El Salvador celebra hoy el octavo aniversario de la beatificación de monseñor Arnulfo Romero cuando aun los altares lloran por su asesinato y el pueblo pide justicia ante la impunidad.
Por: Luis Beatón
Un 23 de mayo de 2015, Monseñor Romero fue beatificado ante una multitud reunida en la Plaza Salvador del Mundo en San Salvador. Luego fue santificado en Roma. Pero pasaron ya más de 43 años y su asesinato continúa cubierto por el manto de impunidad que todavía reina en El Salvador, dijo a Prensa Latina Oscar Pérez, presidente de la Fundación Comunicándonos.
En ese sentido, cuesta entender a un pueblo que se dice y reconoce como cristiano, y que todavía a estas alturas acepte que los asesinos de su único santo se mantengan en la impunidad.
No hay duda, la impunidad de ayer es la impunidad de hoy, remarcó el exseminarista de Romero.
Este día marcó el paso del arzobispo martirizado a beato, el tercer paso en el camino de la canonización. El primero es siervo de Dios, el segundo, venerable, el tercero, beato, y el cuarto, santo.
Hace un año en el séptimo aniversario de la beatificación de San Romero, el Cardenal Rosa Chávez y el postulador de la Causa de canonización, Monseñor Rafael Urrutia, realizaron dos profundas reflexiones sobre este santo, modelo, ejemplo a seguir para todos los católicos, perseguido por defender a los más débiles, explicaron.
Esa predica le costó la vida al quinto Arzobispo de El Salvador. Según la historia, a Romero se le atribuye de la curación inexplicable de una mujer salvadoreña embarazada cuya vida estaba en peligro en el momento del parto, milagro elevado para ser canonizado por el papa Francisco en el Vaticano.
Sin embargo y pese a las demoras, ese proceso terminó mientras los responsables de su muerte viven en la impunidad sin ser juzgados, al igual que los culpables de tantas otras víctimas de la guerra que enfrentó a salvadoreños con salvadoreños y que fue financiada con fondos extranjeros.
No obstante los esfuerzos y los reclamos populares para que se agilice el proceso de investigación sobre el crimen, del que nada se sabe pese a que la causa fue reabierta hace varios meses, los presuntos culpables están “ocultos” o en Estados Unidos o en Guatemala, u en otros lugares, según denuncias.
Monseñor Romero encabeza la lista de las víctimas de la impunidad en este país y es una vergüenza que le hagan santo y todavía aquí no le hagan justicia», aseguró hace meses a BBC Mundo José Lazo, coordinador de Probúsqueda, una ONG que investiga casos de desaparecidos de la Guerra Civil (1980 y 1992).
«El hecho de que todavía no se hayan sentenciado a los responsables de su muerte y que no se esté haciendo prácticamente nada para encausarlos es un símbolo de cómo la justicia no llegó para los que sufrieron en carne propia el conflicto armado», dijo entonces Lazo.
El de Romero, como el crimen contra cuatro comunicadores de Países Bajos, durante la guerra, es testigo mudo de la impunidad que aún persiste en El Salvador, como señaló Pérez.
Un día antes de su asesinato, el prelado, durante una homilía en la Catedral de San Salvador, llamó a los militares a desobedecer las órdenes de reprimir y matar al pueblo, según cronistas de la época un pronunciamiento que fue su sentencia de muerte.
Los presuntos culpables, como el ya fallecido Roberto D´Aubuisson, y los capitanes Alberto Saravia y Eduardo Ávila, así como a Fernando Sagrera y Mario Molina, nunca respondieron ante la justicia.
Mientras, en El Salvador, los altares lloran y el pueblo clama por justicia tanto por Romero como por las miles de víctimas inocentes de aquella guerra. (PL)