En la culinaria todo es posible. Recientemente visité la capital del pecado, y me detuve a almorzar en un sencillo comedor que ofrece comida a la vista; todos los que hacíamos la fila, quizá no podíamos ocultar el hambre voraz que como un instinto tan primitivo como el sexo, resulta imposible negarse a él.
Por: Francisco Parada Walsh*
La fila caminaba despacio, particularmente un hombre de gran tamaño se había detenido a pedir todo lo que su vista y su amplia barriga le ordenaba; más que enojo causaba gracia ver al feliz hombre como un niño frente a una vitrina navideña; a lo lejos miraba las bandejas que mostraban sus delicias, quizá exista la lujuria por la comida y como meretrices que ofrecen la felicidad al viajante, así, esas charolas muestran y ruegan que las tomen, que las hagan suyas; que el comensal disfrute tal como se disfruta de un buen polvo; pude ver que en una bandeja habían camarones empanizados, puré de papas y tantas delicias, mientras llegaba mi turno de ser atendido pensaba en qué pediría, si camarones empanizados o costillas en salsa barbacoa; decidí que las costillas serían mi almuerzo, se me ocurrió que quizá la costilla no debería llamarse así, prefería que el suculento guiso se llamara “La Costilla del placer” pues, si Eva no existiese, mi vida fuese aburrida, monótona, eso pasaba en mi mente.
El hombre que iba delante de mi decidió pedir rellenos de pacaya y arroz, ensalada, dos tortillas y fresco de horchata; la compañera de él, se decantó por un relleno de chile, a lo lejos se miraba aquella envoltura de huevo y pensé que pediría uno para llevar y poder disfrutarlo por la noche, pues el viaje aparte de largo, es cansado.
Mientras las tripas chillaban escuché a la dependiente que le pregunta a un grupo de personas, que si ya decidieron qué van a pedir, es una mujer de porte algo corriente quien ordena “Rellenos de Botox”, ¡No podía creer lo que escuchaba! La dependiente pareció no inmutarse, la mujer de cabellera ensortijada se acercó a la joven quien sin dudarlo ni por un instante le inyectó botox tanto en la frente como en las comisuras labiales; el hambre desapareció, no daba crédito a que “rellenos de botox” fuera parte del menú de nuestro tiempo, de este tiempo del ayer; pero mi cabeza daba vuelta ¿Cómo podemos querer ser otros con lo que me cuesta encontrarme? No hay respuesta; no entiendo el sin sentido de querer buscar una pizca de eternidad, de esa juventud perdida y qué tristeza sería para mi verme al espejo y preguntarle: Espejito, espejito ¿Quién es el hombre más bello de la zona alta? Y aceptar que el espejo me mande a la chingada, que no me diga lo que anhelo escuchar pues en la realidad, ese hombre o mujer que tiene su cuerpo embalsamado en vida, no es ella ni él sino remedos de una sociedad que exige verse bien, que la moda es la cirugía plástica, que, solo cubre mis defectos, mis miedos , mis egos destrozados y por un momento creo que regreso a la juventud, que seré bella o bello, que lo que tanto anhelé, ahora es una realidad; aun, a mis casi 58 años no logro encontrar una parte de francisco, veo hacia atrás y hay tantas cosas pendientes que nunca se cumplirán y no deseo alargar mi vida, llegará el día de mi muerte como llegó el día de mi nacimiento, pero ¿Qué será de estas personas que en vez de pedir un relleno de chile piden un relleno de botox? Tristemente, el final es el mismo, solo que el alma de ellos no pesará 21 gramos sino que nada, jugaron a dioses, a postergar la verdad y deben penar por todos los infiernos pues, aun, sabemos que, ese relleno lo pago yo, no la ensortijada dama.
Así camina el mundo, todo es rellenable, todo es pasajero, todo es para otros cuando qué orgullo es mostrar las heridas de la vida; debo ser uno solo, y entender que la vida es bella con o sin botox pero engañarme, ¿Es eso de la raza humana? Lamentablemente lo es, siempre hemos vividos engañados, desde la creación; solo anhelo morir con dignidad, es el momento donde seré solo yo y no quiero que mi cuerpo lleve nada que no le pertenezca, me basta las cicatrices de la vida, y sobre todo las alegrías porque mis arrugas no son ni reflejan la cara de un triste payaso que reía cuando quería llorar sino que he sido feliz, inmensamente feliz y escribir a las 2:10 a.m. lo dice todo, este silencio, compañero eterno es una melodía, el gato que duerme sobre mi hombro izquierdo, es mi amigo; mi soledad es mi compañía, quizá lo único que anhelo es ver un mundo mejor y que así como estas personas se inyectan botox, debería haber lugares que ofrezcan rellenar cerebros y corazones, que tanta falta hace a esta patria que no es patria, remedo de país.
*Médico salvadoreño