Los guardianes de la ortodoxia que tenían su fe puesta en la idea de que “el Concilio pasa, pero la Curia permanece”, según decía el conservador Cardenal Ottaviani durante el Concilio Vaticano II, que dirigió el Santo Oficio hasta 1968, se enfrentan a una nueva decisión del Papa Francisco.
El hoy Dicasterio de la Doctrina de la fe ha pasado por varias etapas: su fundación en 1542 como Sagrada Congregación de la Romana y Universal Inquisición; su transformación en Sagrada Congregación del Índice (1571), y en 1908 a Sagrada Congregación del Santo Oficio, hasta que 1965 toma el nombre de Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. Su último cambio es en 2022 cuando el Papa Francisco le transforma en Dicasterio para la Doctrina de la Fe.
Se detectan entonces cinco cambios en el nombre, en la estructura y en los propósitos de esta. Los ajustes se explican en buena parte por el contexto histórico social donde el movimiento del protestantismo histórico irrumpe con nuevas interpretaciones del cristianismo, posteriormente serán la modernidad, la masonería y el comunismo las piedras de choque de esta institución, para finalmente ser la libertad religiosa, el pluralismo religioso y el relativismo los escenarios de conflicto para la iglesia católica romana. En todos los casos anteriores a 2022 esta institución fue considerada el garante de la unidad de la fe católica y su defensora usando como método la sanción, la condena y las observaciones a los escritos de teólogos sospechosos de ir contra la ortodoxia .
El documento más fuerte -de la etapa anterior al Papa Francisco- a mi juicio es la Declaración Dominus Iesus, sobre la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia. Con él y a contracorriente del Concilio Vaticano II, Joseph Card. Ratzinger enmarca el diálogo interreligioso en el reconocimiento de que la Iglesia de Jesucristo subsiste en la iglesia católica romana, con ello las demás religiones cristianas pasan a un nivel de subordinación y las otras religiones quedan apenas visibilizadas. Se trata de enfatizar el paradigma inclusivista con claros tintes de preeminencia del exclusivismo. Con ello, el pluralismo y el diálogo interreligioso se sujetan a estos parámetros.
Si ya los cambios plantados en la Constitución Apostólica Praedicate Evangelium (19 de marzo de 2022) implicaban un triple ajuste al exSanto Oficio -que perdía su lugar como primera dependencia de la Curia; por la definición como departamento (dicasterio en latín) perdiendo el carácter de sacralidad; y por asociar su carácter a la evangelización en diálogo con los nuevos interrogantes y no a la defensa de la fe (Praedicate Evangelium 69)- el nombramiento del argentino Víctor Manuel Fernández se considera un resquebrajamiento de la línea conservadora dentro de la Iglesia. El arzobispo Fernández se sitúa en el extremo de personalidades claramente conservadoras como los cardenales Ratzinger, Levada, Müller y Ladaria.
Un análisis más detallado del pensamiento de Mons. Fernández será necesario para precisar su ubicación progresista por la que es señalado. Sin embargo, el nombramiento que hizo el Papa Francisco deja entrever el talante de nuevo Prefecto. La carta -hecha pública contra la tradición de los nombramientos- donde comunica la tarea es explícita respecto a las orientaciones del Dicasterio de la Doctrina de la Fe. Inicia señalando el uso de métodos inmorales para mantener la ortodoxia y el señalamiento coercitivo a los llamados errores doctrinales. Y plantea que la intención es promover el diálogo entre el saber teológico y la vida cotidiana, en función de comprender la fe “frente a las preguntas que plantean el progreso de las ciencias y el desarrollo de la sociedad” . Para ello dos indicaciones son centrales para el nuevo Prefecto: alentar el trabajo de los teólogos y no realizar una teología de escritorio que se pudiera imponer como instrumento de dominación.
A mi juicio es un golpe en la línea de flotación de personajes opuestos a la manera de conducir la Iglesia por el Papa Francisco.