Cuando vamos al mercado, a comprar verduras y otros alimentos, o cuando veo o participo momentos de solidaridad en que se comparten paquetes de alimentos con hermanos en dificultades producidas por la pobreza, siempre recuerdo una anécdota hermosa que me hizo cambiar la percepción que tenemos de los niños y familias pobres y su necesidad o interés por leer.
Por: Melvin Martínez*
Fue hace un buen tiempo, después de una temporada de lluvias fuertes y abundantes en varias zonas del país y en el altiplano central de Honduras, que provocaron inundaciones y muchas familias damnificadas.
Siguatepeque es una ciudad de gente especialmente solidaria y se hizo una gran campaña de solidaridad; el centro de acopio fue el gimnasio del colegio donde entonces trabajaba. Ahí se juntaron los representantes de las organizaciones que coordinaron la recolección de víveres y enseres que podrían ser útiles para los niños y adultos damnificados.
Cuando estaban empacando bolsas de alimentos, llegaron unas jóvenes de la Unión Bíblica de Honduras a poner en práctica una idea genial: Empezaron a poner en cada paquete un pequeño libro. ¡Que iniciativa más maravillosa! Me puse emocionado y fui a ver de qué se trataban los libros. Delmy y su hermana gemela Dolly Ramos con otras voluntarias mandaban, entre los alimentos, ediciones para niños de cuentos clásicos de la literatura universal e historias bíblicas.
Pero lo mejor de la historia fue ver, unos días después en el mismo lugar, a varios niños albergados ahí, con sus caritas sonrientes y muy felices, con los libros en sus manos. Una mamá joven empezó a leer emocionada a su pequeño hijo uno de los cuentos.
Definitivamente los libros deben ser parte de la canasta básica, principalmente para los niños, como una estrategia para fortalecer en ellos la bondad y la búsqueda de caminos de liberación.
*Educador hondureño