Hace ahora justo diez años, el humo blanco en la capilla Sixtina anunciaba la elección de nuevo Papa tras la sorprendente renuncia de Benedicto XVI. Poco después de las ocho de la tarde del 13 de marzo de 2013, Jorge Mario Bergoglio aparecía en el balcón central de la plaza de San Pedro para, en un gesto inédito –el primero de muchos–, pedir la bendición del pueblo. Francisco, como así se llamó en otro gesto para los más pobres (nunca otro Papa se había llamado como el santo de Asís) se convertía en el primer pontífice jesuita, en el primer Papa latinoamericano de la historia.
Por: Jesús Bastante
Diez años después, ¿qué ha cambiado en la Iglesia? “Todo, comenzando por la economía”, explica el cardenal hondureño Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, considerado uno de los principales electores de Francisco y uno de sus grandes apoyos a lo largo de esta década. “La economía era un caos y el Papa se dio cuenta desde el principio. Ahora el Vaticano está reconocido por las autoridades de la Unión Europa, hay prácticamente un ministerio de Economía y la mayoría son laicos, y eso indica por dónde va el Papa y por dónde debemos ir”, sostuvo durante un diálogo dentro de la semana de actos organizados por Religión Digital.
Maradiaga, hasta esta misma semana coordinador del grupo de cardenales que ha asesorado al Papa en su proyecto de reforma de la Curia, estuvo presente en el cónclave que eligió a Bergoglio, y diez años después constata que “la llegada de Francisco propició un cambio en la Iglesia que ya no tiene marcha atrás”. De hecho, a los dos días de ser elegido Papa, convocó a Maradiaga y le explicó su idea de crear una comisión de cardenales, así como su decisión de vivir en Santa Marta, y no en el palacio apostólico. “Yo no puedo vivir en una prisión, me dijo, yo necesito el contacto con la gente. Allí empezó la reforma”.
Un pontificado “en proceso”
El cardenal peruano Pedro Barreto, uno de los puntales de las reformas de Francisco en Latinoamérica, sostiene que Bergoglio “es fruto de un proceso sinodal” que hunde sus raíces en el Concilio Vaticano II y que ha de tener continuidad en los próximos años. De hecho, sostiene, el de Francisco es un pontificado “en proceso” cuyos frutos seguramente se verán dentro de unos años, “con otro Papa en Roma”.
Algo similar apunta el arzobispo de la Plata, y considerado teólogo de cabecera de Bergoglio, Víctor Manuel Fernández, quien destaca “la desmitologización del Papado” llevada a cabo por un pontífice que, como ocurrió en Chile o, más recientemente, con sus polémicas declaraciones sobre la homosexualidad y el pecado, “no tiene miedo a pedir perdón”. Y, añade, “eso asusta, y mucho, a los sectores que ven al Papa como un ser perfecto”.
Porque “Francisco abre un proceso que no tiene marcha atrás. Muchos dicen que se acabará con él, pero él recupera el Concilio Vaticano II, que genera tantas críticas, y la sinodalidad, que no es un invento del Papa sino que forma parte de la tradición de la Iglesia, pero que él pone de nuevo en marcha”, opina el teólogo venezolano Rafael Luciani.
“Representa un sistema eclesiástico obsoleto”
Por el contrario, el teólogo vasco José Arregi sostiene “no sin pesar”, que sigue “sin ver señales de aquella primavera anunciada”. En su opinión, Bergoglio “tiene su mentalidad, su teología, su modelo de Iglesia, con todo derecho, como cualquiera de nosotros. Y hace como mejor piensa y puede que con la mejor voluntad. No le reprocho nada ni le exijo nada más de lo que hace, a sus 86 años y con su salud quebrada. Pero representa un sistema eclesiástico obsoleto. Es rehén del papado y de su historia y de sus dogmas inamovibles”, especialmente en lo tocante a la moral sexual, sostiene.
Para Xabier Pikaza, uno de los grandes teólogos españoles de la actualidad, “Francisco avanza en la buena dirección, aunque quizá ni él mismo sabe todo lo que implica su movimiento de Iglesia”. En su opinión, las reformas del Papa “van por buen camino”, aunque admite que “tardarán en cumplirse todavía mucho más que otros diez años”. Es la dinámica de Iglesia “en proceso”, tal y como añade el cardenal de Madrid, Carlos Osoro.
