Cada vez más cerca del misterio; nadie sabe que hay más allá, nadie; y quizá deba haber un encanto en ir de a poco llegando a la muerte.
Por: Francisco Parada Walsh*
Cuando empecé a escribir sobre mi cumpleaños creo que fue “El Medio Paquete” el que dio inicio a esta serie de inquietudes, sueños, frustraciones, deudas conmigo mismo y en el pasar del tiempo mi vida es totalmente diferente.
No sé por qué ahora amo tanto la vida, aunque no dejo de tenerme miedo, sé que hay cosas que no volverán y no me cuesta aceptarlo, pero nadie me habló de la vejez sino de que se viene al mundo a hacer grandes hazañas, de llegar a metas inimaginables, de ser un rey Midas, eso de ser exitoso es lo que nunca fui, solo fui un hombre más en ese infinito de egos; escogí siempre la soledad ¡Que compañera! Siempre tímida, silente, apartadita, solo me observa cuando doy un sorbo al café, a ella no le gusta, prefiere solo ver el espectáculo llamado vida.
Observo mi pasado, como heridos en la guerra que quedan abandonados a su suerte, así quedan sueños incumplidos, aunque quiera regresar a ellos, ya nada puedo hacer; veo mi futuro, incierto como tiene que ser, sin embargo en esa duda, aparecen algún vestigio de querer cambiar, retorcerle el buche al futuro aunque mis fuerzas se debilitan, y aun, mostrando el rostro más falso a mis amigos y conocidos, no se logra la aprobación de ellos, claro, por eso vivo solo, que mi gata calicó suba a mi hombro y pasee como perico mientras arreglo el jardín me es suficiente, la aprobación de un animal me importa muchísimo más que la de un conocido o amigo ¿Pero es que se tienen amigos a los 58 años? Cada vez son menos, los que nunca fueron están donde deben estar, en el olvido; a esos cuatro amigos que me quedan los cuido como la niña de mis ojos.
Con algunos de ellos tenemos conversaciones ligeras, le decimos “La llamada del tráfico” que mientras llega a un destino, decide saludarme, ver si estoy bien, temas triviales, con otros dos, no importa que no nos hablemos por semanas, siempre está presta la conversación, abordamos los temas que vienen a nuestra mente y con un gran amigo, hablamos todos los días ¿De qué hablamos? De geo política, de nuestra realidad, de la historia de El Salvador, de querer migrar, de nuestra pobreza, a veces aceptamos que debemos hacer más ejercicio para mandar a la mierda a la depresión; de repente abordamos temas de mujeres, realmente hablamos de todo, tertulias de horas y eso es reconfortante, muy reconfortante.
Sé que los afanes que ahora me despedazan, mañana serán apenas un recuerdo, intento vivir un presente en todo su esplendor, siempre pensé que no debo vivir tal o cual experiencia si estoy viendo en el pellejo ajeno la felicidad o el dolor que esto conlleva pero soy humano, y demasiado errático y aunque tenga el ejemplo frente a mí, decido tirarme de cabeza a lo inseguro, al dolor, al sufrimiento.
Esa es mi lucha diaria donde por más que intente meterme en la cabeza que nada me llevaré, hay ocasiones que insisto en querer ser el amo y señor de un carro viejo, de una hortensia, de una rocola cuando todo eso pertenece a esta tierra, nada me llevaré y debo tenerlo claro.
Viajes que nunca sucedieron, sin embargo es mi mente el avión que me lleva a donde apunte mi nariz, depende de mí escoger primera o última clase, con mi mente viajo, regreso, sueño, puedo convertirme en renglones, en letras, en puntos y coma y viajar, viajar a la mente de un amigo lector, lujo muy aparte en un mundo que nadie quiere que se le escuche su voz.
Llego a la meta, poco a poco la meta está más cerca, cada segundo de mi vida me quito un traje de ego, soy más visible, más real, más auténtico, eso no es nada extraordinario, solo quiero ser el Francisco que así como piensa, habla y actúa frente al espejo de la vida, ser el mismo, y eso me gusta, eso me basta.
*Médico salvadoreño.