Resultados de una gestión pública de millennials

Es la generación millennials aquella nacida entre 1980 y 2000, nativos digitales, muy esforzados para con su formación personal, así como decididamente comprometidos con su auto cuido, lo que también explicaría su apertura para con los temas considerados tabú.

Por: Luis Arnoldo Colato Hernández*

Es William Strauss quien acuña el término a mediados de los 80’s, añadiendo que la constituye principalmente una generación que padece limitaciones materiales, por lo que se sobre esfuerzan para superar esta situación, no siempre de modo escrupuloso. Son también los padres de otra muy particular generación: la de cristal.

Podemos añadir que es además la generación post guerra fría, que crece alienada por el modelo neoliberal, el único que conoce, por lo que son poco críticos de precisamente la historia que les fuera negada por un modelo y las fuerzas interesadas en conservarse y perpetuarse en el tiempo.

En este punto es fundamental recordar que cualquier formación, por impecable que esta sea, si carece de experiencia en el campo de la disciplina, tendrá en el mejor de los casos, efectos limitadamente positivos.

Y es que la retórica formativa tiene sus límites cuando de abordar la realidad se trata, puesto que las variables que hacen posible los efectos esperados no siempre se acomodan a los modelos estudiados en la academia, por lo que la experiencia es llanamente, fundamental, a falta de subrayar esencial.

Así las cosas, los mejores deseos en el ejercicio de la ocupación o la profesión que se desempeña, chocara contra los límites naturales de la propia formación, o en su defecto, de la integridad que se detente; esto porque claramente y ya abordando a quienes nos regentan, el tema de la integridad pesa oro.

Algo que no refieren por obvias razones los estudios de Strauss, es la conducta que en un buen porcentaje de esta generación se aprecia: la poca, y en algunos casos extremos, nula tolerancia.

Desde acá abordamos la personalidad concreta del líder, que empero se rodea no de iguales, a los que no tolera, sino de desinhibidos seguidores incondicionales, quienes se conforman en su rol de miembros de la tribu.

Sumemos a ello el ávido deseo de recibir reconocimiento, sin ningún reparo en el conjunto de elementos que hace posible la tarea, destacando los personalismos interesados por encima del bien común, lo que con facilidad se desliza al mesianismo verticalista e inescrupuloso, que no duda en premiar o castigar sin reparo y en atención solo a los propios intereses, irrespetando acuerdos previos.

Por supuesto, este caudillo no es diferente a sus pares previos como gobernantes, lo que no lo distingue, y en cambio es otro más que la historia reducirá a apenas un nombre, pues su tiempo pasó sin pasar, es decir, no se separó de sus predecesores en nada, y en consecuencia tampoco a hecho nada, pues sus supuestos logros no soportan el más mínimo examen, lo que lo reduce a apenas un demagogo que no generó empleos, institucionalidad, sustentabilidad, equidad o integración.

Y es que la historia juzga solo hechos, no narraciones extraordinarias.

*Educador salvadoreño

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