Para Alessandro Gisotti, quien fuera portavoz interino de la Santa Sede y ahora ejerce como número dos de los medios de comunicación del Vaticano, Francisco “tiene una capacidad innata de tocar las heridas del mundo, de abrazar a los que sufren”, lo que se traduce en una comunicación “alimentada por el testimonio y que, por tanto, no necesita muchas palabras”.
La mujer, “mayoría pendiente” en la Iglesia
No todos, ni todas, lo ven del mismo modo. “Somos una mayoría pendiente”, gritaba este martes en la previa del 8M la teóloga María José Arana. La religiosa del Sagrado Corazón, que lleva décadas reivindicando el diaconado y el sacerdocio femenino, observa el pontificado de Bergoglio con escepticismo. “Este Papa va más hacia las reformas administrativas dentro de la Curia, y menos por la línea sacramental. Y esto es una cuestión de igualdad por la que tenemos que trabajar”. Arana lamenta la “oportunidad perdida” que supuso la comisión por el diaconado, que acabó sin consenso y sin decisiones.
“Es verdad que es el Papa que más ha hablado y recordado a las mujeres, y lo ha hecho ampliando espacios, generando procesos, haciendo algunos nombramientos importantes, pero es un 3% dentro de la estructura de toma de decisiones”, añade Julia Almansa, miembro de la comisión antiviolencia contra la mujer de la diócesis de Madrid. “Creo que no ha sido suficiente, con muchos mensajes ambiguos y un mensaje que no ha llegado a calar”, sostiene. “Habría que recordar a la Iglesia y al Papa Francisco que la Iglesia del siglo XXI será de las mujeres, o no será”.
“En la Iglesia sigue existiendo un patriarcalismo espantoso”, analiza Lorenza Ortegón, una de las responsables de la Revuelta de Mujeres en la Iglesia, que advierte de un “inconsciente colectivo” que sigue considerando a las mujeres como “ciudadanas de segunda en la Iglesia”. Y este Papado, admite Almansa, no ha contribuido a erradicar este pensamiento, aunque “sí lo ha identificado como problema”.
“La Iglesia mejoraría si la mujer entrase en igualdad de condiciones con los varones. Es una cuestión de igualdad en el bautismo, y ahí tenemos que trabajarlo. Hay que seguir adelante, hay que seguir trabajando, por el bien de la Iglesia y por el bien de todos, porque el Señor nos dice que hay que empujar”, añade Arana. “Hay una mirada directa contra la pederastia, pero todavía no la hay para atajar los abusos contra las religiosas”, denuncia. “Falta escucha. Estamos todavía muy lejos de que ese mensaje esperanzador llegue a la realidad”.
Un Papa hereje: la crítica más feroz, la interna
Desde dentro de la Iglesia, son muchos los críticos a la gestión de Francisco. Casi todos, desde una orientación ultraconservadora, que ha arreciado tras la muerte de Benedicto XVI. No es algo que preocupe a Bergoglio, según el arzobispo de La Plata, Víctor Manuel Fernández. “El Papa tiene el umbral del dolor muy alto, no solo físico, sino también psicológico. Por eso las criticas, incluso las más duras, no le afectan”, subraya, aunque también muestra su pesar por el hecho de que las principales muestras de odio vengan de los sectores que tradicionalmente siempre han ido de la mano. “¿Qué catolicismo es ese, que pasa de adorar a los papas a la crítica más feroz? Pero Francisco, sin embargo, sigue adelante no solo con firmeza, sino con alegría”, añade.
“Francisco tiene una capacidad muy grande para el dolor, porque es un contemplativo”, explica Maradiga. “Soy testigo de que se levanta a las cuatro y media de la mañana y hace oración contemplativa. Los que le atacan no le quitan la paz”.
“Hay profetas de calamidades, incluso hoy, que llaman al Papa hereje, pseudopontífice, y me alegra poder decir aquí que el fundamento de la unidad es el Romano Pontífice”, apunta el cardenal Barreto.
De cara al futuro, son muchos los retos que se plantean. Para Barreto, es imprescindible “extirpar los tres cánceres” que sacuden a la Iglesia en la actualidad. “El primero son los chismes, que hay que desterrar. Lo segundo es el clericalismo, que todavía está muy metido. Y lo tercero es la falta de corresponsabilidad en la Iglesia”.
Para Victor Manuel Fernández es imprescindible “asegurarnos que el pueblo se sienta acogido, que participa, y que pueda ser libre para opinar”, algo que cree que sólo puede darse con Bergoglio. “Tenemos un Papa profeta contracultural”.