puede ver una modesta oficina, taller o consultorio en un barrio cualquiera, atendido en nuestro no tan hipotético ejemplo, por un maestro en la profesión o arte que desempeña. Pero preferirá a otro, elegante y perfumado, que ubique su oficina, consultorio o taller, en un lugar más “exclusivo” así se trate de un total mediocre.
Es incluso redundante mencionar por lo abrumadoramente notorio, que la publicidad comercial está cargada de alienación de clase social, de forma que el mismo complejo es sabiamente utilizado para fomentar el consumismo. Consumes lo que consumes, porque te sientes inferior.
Hablamos en otro artículo, sobre ridículas personas que uniforman a sus empleadas domésticas aunque vivan en un barrio menos que pobre; de perfectos tarados acomodados pero no millonarios, fumando habanos en ropas de manta y con sombrero, etc.
No podríamos vivir sin el trabajo y concurrencia de los demás, el trabajo que sea. El problema único es la desigualdad en términos de dinero. Si el salario mínimo, si las prestaciones laborales, si los comerciantes, empresarios, políticos no corruptos, garantizaran para todos un modo de vida digno, a lo mejor gran parte de esta conversación sería irrelevante, así los complejos de clase social perduraren.
La clase media vive en comparación todo el tiempo. Conde de Maistre: “No sé cómo será el corazón de un canalla, sólo conozco el de un virtuoso, y es espantoso”