Arreglando mi cama

Es algo que lo haré hasta el último día de mi vida, arreglar mi cama, ese lugar donde paso la mayor parte de mi vida.

Por: Francisco Parada Walsh*

Fue mientras ponía un sencillo edredón que viajé por el mundo, nunca había pensado que mi cama u otra será mi última morada, en esa cama que rebalsa de humores, dolores, lágrimas, amores, confusiones y verdades que, terminará mi vida.

Seré afortunado de morir en mi cama y así como debo cumplir con ese ritual de sacudir las sábanas, ordenar las almohadas, ponerle la mejor cara y así empezar el día, así es la vida; debo empezar el día dando gracias a dios, a ese ser superior por un día más de vida, de entender que, soy apenas una sombra, que en la búsqueda de saber cuál es mi misión, el tiempo vuela, poco a poco todo queda en el olvido, como quedará el recuerdo de lo que fuimos, mientras arreglo mi cama y mi vida me doy cuenta que todo tiene un fin, que esa cama será la nada como lo somos todos; sin embargo, en esa soberbia eterna del hombre, por momentos nos creemos inmortales, tocamos el cielo o arañamos el infierno asumiendo que somos divinidades cuando considero a un gato que ronronea en mis piernas mientras escribo, a un ser más puro, más auténtico, más sincero pues él me busca cuando le ronca las ganas, ronronea si lo quiere hacer, da un brinco, para la cola y se marcha, no hay hipocresía, no hay doble moral y así quisiera ser y eso solo sucede cuando arreglo mi cama; pueda ser fina o una cama de pitas que le da vida a un petate, eso no importa sino la sinceracion que hay en mí, en entender que ricos y pobres, somos visitantes pasajeros de una cama que nos vio nacer y nos verá morir; a veces me pregunto por qué escribo tanto de la muerte y me respondo que  es la muerte mi única compañera, que, lo demás es fugaz y que, la amiga muerte me espera, me tiene paciencia, como nadie me ha tenido; así, esa cama me espera cada noche, habrá un día en que quedará vacía, no llegaré a dormir, estaré preparando mi equipaje y esa cama, testigo mudo de tantas cosas, debe callar, debe también morir, solo que ella se lleva mis secretos y yo no me llevaré nada.

Es irónico, es confuso, creer que por el tamaño de mi cama, así soy de importante, son realidad de realidades donde apelamos a ese yo, y mientras escribo veo mi sencilla cama, en este momento sirve de ring mientras dos gatos se trenzan no a golpes sino a jugar como niños, quizá sean ellos más dueños de la cama que yo; en la cabecera descansa mi gato preferido cual león que busca la cima de la montaña, esa alma gatuna que no pesa ni una libra disfruta de una cama, él no sabe nada de lo que ahí sucede, él es feliz.

A diferencia mía, soy otro más que, cree en que tener una cama y  un plato de comida es una obligación o lo veo de lo más normal cuando la vida no es así; ¿Cuántas personas anhelan una cama? Millones pero eso no importa, todo se reduce a mi felicidad; si hiciera un inventario de lo que dispongo, no es mucho y dudo que lo poco que tengo le importe o le atraiga a mi familia, no, quizá mis pocas cosas serán quemadas, ese no será mi problema, nuevamente repito, nada me llevaré.

*Médico salvadoreño

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