La abultada derrota del Apruebo en el plebiscito constituyente terminó por barrer al Gobierno de Boric tal y como se había instalado. Mientras se escriben estas líneas tiene lugar el cambio de Gabinete que expresa el retorno de la Concertación a La Moneda.
Por: Gustavo Burgos
Carolina Tohá en Interior, Uriarte a Presidencia, un enroque con Jackson y el reemplazo de ministerios secundarios, marcan un vigoroso movimiento hacia la Derecha del Gobierno y la reinstalación de los partidos tradicionales en el formato de lo que fuera la Nueva Mayoría. De hecho el comunista Nicolás Cataldo no pudo asumir como subsecretario de Interior por haber sido vetado por la propia Derecha. Esta circunstancia, reactiva al fracaso electoral del domingo, es consecuencia directa de la derrota de un discurso dirigido a la clase media y a la pequeña burguesía, un discurso de minorías y que interpreta tales intereses minoritarios como un programa para el conjunto de la sociedad. Este discurso posmoderno ha sido macizamente repudiado por los sectores más explotados, por la juventud obrera, por las comunas campesinas y hasta por la mujer trabajadora.
Puesto de esta forma, el 62% de voto rechazo a la Nueva Constitución es un voto castigo a una política económica al servicio del gran capital financiero, que justificara impedir el quinto retiro de fondo de las AFP, el término del IFE y la negativa a condonar el CAE. Toda esta política que denominan política antiinflacionaria en la práctica redunda en un inclemente castigo a los salarios y a la condición de vida de la mayoría trabajadora. En un país en el que 1% más rico de la población se lleva casi un 40% del PIB, las medidas aplicadas por este Gobierno buscan cautelar los intereses de dicha minoría explotadora, de la misma forma como en los últimos treinta años la concentración de la riqueza se ha multiplicado hasta en 80 veces.
En materia internacional, Boric ha actuado con idéntico criterio al de los últimos 30 años, ofreciendo incondicionales garantías a las multinacionales y especialmente al capital privado que ha usurpado tres cuartas partes del Cobre. Con Mario Marcel en Hacienda, Boric ha desplegado una política patronal y proimperialista que extensas masas de trabajadores han resentido como lo que es: un ataque despiadado a sus condiciones de vida. Esta es la base material del contundente rechazo, el fracaso estrepitoso del accionar de Boric en el Gobierno.
Coherente con la ofensiva llevada en contra de los trabajadores, Boric ha hecho igualmente de la represión el centro de su política para resolver la crisis social. La ocupación militar del Wallmapu durante ya seis meses, el encarcelamiento de Héctor Llaitul y de figuras de su entorno en la CAM, configuran formalmente acciones enteramente incompatibles con cualquier Gobierno democrático. Adicionalmente, la impunidad a los violadores de los DDHH empezando por Piñera y la nula respuesta al reclamo por la libertad a los presos políticos, son elementos que hicieron a este Gobierno perder todo apoyo popular y del llamado «octubrismo» de izquierda. Acá debemos encontrar otra respuesta para el vertiginoso derrumbe político que ha protagonizado.
El referido derrumbe arrastró al proceso constitucional y especialmente a la campaña por el Apruebo a la Nueva Constitución votada por la Convención. El Apruebo y el Gobierno de Boric formaron la misma cara del proceso de restauración del régimen, una campaña cimentada principalmente en la clase media capitalina que resultó enteramente insuficiente para imponerse electoralmente.
Boric es hoy día un zombie, un muerto viviente. Si sigue en el poder se debe exclusivamente a que en su auxilio ha concurrido la burguesía en su conjunto. Tal cuestión no es gratuita. En el discurso de instalación del nuevo Gabinete —un breve y lacónico discurso muy en la vieja tradición criolla— Boric dejó en claro que la prioridad del Gobierno sería la seguridad y la lucha contra la delincuencia, el narcotráfico y los «violentistas». Dijo esto en los mismos momentos que una multitudinaria marcha de secundarios se batía con las fuerzas de Carabineros a unos cientos de metros del palacio de Gobierno. Nunca fue más claro el mensaje de Boric y ahora que siente el apoyo de la burguesía en su conjunto —muerto el «Niño Poeta» de la campaña— se dispone a actuar como un pequeño Bonaparte.
