El trabajo como una política pública, hacia una superación social

La concepción de trabajo en términos un tanto simples es la necesidad humana para satisfacer condiciones de vida que le permitan a cada persona que trabaja en una sociedad, planear su vida futura.

Por: Róger Hernán Gutiérrez*

El punto está en que hasta los niños y niñas trabajan, y sin embargo dicho trabajo realizado no tiene una perspectiva de desarrollo para una vida mejor en el futuro, en tanto los ingresos y la forma en que se adquieren es informal, sin reglas, en total desprotección y en mucho totalmente insuficiente para una planificación de vida acorde a las necesidades individuales y colectivas de una familia en particular.

En mucho de toda esta realidad, casi nadie en el país no trabaja, es alta la población en capacidad de trabajar, sin embargo, hay un problema que mucho de ese trabajo no es pagado, es claro no es asalariado, lo que conlleva a que son ingresos siempre insuficientes, temporales, azarosos y sin una protección social adecuada—es decir no sustentan para garantizar servicios de alimentación, vestuario, salud, educación, vivienda, cultura, etc.

El trabajo debe ser en todo sentido una dignificación humana, no obstante, eso está lejos de ser así. La falta de trabajo en el país, decente, que llene las expectativas como personas humanas que somos; pero es casi imposible alcanzar la categoría trabajo como un derecho humano. Lo cual no permite alcanzar un estatus de vida que disponga de las capacidades individuales y colectivas para satisfacer las necesidades de vida y de trabajo.

Hoy nos escudamos en la complejidad que llevan las relaciones laborales, donde todo está sujeto a la oferta y demanda, es decir el mercado es el que define para quien hay trabajo remunerado y para quien no. Muchos de los que laboramos por un ingreso, lo hacemos como ocupación, una actividad laboral sujeta al vaivén del mercado y los intereses de grupos económicos que lo controlan. Los Estados siguen siendo fallidos en cuanto a cumplir literalmente con el contenido de tener todo ciudadano(a) derecho a trabajo de calidad en el orden moral, material y cultural.

Nadie sin un trabajo remunerado puede coherentemente planificar su vida individual y colectivamente, en tanto sin ingresos o muy poco, además sin estabilidad y permanencia. La política pública, sigue sin preparar a la ciudadanía, para ser capaz de encontrar un trabajo de calidad, y sacar adelante su familia y al país. Falla la familia por la precariedad en que vive y las decisiones para educarse no son las más atinadas creando una familia obsoleta, anacrónica, pero sobre todo empobrecida y sin recursos para enfrentar su destino.

Luego el elemento de disponer de los alimentos en cantidad y calidad adecuados para vivir, no es posible disponerlo por no tener los ingresos suficientes que puedan suplirlo. El derecho a vivienda no se desarrolla, viviéndose en lugares totalmente improductivos e inadecuados para disponer de un desarrollo familiar, esa realidad opresora, discriminativa, marginal y excluyente, no permite que se disponga de condiciones materiales de existencia que le permitan ir desarrollando un ciudadano(a) con capacidades y habilidades suficientes que le integren en un crecimiento y desarrollo humano satisfactoriamente.

La estructuración económica de país, es decir como se desarrolla la economía, en términos del marco jurídico imperante, es en base al poder que disponen grupos fácticos dominantes del orden establecido en la Constitución. Y siendo así las condiciones de inequidad y desigualdad se vuelven un cáncer permanente. Situación que anula el proceso para fomentar y desarrollar el trabajo, que va permitir que el ciclo vicioso se corte, y haya una expectativa de cambio en la generación que continúa. Ya no encontrarán condiciones peores, sino un ámbito de oportunidad para integrarse sin marginación y exclusión social. Por tanto, se fortalece la política pública, el marco jurídico se refuerza y el surgimiento de empleo supera el nivel de ocupación de subsistencia.

El trabajo es una actividad claramente social, siendo así el empleo debe convertirse en trabajo, y la ciudadanía iría cambiando su modo de vida y dando paso a la sustitución del empleo y este a la ocupación. El trabajo por hoy tiene consecuencias opuestas y contradictorias, en tanto que al sostenerse como empleo u ocupación, implica intereses políticos e ideológicos, conllevando así unas relaciones laborales explotadoras dentro del espacio laboral, y unas relaciones de políticas públicas antiéticas, demagógicas y de poco provecho ciudadano.

El trabajo es el derecho que el sindicalismo debe retomar en su lucha emancipadora, y no prestarse a los intereses de una política pública corrupta, de empresarios explotadores y gobernantes que mantienen regímenes que ahogan y empobrecen a la población laboral.

*Sindicalista salvadoreño

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