Matar: el costo psicológico de aprender a matar en la guerra y la sociedad

Las Fuerzas Armadas existen para la guerra. La historia de la guerra es la historia de mecanismos, cada vez más efectivos, para capacitar y condicionar a los hombres a superar sus resistencias a matar a sus semejantes.


Por: José Guillermo Mártir Hidalgo*


El éxito de las Fuerzas Armadas es el desarrollo de reflejos, a través de un condicionamiento casi pavloviano, de miles de horas de irrupción repetitiva, junto al incentivo de violencia física, como castigo por no actuar correctamente, consiguen que el soldado actúe bajo la autoridad militar. En la Segunda Guerra Mundial, el entrenamiento era en un campo de tiro cubierto de hierba, en el que el soldado disparaba a un blanco. Actualmente, el entrenamiento moderno es un simulador de las condiciones de combate que proporciona una retroalimentación casi inmediata, cuando el objetivo es alcanzado.

El Teniente Coronel retirado del Ejército de los Estados Unidos, David Allen Grossman, escribió el libro “Matar: El costo psicológico de aprender a matar en la guerra y la sociedad”. En dicha obra, Grossman intenta un estudio científico del acto de matar dentro de la forma occidental de interpretar la guerra. Señala que el primer paso en el estudio de la matanza es comprender la resistencia del ser humano promedio a matar a su prójimo.

El General de Brigada de la Segunda Guerra Mundial, Samuel Lyman Altwood Marshall, advierte que se creía que el soldado promedio mataría en combate, porque su país y sus líderes le dijeron que lo hiciera para defender su propia vida y la vida de sus amigos. Cuando llegó el momento, los soldados no hicieron eso. Marshall repara que solo un quince o un veinte por ciento de los fusileros estadounidenses dispararon al enemigo.

Grossman informa que un organismo en peligro luchará o huirá. Si elige mantenerse firme, atravesará una serie de posturas para intimidar. Si el postureo no logra disuadir al enemigo sus opciones son lucha, huida o sumisión. Cuando un hombre es asustado, deja de pensar con su cerebro anterior y comienza a pensar con el mesencéfalo. Intenta intimidar al enemigo a través de medios no violentos. Disparar un rifle solo por disparar, es adoptar una postura. El entrenamiento o acondicionamiento, pueden superar la inclinación al postureo.

El Factor Centurión establece la necesidad de identificar al soldado con el mando oficial, para asegurar la voluntad de lucha. Hay relación entre el asesino potencial y la autoridad que influye en la decisión de matar. Igualmente, el soldado debe vincularse a su grupo, ya que hay una gran responsabilidad ante los camaradas en el campo de batalla. El individuo no es asesino, pero el grupo sí. Hay influencia de los grupos en la matanza.

Mecanismos que permiten deshumanizar a la víctima son la distancia cultural, moral, social y mecánica. Los métodos utilizados para un aumento en la matanza son la desensibilización, el condicionamiento clásico y operante, así como técnicas para lidiar con experiencias traumáticas. Es mucho más fácil matar, si la máquina de propaganda puede convencer a los soldados que, sus oponentes, no son humanos. El odio facilita matar y puede perdurar a lo largo de décadas o siglos.

Grossman advierte de una epidemia de violencia en la sociedad estadounidense. Factores para ello son las pandillas, la disponibilidad de armas, la pobreza y el racismo. Destaca sobre todo a los medios de comunicación que condicionan y enseñan la violencia. Y los videojuegos violentos, que preparan para disparar a humanos.

La homicidología, el arte de matar a seres humanos por las Fuerzas Armadas y agencias de seguridad del Estado, puede ser instrumentalizada por regímenes autoritarios de poder, lo cual es una deformación de la política y la democracia, sobre todo cuando se dirige contra los opositores políticos y la gente común.

*Psicólogo salvadoreño

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