¿Y qué hay con nuestros jóvenes?

El de la juventud es un período de grandes expectativas, ilusiones, ¿y porque no?, también sueños.

Por: Luis Arnoldo Colato Hernández*

No son adultos y con dificultad abandonan las conductas infantiles, pues carecen de las experiencias de vida necesarias para ello, y sin embargo aspiran a lograrlo, a alcanzar sus metas, a cumplir con lo que se espera de ellos. No siempre es fácil.

Los educadores para el caso y en el ánimo de reconocer las condiciones sociológicas de las familias de sus educandos, se toman el tiempo para investigar si son parte de familias integradas o no, por el peso que esta información detenta.

Es crucial pues los hogares determinan el baremo que seguirán, así por ejemplo si estos provienen de hogares integrados y funcionales, tendrán sólidas aspiraciones; lo que en cambio es poco probable si sus hogares son disfuncionales y desintegrados. Porque ya sabemos, ahí se acogen los valores que moldearán conductualmente a los jóvenes, por lo que la institución familiar es fundamental incluso para el estado.

Consideremos los descubrimientos que derivan de esa investigación que hacen los educadores, que sin ser de carácter integral arrojan datos sensibles que teóricamente, deberían orientar las políticas de orden social del estado.

Con sus matices, por ejemplo, los educadores han descubierto que entre el 32,5 y el 34,7% de las familias salvadoreñas se encuentran desintegradas por diversas razones, que se derivan con la participación de los jóvenes en actividades por definición, conflictivas con la ley.

Las razones detrás van desde la desintegración por razones económicas, aquellas en la que una o ambas figuras parentales se han marchado del país con el ánimo de proveer a sus respectivos núcleos familiares.

Por otro lado, también las hay porque una o ambas figuras parentales renuncian a esta función, por razones culturales.Esto es porque sencillamente rechazan asumir las responsabilidades derivadas de ser padres o madres, generalmente por razones económicas, dejando de regular sólo a la madre, la tarea de lo parental.

El estado por otro lado, debería conformarse en favorecedor de la institución familiar, a lo que, por otro lado, renuncia.Renuncia porque desde siempre respondió a intereses de clase, y no facilita la generación de empleos, que no es una casualidad, y se corresponde al interés de favorecerse de las remesas.

Entonces y para al menos 2,2 millones de nuestras familias de acuerdo al propio estado salvadoreño, la figura de la familia tradicional y por razones económicas, está pasando a la historia.

El tema lamentablemente y por lo expuesto desnuda algunos motivos por los que nuestros jóvenes se ausentan, pues en un momento clave de sus vidas, sencillamente las figuras paterna y materna, no están.

Sí, crecerán sin sus padres, y sin duda muchos también lo lograrán, pero también y por las inconsistencias en su formación ético moral, sus vidas derivaran con muchos tropiezos, por lo que también es otra causal de violencia social, agravado por la desidia en su atención.

Porque ya sabemos, el futuro es de ellos. ¿Qué hacemos para garantizarlo?

*Educador salvadoreño

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