Las causas que anulan la convicción de una lucha política en la defensa de los derechos laborales y las libertades sindicales

A dónde radican las causas para manifestar la convicción de una lucha política por defender los intereses de la clase trabajadora. Su base radica en la cultura arraigada de sumisión, de agachar la cabeza de manera acrítica y dócil, al dominio de quien tenga el poder; en la familia es el papá quien, en lugar de entablar un diálogo en el hogar con la compañera de apoyo en la formación y desarrollo familiar, se van estableciendo rangos jerárquicos y en mucho autoritario, por cuanto viene acumulado desde generaciones anteriores.


Por: Róger Hernán Gutiérrez[1]


L as vivencias de muchos hogares son de mucha limitación en conocimiento, en el saber, en el grado de formación profesional para buenos análisis y toma de decisiones, lo que lleva a una escasa cultura para entender la sociedad, cómo se forma, de qué se nutre, por qué existe, no hay apertura a una discusión sana, y se va imponiendo la violencia, la fuerza de la sin razón, apoyado por lo físico en muchos casos, donde el castigo es la salida, antes que el debate informado.

A esa cultura de verse disminuido ante el fuerte, por diferentes razones, se suman aspectos como estatura, complexión, color de la piel, etnia, pelo ensortijado versus el liso; diversidad, que en la escuela da paso al bulling—el hostigamiento desmesurado al indefenso, por el que tiene el control y dominio—el docente es incapaz de actuar de otra manera, pues también viene de un hogar similar. Y continuamos revelando mayores refuerzos a una sociedad sin desarrollo propio, sin una existencia capaz de ser, y se distorsiona hacia querer ser lo que no se es; de acá la influencia muy fuerte de los medios hacia las mentes y corazones de los grupos débiles pero también de los fuertes.

Y todo esto dispone un espacio en la sociedad, donde hay disputa por el poder, quien lo tiene domina, controla, impone y eso se traduce en la sociedad diferenciando a los grupos económicos, militares, políticos que disponen de la sociedad a su antojo—es el dinero quien hace las diferencias ante quienes no lo tienen; el ser se va oprimiendo, se va marginando, excluyendo y dando paso al tener. Lo que se traduce en los términos de ricos y pobres, pero no es suficiente y hay que seguir ejerciendo el poder ante los que no pueden defenderse, lo que se convierte en empobrecimiento constante, en anulación de derechos y deshumanización.

Llegamos al espacio laboral, se reproduce en un ámbito más macro, la situación de desigualdad, de inequidad, en los términos del trabajo, la explotación, la producción de plusvalía para el que tiene, a partir del trabajo realizado y no pagado; para mantener este esquema de sometimiento, se establece un sistema que lo garantice; que sea fácil de reproducir con toda la estructura necesaria para funcionar—se disfraza como negocio, la libertad a emprender lo que sea con tal de que se convierta en mercancía—valor de cambio—siendo necesario que la población llena de cultura sumisa y prepotente vaya intercalándose en el esquema de producción de bienes y servicios.

Y esa opresión y sometimiento en tanto va predominando en toda la esfera de la actividad económica de que se trata, se protege para que no surja nada que pueda echar al traste la “buena marcha” de producirlos con acumulación (ganancia); los niveles se rebalsan, se van destacando personas que ven en la justicia social una alternativa de lucha, se van conquistando derechos que permitan aliviar el grado de dominación, pero es tan fuerte el poder que se va ampliando; y necesita para perpetuarse de apoderarse del Estado, y del gobierno como parte vital para buscar la justicia social, el equilibrio, para evitar la imposición, pero es usado para acallar la protesta, para mermar el estado de libertad de expresión, movilización, participación y de otros elementos consustanciales para ejercer ciudadanía.

Y entonces, la libertad de organización y formación del sindicato, se convierte para el controlador y dominante del funcionamiento del sistema, en un peligro, en una cuestión que no puede tolerarse, en tanto su avance hará que el poder y control de quien lo tiene, se debilite. La enajenación y alienación del trabajo, son formas psico-sociales que van nutriendo la ausencia de conciencia—la producción de actividad concreta sobre lo injusto, sobre la opresión, para plantearse un nivel de entendimiento ante el empresario público y privado, el patrón que usa todo su potencial de recursos para mantener la situación de dominación.

La organización surge, pero aún no es política, es reivindicativa, es incipiente, inmadura por los derechos laborales mínimos, si no se nutre da paso al conformismo, el patrón introduce la cizaña, la traición, la deslealtad, socava la voluntad acumulada y expresada—los líderes sindicales, si aún no lo son del todo, son presa fácil de cantos de sirena que obnubilan la conciencia, las redes sociales van ahogando la conciencia, la comunicación se concentra en el control, en la manipulación, no en el desarrollo crítico de la realidad; y el espíritu de la unidad en la acción; no es suficiente para dar paso al programa de lucha, para entender que el trabajo es un derecho, y llegar a la unidad orgánica para entrar en el proceso de liberación y lucha socio- política.

[1] Sindicalista salvadoreño

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