Polarizando sociedades

In memoriam | Diego Josué Mejía
Ese niño salvadoreño de 15 años que no debió de haberse suicidado por carecer de diez dólares. En su escuela los profesores le exigieron pagar los alimentos que bukele le quitó a los niños pobres para darle de hartar a sus 160 amigos, todos ellos procaces multimillonarios, dueños de 27 mil millones de dólares que presumen frente al hambre de los miserables.


Por: Toño Nerio


«Una noche el respeto / bajó y te puso bella corona / Respeto de mortales / que muerto al fin te hizo persona / Pobre del que pensó / pobre de toda aquella gente / que el día más importante de tu existencia / fue el de tu muerte.” (Silvio nuestro de cada día)

En El Salvador las escuelas públicas –y la inmensa mayoría de las privadas- desconocen la importancia de la atención psico pedagógica y psico social de la niñez y la adolescencia que día tras día durante años acuden a ellas.

Por otra parte, el trabajo de profesores –“pobresor” me dijeron con sorna una vez- es de los peor remunerados y de los que exigen la mayor vocación de servicio, entrega absoluta y responsabilidad. Cuando uno ama el magisterio, es un apostolado.

Maestras y maestros trabajan en la escuela y continúan haciéndolo en sus casas porque la planeación de cada clase y la elaboración del material didáctico, la preparación de exámenes y la calificación de los tests de cada alumno, la revisión del orden y limpieza de los cuadernos y la calificación de las tareas, no pueden hacerse en los escasos minutos de clases ni en los recreos, porque a cada docente le toca cuidar zonas para que el alumnado observe la conducta debida, mediar en los conflictos y para tratar de prevenir los accidentes.

Adicionalmente, la sobre saturación y la política de pase automático -aunque haya estudiantes que deberían repetir el año o por lo menos las materias en las que su desempeño es insuficiente, de modo evidente-, son elementos que le hacen mucho más difícil la labor al magisterio, por aulas hacinadas de alumnos con deficiencias.

Todo ello hace que para la inmensa mayoría del personal docente sea prácticamente imposible darle una atención cercana, personal, a cada una de esas jóvenes personas que están en sus manos y que, para acabarla, se encuentran en las edades más críticas de su desarrollo.

Pero, además, el sistema de educación pública de El Salvador atiende prácticamente en su totalidad a una población que proviene de hogares pobres a secas. Hogares con todo tipo de carencias, desde las de naturaleza estrictamente material, hasta carencias menos evidentes, como el analfabetismo funcional de los integrantes del grupo familiar, o de tipo afectivo dentro de la familia y hasta problemas de violencia, promiscuidad y abuso, así como viviendas carentes de servicios y con reducidos espacios, insuficientes y hacinados, sin lugar para la intimidad y el recogimiento personal.

Hasta antes de la llegada de bukele, los gobiernos –unos más y otros menos- tenían a la educación, al igual que la salud, como un área cuya atención valía la pena. Por ello se realizaron fuertes inversiones, tanto con recursos propios, como con los recursos de agencias de cooperación de países desarrollados y organismos multilaterales.

La mayor inversión, a la que por treinta años todos los gobiernos le apostaron, fue en infraestructuras educativas: escuelas, institutos, instalación de laboratorios y de centros de cómputo, espacios deportivos, etc. Y no solo en educación básica y media. También hubo fuertes inversiones para la ampliación de infraestructuras de la Universidad de El Salvador (UES). Es que los ladrillos son los preferidos porque son cosas que se miran.

Obviamente, la creación de nuevas infraestructuras tenía el propósito de ampliar la cobertura educativa a nivel nacional y, naturalmente, suponía la necesidad de ampliar al mismo tiempo la plantilla de personal docente, el mobiliario y el equipo.

Hasta el final del conflicto armado, el sistema educativo tenía capacidad para absorber un 63% de la población infanto-juvenil. El 37% restante estaba desescolarizada.

Desde 1990, cuando ya se avizoraba el fin de la guerra, comenzaron a concebirse los planes para dar un salto cuantitativo y, sobre todo, cualitativo, en la Educación.

Con el apoyo inicial del Banco Mundial (BM), seguido del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y, posteriormente, gracias a las múltiples donaciones de muchas agencias gubernamentales de cooperación para el desarrollo internacional (USAID, JICA, AECID, etc.), la matrícula para educación alcanzó una meta cercana al cien por ciento de cobertura, al menos en la educación primaria.

Durante los gobiernos de la derecha neoliberal, que habían impulsado el ajuste estructural y el adelgazamiento del Estado, la responsabilidad de la administración escolar se trasladó a las directivas de padres y madres de familia, a las que el ministerio les hacía los desembolsos para salarios del personal docente, el mantenimiento de los edificios, el pago de los servicios y la compra de materiales.

Educación con Participación de la Comunidad (EDUCO) fue el nombre del programa educativo estrella del gobierno derechista, bajo la conducción estratégica del partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) con el que se lograron superar los mayores rezagos históricos en materia de cobertura escolar, que eran los del área rural.

La forma de organización comunitaria fue denominada Asociaciones Comunitarias para la Educación (ACE’s).

