Erich Seligmann Fromm, psicoanalista germano estadounidense de origen judío, publica “Anatomía de la destructividad humana” en mil novecientos setenta y tres.
Por: José Guillermo Mártir Hidalgo*
E l autor indica que la violencia y la destructividad, son cada vez mayores en todo el mundo. Esto ha llamado la atención a expertos y público en general, sobre su naturaleza y sus orígenes.
El termino agresión, asevera, se utiliza de forma ambigua. Por eso, desglosa el fenómeno de la siguiente manera: actos constructivos, actos destinados a proteger y actos empeñados en la destrucción misma. Precisamente esos dos últimos son el tema de estudio de la presente obra. Fromm revela que la agresión benigna, es una agresión defensiva y biológicamente adaptativa. Mientras que la agresión maligna, referida a la crueldad y a la destructividad, es biológicamente contra adaptativa.
Fromm reconoce los experimentos psicológicos, como el experimento de Stanley Milgram, que es un estudio conductual de la obediencia. Y el experimento de la prisión de Stanford de Philip Zimbardo, que recrea una situación carcelaria, con roles de “guardias” y “prisioneros”. En general, crítica estos experimentos psicológicos, porque pasan por alto señales sutiles que, pueden indicar motivos detrás del comportamiento. Sostiene que, la configuración “in vitro” de muchos experimentos, tienen un efecto distorsionador.
Fromm explora la tesis del instinto y la pulsión e intenta demostrar que, los seres humanos, no tenemos un “instinto agresivo” innato. La agresión benigna, es una respuesta “a cualquier amenaza a la vida”. Es biológicamente adaptativa, incluye el ataque y la huida. La agresión intraespecífica, en la mayoría de mamíferos, se da sin intención asesina y sin sed de sangre. La agresión interespecífica, en los animales, suele ocurrir en defensa propia, cuando es imposible escapar. Pero, en cautiverio, los animales se comportan diferente que en su hábitat natural. Fromm transfiere estos hallazgos a las personas. Cómo muestra, una alta densidad de población per se, no es responsable de la agresión, más bien, las condiciones sociales, psicológicas, culturales y económicas que la acompañan.
En los humanos, la determinación instintiva ya no es tan fuerte como en los animales. Los humanos se separan de los primates, cuando los instintos alcanzaron un mínimo y el crecimiento del cerebro alcanzo un máximo. Fromm asevera que, en los cazadores y recolectores primitivos eran comunes la generosidad, la falta de un “orden jerárquico” y el compartir. El “arte de la guerra” se desarrolla tarde en la evolución humana. A medida que aumenta la civilización, aumenta la tendencia de ir a la guerra. El autor clasifica a la tribus primitivas en función de su carácter social: el sistema A eran sociedades que afirmaban la vida como, por ejemplo, los indios pueblos Zuñi. El sistema B eran sociedades destructivas y agresivas, por ejemplo, los esquimales de Groenlandia Oriental (tunumiit). Y el sistema C, eran sociedades destructivas, por ejemplo, los aztecas. La destructividad es ingrediente de un síndrome del carácter.
En la primera guerra mundial, había objetivos económicos y de poder político. Fromm rechaza que el instinto de agresión, fuera la causa de esa guerra. Aunque hay ciertos aspectos que hacen atractiva la guerra en amplios sectores de la población como la reverencia a la autoridad, el escape al aburrimiento y ciertas formas de solidaridad. El hombre es el único ser que su propia existencia es un problema. Todas las personas tienen en común, ciertas necesidades psicológicas existenciales, que satisfacen de diferente manera. Las necesidades psicológicas existenciales fuentes de apasionamientos son: necesidad de relacionarse, necesidad de trascendencia, necesidad de tener raíces, necesidad de identidad y necesidad de estructuración.
Los impulsos destructivos latentes son movilizados, por acontecimientos traumáticos repentinos que conducen a estallidos espontáneos de destructividad. Tales como la destructividad vengativa, la destructividad extática y el culto a la destructividad. En cambio, el carácter destructivo, es fuente de energía que fluye constantemente. Las dos formas de carácter destructivo manifiesto son el sadismo no sexual o crueldad, que se caracteriza por el deseo de infligir dolor físico o psicológico a una persona. La esencia del sadismo, es decir, su pasión, es el dominio absoluto sobre los demás. La necrofilia es, realizar actos sexuales con cadáveres o desmembrarlos, pero, el termino se transfiere a una estructura de carácter: la destructividad. La necrofilia es la atracción hacia todo lo corrompido, lo muerto, lo enfermizo y pútrido, el transformar lo que está vivo por algo que no lo está, el destruir y la atracción por todo lo que es mecánico. Las tendencias biófilas y necrófilas, son medibles y están correlacionadas con actitudes políticas y sociales. La necrofilia en los tiempos moderno, está ligada a la idolatría de la tecnología. Donde el humano mono cerebral es el nuevo tipo de personaje. Él percibe todo con el intelecto, mientras que los sentimientos y los afectos, estarían sin vida en carne viva.
Fromm intenta explicar la necrofilia con categorías psicoanalíticas: los hombres que no lograron desarrollar una relación emocional y erótica con su madre, se vuelven autistas en casos extremos. Y en casos menos extremos, es la raíz de la necrofilia, la cual puede surgir como vinculo incestuoso con la muerte y con la destrucción. Lo opuesto a la necrofilia es la biófilia que comprende, el amor apasionado por la vida y todos los seres vivo, así como el deseo de promover el crecimiento. Para Fromm, la biófilia es un impulso biológicamente normal, en cambio la necrofilia, un fenómeno psicopatológico. La mayoría de las personas tienen tendencias biófilas como necrófilas. Aunque, predominan en ellas las tendencias biófilas.
Fromm se esfuerza por demostrar que Adolf Hitler, estaba impulsado por un carácter destructivo. Numerosas pruebas afirman que nunca supero su narcisismo infantil. El autor señala una contradicción entre el culto de Hitler a la fuerza de voluntad, cuando él presentaba una verdadera debilidad de voluntad y un pobre sentido de la realidad. El autor concluye que el sadismo y la necrofilia no son innatos. Estos pueden reducirse, si las condiciones socioeconómicas actuales son sustituidas por otras más favorables, al pleno desarrollo de las necesidades y capacidades reales del Hombre.
*Psicólogo salvadoreño