Los integrantes de la también llamada generación Z suelen ser revolucionarios; personas des-dogmatizadas desmarcadas de las viejas tradiciones y costumbres haciendo notar como estas perpetuaron, en su momento, actitudes y procederes contrarios a la libertad, la equidad, la inclusión…
Por: Fabian Acosta Rico*
Sueñan estos jóvenes con un mundo nuevo y desesperan por la persistencia o la necedad de ciertas instituciones conservadoras en mantenerse en vez de sucumbir, sana y naturalmente, ante los vientos reformistas de una nueva cultura asociada al espíritu, innovador y progresista, de las juventudes postmodernas. El coro de estas juventudes exclama: “queremos un cambio y lo queremos ya”.
Hay mucho narcisismo en algunos de estos jóvenes a la hora de hacerse escuchar en las plazas públicas, las calles y sobre todo en las redes sociales. Toda generalidad incurre en el error, lo sabemos por elemental sentido común; pero algunos representantes de la generación Z, desde su posicionamiento como líderes de opinión, se asumen como los portadores de un nuevo evangelio progresista; no es lo suyo el diálogo, sino la predicación y en muchos casos no toleran ser contradichos en ninguna letra o coma de su discurso pues tienen la convicción, redentorista, de que sus propuestas son las únicas capaces de salvar al mundo y a la humanidad. Están de frente a las nuevas tecnologías de la información para comunicar o mejor dicho aleccionar y no tanto para escuchar.
Puestos en el diván del psicoanalista, nuestros jóvenes de la generación Z, en muchos casos, resultaron ser hijos únicos cuyos padres los sobre-consintieron; fueron el centro de su familia nuclear en torno al cual orbitaban sus progenitores o tutores; por otro lado, recibieron una mejor educación y preparación que las generaciones anteriores; además de la escuela, su formación se vio completada con todo tipo de clases extra-escolares dígase de ballet, artes marciales, pintura, piano…, de cierta manera, su egocentrismo y creencia de estar siempre en lo correcto se deben a que recibieron desde pequeños la aprobación y el elogio fácil de sus adultos. Además, como buenos nativo digitales, están sobre informados en todos los temas esto gracias al Internet y a todo el instrumental de gadgets facilitados por la siempre renovante tecnología; para todo tienen una opinión propia o tomada prestada de algunos de sus gurús de la red o influencer.
El mismo protagonismo que tuvieron en sus respectivas familias ahora lo quieren asumir ante la sociedad. Pero muchas veces la sociedad no los escucha o incluso los critica a estos jóvenes que han aprendido, con el tiempo, cómo el mundo fuera de casa suele ser bastante hostil y muchas veces agresivo. Su afán de notoriedad y aceptación es potencializado por las redes sociales. Entiéndase, si los baby boomer o nuestros adultos mayores de 60 o 70 años soñaban con ver publicada una foto suya en el periódico en las sección de sociales; si a su hijos, la generación X, el trascender del anonimato social implicaba el salir, aunque fuera fugazmente, en la televisión, ahora la generación de cristal a lo que aspira es a convertirse en un youtuber o en un tiktoker famoso. No obstante, la mayoría se conforman con recibir en las notificaciones y actualizaciones de sus redes sociales los suficientes likes de sus seguidores; justos los que dejen satisfechos sus inculcadas necesidades de atención y aceptación.
He aquí la paradoja, nuestros jóvenes de la generación Z, a los que muchos califican de sumamente sensibles, es de momento una de las más observadas pues dedican mucho de su tiempo a su vida social en Internet de cuyos internautas esperan aprobación y afirmación. Como ya lo comenté en un anterior artículo, nuestra generación de cristal es también una generación angustiada y esto por varias razones: tienen un muy desarrollado sentido de la justicia y conciencia de los desafíos del mañana potenciados por su espíritu cosmopolita de Internet, se puede decir que han trascendido el viejo etnocentrismo de sus antepasados; piensan y actúan en razón de la globalidad; lloran por la Madre Tierra o Pachamama y sus inocentes criaturas; desesperan por las desigualdades y marginación que sufren las minorías sociales de un mundo sobre-poblado. Pero también, añoran el pódium y la palestra virtual del Internet en las quieren ser, como ya lo dije, escuchados y aclamados como grandes opinólogos que para todo tienen una respuesta sacada de sus credos progresistas o de vanguardia.
Nuestra generación de cristal demanda cierto protagonismo en el combate a muchos de los grandes problemas que nos aquejan como humanidad, sino lo tienen o se les niega sufren; pero muy probablemente su sufrimiento no sea simple y llano narcisismo; quizás muchos están más que convencidos en que tienen, la respuesta, la solución… a los males del planeta y la humanidad. Lo cierto es que con el tiempo y el cambio generacional dentro de poco ellos serán los que estén a cargo del mundo que tanto añoran salvar, desde el ámbito gubernamental, religioso, empresarial y social…
*Universidad del Valle de Atejamajac campus Guadalajara – México