No todo fue miel sobre hojuelas, por supuesto. A veces por falta de coordinación entre las ACE’s y la Dirección Departamental de Educación o bien por problemas organizativos dentro de las comunidades y, con mucha mayor frecuencia, por vicios de corrupción, tanto de los funcionarios como de los liderazgos comunitarios, los planes en algunas comunidades se veían afectados y las metas no eran alcanzadas. Pero, en general, las cosas sí marchaban bien y la matrícula escolar a nivel nacional tuvo resultados óptimos, nunca vistos en toda la historia del país.

Pero los logros no fueron solo en el campo de la cobertura escolar y del aprendizaje.

Al parejo de la ampliación de la cobertura educativa hubo grandes avances en la reducción de las Infecciones Respiratorias Agudas (IRA’s) y Enfermedades Diarreicas Agudas (EDA’s), gracias a que el personal médico podía acudir a los centros educativos para vacunar, controlar talla y peso, revisar la higiene de uñas, cabello y dental etc. De un atarrayazo atendían la niñez de muchas comunidades a la vez.
Además, se construyeron cocina-bodegas en cada escuela para que los familiares, de manera organizada, prepararan los desayunos y almuerzos escolares, repartieran cada mañana el vaso de leche y, después de las comidas, vigilaran que el alumnado de todas las aulas recogieran sus vasos y cepillos dentales para pasar frente a su docente a que les pusiera un poco de pasta y fueran a lavarse.

En muchas instituciones educativas urbanas y rurales se dieron capacitaciones para que el alumnado y sus familiares hicieran cultivos escolares para cosechar sus hortalizas en los espacios apropiados –y hasta gallineros, para producir huevos-, y en las escuelas que no tenían donde plantar los huertos o poner gallineros gestionaban con los gobiernos edilicios la dotación de parcelas municipales para esas actividades.

La participación ciudadana fue reforzada por la cooperación de innumerables asociaciones civiles y organizaciones no gubernamentales, y la dotación de los recursos financieros obtenidos por el Ministerio de Educación de manera exclusiva para esos fines y, fundamentalmente, gracias a las donaciones periódicas hechas por el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Cuando los gobiernos de la derecha dejaron su lugar a los del partido de la izquierda, todas esas acciones en favor de la educación y la salud no solo se mantuvieron sino que se reforzaron con nuevos programas y mayores financiamientos por parte del poder ejecutivo.

Treinta años sucesivos de atención a la niñez y la adolescencia dieron sus frutos en el abatimiento de las enfermedades asociadas a la pobreza. La talla y el peso mejoraron de modo significativo, se redujo la desnutrición infantil y no solo de los ya nacidos sino desde los nonatos, porque la atención a la salud sexual y reproductiva y el cuidado de la mujer embarazada fueron programas priorizados por el Ministerio de Salud.

Y si tener comida en la escuela era en sí mismo un atractivo y un incentivo para que las familias matricularan a sus criaturas en el sistema educativo, la dotación de uniformes y calzado, y la entrega gratuita de útiles escolares a cada estudiante, acabaron los pretextos que hacían decir a las familias pobres que el estudio era muy caro y que era mejor que las criaturas aprendieran a trabajar desde que ya pudieran caminar.

Pero llegó bukele y eliminó todos esos estímulos.

Hoy en todas las escuelas del sistema público de educación desde el inicio del año lectivo están calendarizadas las fechas en las que cada familia tiene la obligación de pagar una cuota por cada hijo o hija para comprar la comida que va a consumirse por la población escolar. Simplemente le mandan un mensajito de texto a cada familia avisando la fecha que van a estar recogiendo el dinero… Igual que antes hacían las pandillas cuando avisaban a la gente el día que iban a pasar recogiendo “la renta”.

Esta semana, en algo horrísono, el Ministerio de Educación giró instrucciones para que en cada aula sean “fichados” los alumnos “antisociales”. Los profesores van a convertirse en auxiliares de la policía bukelista. Con toda seguridad, ante el miedo de ser considerados cómplices de adolescentes inquietos, que por su propia naturaleza son rebeldes y respondones, esos docentes van a hacer listas falsas. Y, luego, en cascada, también para no ser incluidos en esas listas van a nacer espontáneamente alumnos y alumnas colaboracionistas que van a denunciar a sus propios compañeritos.

Últimamente se ha conocido de una inusitada cantidad de suicidios de adolescentes en todo El Salvador. También muchos de adultos pero llaman la atención los de niños.

Uno de esos niños fue Diego Josué Mejía. En la escuela su maestro le dijo que el día siguiente tenía que entregar los diez dólares para comprar la comida que van a darle al alumnado. Diego le pidió el dinero a su padre y este le contestó que no tenía para comprar la comida de la casa ese mismo día. Diego se retiró para escribir una carta en la que pedía perdón por darles ese sufrimiento de verlo muerto y acto seguido se quitó su triste vida cuando apenas comenzaba. “No puedo soportar vivir en esta pobreza”, fueron sus últimas palabras. Así, bukele está “combatiendo” la pobreza –matando pobres- y dividiendo a la sociedad, creando “enemigos internos” donde nunca los hubo.

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