Por su parte, la izquierda apruebista —aquella que se ubica en la izquierdade Apruebo Dignidad y Socialismo Democrático y fuera de ella— es hoy un territorio en ruinas. Ven en la derrota del Apruebo una derrota desoladora para las masas. Arrasados por la caída de Boric su única respuesta hasta ahora ha sido responsabilizar al roterío y al «facho pobre» de su propia derrota. Esta conducta además de sincerar su posición de clase la deja en la incómoda situación de tener que esperar en la puerta de la Cocina del poder el nuevo texto que pacte Boric con la Derecha moderada, un texto del que muy probablemente se resten los republicanos de Kast sirviendo —por lo mismo— de un nuevo argumento para «derrotar al fascismo» y volver a cimentar una política de mal menor. Éste camino descrito, no solo es el más probable, sino que el más optimista. Privados de todo acceso al poder y carentes de un programa revolucionario, caerán rápidamente en la irrelevancia.
La fuerza social expresada en el plebiscito a través del Rechazo corresponde a una expresión política básica y elemental de los trabajadores. No una fuerza con política propia, ni mucho menos una fuerza revolucionaria, pero tampoco es una fuerza política de Derecha o pinochetista.
Para sostener esto nos limitamos a constatar que el Rechazo se impuso masivamente en las comunas obreras , siendo las más explotadas aquellas que en mayor proporción se inclinaron en contra del la Nueva Constitución, superando hasta por 50 puntos al Apruebo. Inclusive en las cárceles —votaron por primera vez— el Rechazo igualmente se impuso por porcentajes igualmente elevados. Esta expresión electoral —como hemos dicho al comienzo de esta nota— es un voto castigo y al mismo tiempo es una fuerza social que no encuentra expresión hasta ahora ni en los partidos del régimen, ni en las alicaídas organizaciones populares.
Este Rechazo, hasta este momento solo ha tenido una expresión negativa, como simple derrota del Apruebo y como reconducción tanto del Gobierno como del proceso constituyente en tanto restauración del régimen. Sin embargo, hemos de poner especial atención en este fenómeno por cuanto por la positiva manifiesta una tendencia a la autonomización política de los sectores más explotados de la clase trabajadora, del llamado «bajo pueblo». En efecto, la Derecha ha sido muy prudente y sibilina sobre esta cuestión, acentuando el discurso de unidad nacional y distanciándose de un Rechazo que están muy lejos de controlar.
Inesperadamente, no el desenlace del plebiscito, sino que la magnitud de las cifras han terminado por abrir otra crisis en el régimen el que transita a una especie de «constitucionalización crónica» que le impedirá estabilizarse. La apertura y extensión de una nueva discusión constitucional arriesga superponerse a una crisis económica profunda que en lo que va del año ha licuado de forma significativa los salarios y atacado el empleo. Esta crisis, expresión de la crisis global que atraviesa la economía capitalista mundial, no podrá ser contenida por el régimen sino agudizando su ataque a los trabajadores. Esta combinación de autonomización política y crisis económica amenaza con transformarse en un polvorín de lucha de clases y es este el proceso en el que el activismo que se reclama de la clase trabajadora y la lucha revolucionaria, ha de construirse.
No se trata simplemente de la abstracción, de la idea de construir una nueva dirección política de la clase. Se trata de sentar las bases programáticas de la misma, aprovechando la abrupta erosión de las ilusiones en la democracia burguesa que se manifiestan hoy en día. Porque el hundimiento de la campaña del Apruebo y del Gobierno de Boric —por más que ahora resulte parchado por el intento de forjar un Gobierno de unidad nacional— abre una posibilidad para el debate político revolucionario, para cuestionar al reformismo derrotado y para explicar con mayor facilidad a amplios sectores que se han abierto a la política, la urgente necesidad de abordar la lucha de clases con una perspectiva socialista y revolucionaria. Porque el hundimiento de la democracia burguesa debe ser aprovechada para plantear con claridad que la sociedad debe ser cambiada desde su base y que el camino para tal transformación es el de la acción directa, la lucha callejera y la organización con una inequívoca perspectiva de poder, de Gobierno de los Trabajadores.
De forma instintiva aún, amplios sectores explotados, han puesto al descubierto la precariedad del régimen y de su Gobierno, ese traje nuevo del emperador. Aquí está la tarea.
Fuente: Resumen Latinoamericano