El ego herido de Nayib Bukele

Para compensarlo, se le agendó una visita a la cárcel La Reforma

Nayib Bukele se ofendió cuando, al revisar la agenda de su visita oficial a la República de Costa Rica, programada para los días 11 y 12 de noviembre, no encontró que la Corte Suprema de Justicia lo recibiría en pleno, con alfombra roja, para escuchar sus discursos sobre cómo se ejerce la ejemplar justicia en El Salvador.

También se ofendió porque los diputados tampoco estuvieron de acuerdo en recibirlo en una sesión donde pudiera explayarse en un discurso sobre la importancia del debate parlamentario ni sobre eso que llaman “frenos y contrapesos” fuera de su país, donde se cumplen sus mandamientos en todos los poderes de la República.

Nayib Bukele, presidente de la República de El Salvador, se sintió ofendido y rehusó ser mínimamente recibido por los presidentes del Poder Judicial, Orlando Aguirre, y del Legislativo, Rodrigo Arias, quienes, para empezar, nunca debieron aceptar siquiera reunirse con él, porque no existe norma internacional que obligue a ningún ser humano a tomarse un “cafecito” con un autócrata tirando a dictador.

Bueno, es la explicación que dio al país, con las siempre cultas palabras, el presidente Rodrigo Chaves Robles, quien acomodó el mensaje aseverando que el “cafecito” solo, sin fuegos artificiales, reverencia y fanfarria, “es absolutamente irrespetuoso; es inaceptable“, y lo elevó a la más suprema afrenta contra el pueblo “de El Salvador”.

¡Vaya zaherimiento a una ciudadanía cuya vida transcurre debido a que los éxitos del presidente más cool del mundo —después de Putin y Trump, pues las encuestas se equivocan— son posibles solo mediante un estado de excepción perpetuo!

Por esa razón, para que Bukele se sienta cómodo y su ego vuelva a su estado normal, en la agenda se le colocó un paseo a la cárcel La Reforma, donde se sienta en su propia casa.

Aunque posiblemente recomiende menos carne o, del todo, ninguna proteína, eliminar cualquier abertura por donde ingrese la luz y penas de por vida, ya que 50 años como máximo es un privilegio.

Ahí tendrá un amplísimo auditorio para sentar cátedra, ya que ninguno podrá rehusar estar presente. ¿Le aplaudirán de la misma manera que en el Teatro Nacional?

Esta columna la escribí el domingo; si hubo cambios democráticos, fue pura casualidad.

Fuente: www.nacion.com

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