Soñé que era panadero. Mientras despachaba a unos clientes, recibo una llamada de no sé qué lugar, quizá del cielo, del infierno, o de este manicomio que es mi patria donde me encargaban siete millones de pan de muertos, les hice la salvedad que solo hacemos pan de vivos, pareció que mi interlocutor no entendía, y volvió a insistir que la orden provenía de casa presidencial; yo no entendía nada.
Por: Francisco Parada Walsh*
¡Qué pan de muerto! ¡Qué casa presidencial! Y no dejé de molestarme, pensé que era una broma de mal gusto mandar a ordenar siete millones de pan de muertos; nuevamente le repetí que no hacemos pan de muertos, que nuestra panadería ama la vida y por ende, solo horneamos pan de vivos; el cliente pareció entender, o eso pensé; le pregunté si querían pasas o arándanos que aderezaran el pan de vivos y la respuesta fue: Para casa presidencial, échele lo mejor, frutas acitronadas, hierbas aromáticas, avellanas y si puede, algún licor, pero que sea el más fino licor, no una cosa de mal gusto; todos en la panadería no dábamos crédito al pedido, estábamos felices, y necesitábamos comprar toda la materia prima, aun, tuve que hacer un presupuesto por el altísimo precio de todos los productos a ocupar, ante tal cantidad de dinero a gastar decidí llamar al cliente quien no quiso dar su nombre, me contestó la llamada inmediatamente y le dije que necesitaba un adelanto pues era primera vez que la panadería haría semejante cantidad de pan, claro, a pesar de la altísima reputación de mi negocio, esos presupuestos salían de mi control; el cliente no se inmutó y me respondió que en menos de una hora llegarían unos hombres a dejarme tres millones de dólares ¡No lo podía creer! ¡Tres millones de dólares! Mientras empezábamos a limpiar las mesas se apersonaron unos hombres de traje, quizá ropa comprada en esas tiendas de moda, en sus mundos parecían querer intimidar sin embargo más parecían matones de barrio que miembros del batallón presidencial, sacaron una maleta negra y fue el jefe quien en su lejana voz me dijo: “No le vaya a fallar a mi jefe, que sino, sufrirá la ira de Alá”, en mis adentros pensaba “Cómo este hombre me viene a amenazar, a la puta, solo eso faltaba”; preferí no discutir, tan famélica era su presencia como sus neuronas y tomé el maletín poniendo cara de seriedad cuando me moría de ganas por abrirlo y que mis ojos vieran semejante cantidad de dinero.
Empezamos a comprar las mejores frutas y harinas, les hice ver a mis panaderos que todos recibirían una alta comisión si entregábamos el pedido antes del fin de semana y que no habría problemas en contratar más personal, todos aplaudieron; no sé porque vino a mi mente que los panes de vivos que serían los que degustarían en casa presidencial en vez de tantos menjurjes a revolver, quizá sería más atinado que llevaran menos pasas y más sentido común, menos duraznos y más respeto, menos levadura y más verdad, menos harina y más reconciliación, menos avellanas y más oportunidades, menos odio y más amor; sabíamos que encontrar esos ingredientes no sería tarea fácil pero no perdimos ni un segundo en buscar tales valores hasta debajo de las piedras; la tarea encomendada era titánica pero el grupo de panaderos estaba feliz, sabíamos que de nuestro trabajo dependería el futuro de la panadería con un raro nombre: “Ayer tuve un Sueño”; sin embargo decidimos que los millones de panes de vivos para todo el pueblo salvadoreño llevaran las mejores frutas, chocolates de Bélgica y tantas delicias que hay en el mundo; sabemos que el pueblo merece lo mejor y no escatimamos esfuerzos ni recursos en preparar unos sabrosos panes de vivos.
Llegó la caravana a traer ni cien panes de vivos, pagaron el dinero pendiente y enrumbaron hacia la nada; nunca les dijimos que esos panes serían diferentes. Estábamos cansados pero felices, sabíamos que una vez que el ejecutivo probara esos panes de vivos todo sería diferente, muy diferente.
Hay cadena nacional, estoy ansioso de ver qué sucede y sí dimos en el clavo; el joven presidente es otro, su voz mesurada, su llamado a la concertación y esa paz que trasmitía era algo que nunca pensé que mis ojos verían. De repente siento que algo está en mi pecho, es mi gato Julio Cesar, debo despertarme, todo era un sueño, pero un buen sueño como un buen polvo.
*Médico salvadoreño