Invitado a Berlín a presentar su trabajo sobre la Desmemoriada Historia Oficial, el autor nos ofrece impresiones del viaje, quizás un tanto extrañas o heréticas.
Por: Marcelo Valko
Fuego. Mi libro “Pedagogía de la Desmemoria” parece flotar en el adoquinado de la plaza frente a la Universidad Humboldt de Berlín donde el nazismo quemó millares de libros. El subtítulo del texto es “Crónicas y estrategias del genocidio invisible” y va al caso. La imagen parece irreal y sugiere un Photoshop pero no es así, quizás tenga relación con esa hoguera que de algún modo sigue allí que redujo a cenizas letras y voces. Lo invisible también puede ser percibido. La historia posee diversos rostros, como Hitler que mandó quemar en esta plaza tantísimos textos entre ellos a los de Erich Remarque por su predica antibelicista. En esa plaza hoy desierta ardió una enorme llamarada que poco después se enfocaría en la aniquilación de personas en una larga y siniestra noche que duraría años. Los países americanos padecimos en carne propia lo que significa perseguir ideas y personas causantes de matanzas atroces como la del Mozote, del estadio de futbol de Santiago de Chile donde se fusiló y torturo o los vuelos de la muerte que arrojaron gente viva al Río de la Plata para desaparecerlos. La impunidad insulta a la belleza de la vida por eso es vital combatir la Desmemoria a como dé lugar cuando se está a tiempo, debemos estar atentos y abrir bien los ojos y pensar para evitar ser pensados.
Agua. En el reciente viaje no todo fue conferencias. Como vemos me uní, quizás para siempre, a Brünhilda y Kriemhild (Gudrun), que en la ribera del Rin contemplan absortas el devenir del agua intentando descubrir bajo la superficie las andanzas de los Nibelungos. Varios siglos antes y bien lejos de allí, Heráclito utilizó la imagen de un río para comprender el devenir y el flujo cambiante de las cosas. Incluso Borges se suma y afirma algo así como que somos un río donde no hay ayer ni ahora. En mi caso, cautivado por el extático detenimiento de estas dos estas dos hermosas mujeres entregadas en su desnudez a la corriente del Rin quizás para fugarse de su quietismo de estatua, por breves instantes percibí el resplandor áureo de aquel misterioso anillo que ocultan bajo siete llaves tales criaturas legendarias que detentan la potestad de cruzar el imperceptible umbral de los sueños y la realidad. Ya estoy lejos y han pasado semanas de aquel encuentro casual con esas seductoras y temibles valkirias vengadoras y la sensación de devenir sin ayer ni ahora no me abandona y sigue conmigo mientras me pierdo en las calles de “mi Buenos Aires querido”.
Bronce. En la Alexanderplatz de Berlín (ex DDR Alemania Democrática) me encontré con dos viejos conocidos. Recuerdo que cuando viví de chico en Paraguay, un jesuita (que luego supuse que pertenecía a la corriente de teología de la liberación) me acercó un primer texto de marxismo, yo tenía 14 años y cada tanto me interrogaba sobre ciertos temas del libro… Al verlos en medio de esa plaza con turistas a los que les daba igual sacarse selfis con ellos o con una fuente próxima coronada por Neptuno, sentí que teníamos muchas cosas que decirnos, al menos sentí esa necesidad y más al observarlos tan tiesos, casi robóticos víctimas de una errónea concepción artística. De más esta agregar que esa representación de Marx y Engels data de la DDR. No pude evitar comentarles varios párrafos del libro que apuntan a combatir la tendenciosa historia oficial. De inmediato, ambos se enfrascaron en explicitar las condiciones objetivas y subjetivas de la cuestión, reflexiones que escuché con suma atención. Antes de irme, no pude evitar confesarles que hace muchos años tuve una novia muy querida a quien le encantaba no poder dilucidar la veracidad de mis relatos. Cierta vez le aseguré que la tupida barba de Marx se debía a un motivo que la mayoría ignora. Como solía atrasarse la remesa de dinero que regularmente le enviaba Engels el autor de Das Kapital guardaba trocitos de pan entre sus espesos pliegues que luego comía mientras se concentraba escribiendo. Ese fue el único momento en que el rostro pétreo de ambos pareció soltarse del denominado “realismo socialista del arte” y esbozar una leve sonrisa. Me alejé enriquecido por el encuentro recordando a aquel chico que fui y a quien continúa impresionando la profundidad del análisis de estos pensadores insoslayables de la historia mundial.
*http://marcelovalko.com Es lento, pero viene… (Continuará)