Mientras la violencia y la pobreza se citan como las principales razones del éxodo, los expertos afirman que el cambio climático está expulsando a los agricultores de sus tierras.
Frecuentemente se afirma que los miles de migrantes centroamericanos que atraviesan México con el propósito de llegar a Estados Unidos huyen de la violencia de las maras o de la extrema pobreza. Lo cierto es que hay otro factor que no resulta tan evidente: el cambio climático.
La mayoría de los integrantes de estas caravanas de migrantes proceden de Guatemala, Honduras y El Salvador, tres países azotados por la violencia, el crimen organizado y una corrupción estructural. Estos problemas se remontan a los enfrentamientos durante la Guerra Fría.
Los expertos indican que, además de estos factores, en la región el fenómeno del cambio climático se está agudizando y a veces está causando otros problemas, como malas cosechas o pobreza. Alertan de que en las próximas décadas el cambio climático podría empujar a millones de personas a emigrar a Estados Unidos.
«Nos centramos en la violencia de estos países y esto hace que no podamos ver el problema en su totalidad, los migrantes están diciendo que se van de sus países por cuestiones vinculadas con la inseguridad alimenticia», indica Robert Albro, un investigador del Centro de Estudios latinoamericanos y latinos de la American University.
«El principal motivo para migrar es no tener comida. Y esto está muy relacionado con el cambio climático, vemos una inestabilidad climática extrema que está transformando las perspectivas de seguridad alimentaria en la región», puntualiza.
Albro indica que los migrantes no suelen hablar específicamente de «cambio climático» cuando indican los factores que les han empujado a marchar de su país porque se trata de un concepto abstracto y a largo plazo. Sin embargo, los habitantes de la región que dependen de la agricultura a pequeña escala son muy conscientes de que los cambios en el clima pueden estropear sus cosechas y hacer disminuir sus ingresos.
La semana pasada, tres caravanas de migrantes atravesaron la localidad mexicana de Huixtla. La primera hizo una pausa y uno de sus integrantes, Jesús Canan, explicó que solía sembrar maíz y frijoles en una hectárea de tierra cerca de las antiguas ruinas de Copán, en el oeste de Honduras.
Canan pertenece al pueblo indígena maya Ch’Orti. El año pasado, decidió renunciar a sus tierras después de tener malas cosechas en repetidas ocasiones, que en su opinión están causadas por la sequía y el cambio en los patrones climáticos.
«Este año no ha llovido. El año pasado, tampoco», lamentó con resignación. «No conseguí ni un poco de maíz. A pesar de la inversión y los gastos, no tuve ingresos. Ni cosecha».
Desesperado y soñando con una vida mejor en Estados Unidos, Canan decidió partir en octubre y se unió a la caravana de migrantes. Su mujer y sus tres hijos, de 16, 14 y 11 años, se han quedado atrás. De hecho, sus hijos se han visto obligados a dejar los estudios porque Canan no podía asumir este gasto.
«Antes no era así. La situación actual nos obliga a emigrar», explica. «Antes llovía cuando tenía que llover. La cosecha era buena. Ahora, el clima ya no responde a ningún patrón previsible», lamenta.
Stephanie Leutert, experta en migración y seguridad en Centroamérica de la Universidad de Texas, indica que la información recabada por el Servicio de Aduanas y Protección de Fronteras de Estados Unidos muestra que ha aumentado la migración procedente del oeste de Honduras, una de las principales zonas productoras de café.
«El café solía tener un valor»
Muchos de los migrantes son agricultores o trabajadores del sector que deciden irse cuando ya no pueden vivir del cultivo del café. Es el caso de Antonio Lara, un joven de 25 años de la ciudad hondureña de Ocotepeque que se unió a la caravana junto con su esposa y sus dos hijos, de seis años y de 18 meses.
«El café solía tener un valor, pero hace siete años que no se paga a un precio decente», explica. Lara cree que el cambio en los patrones climáticos es una de las causas principales del problema, aunque también cree que la codicia de sus jefes y de los comerciantes de café ha contribuido a empeorar la situación. «No me he ido de mi país porque lo desee. Me he ido por necesidad», puntualiza.(theguardian)