El caudillismo es un fenómeno surgido después de los procesos independentistas en AL, nutriéndose de la debilidad institucional de aquellos noveles estados, agravado en la absoluta orfandad de legalidad de esa misma debilidad, empujándolos a esperar del caudillaje, la solución de los problemas que padecen.
Por: Luis Arnoldo Colato Hernández*
Detenta un poder absoluto, granjeando por sumisión, coerción o sometimiento, el control de toda la institucionalidad, comenzando por el poder militar, el cual es instrumentalizado para que a su vez someta cualquier resistencia que encuentre, concentrando así en su persona el absoluto poder del estado.
Claro, ¿verdad? Ahora bien, todo esto ya lo tenemos claro, y no es necesario continuar ahondando en ello, ¿o sí?
Pues sí, porque el caudillo espera quedarse en el cargo siempre, y no dejarlo bajo ninguna circunstancia, lo que supone que busca siempre medios para concentrar más poder en su persona, lo que a su vez debemos traducir en menos institucionalidad y lo que ello conlleva.
Otro mal que debemos considerar conlleva el caudillismo, es el mesianismo, estableciendo alianzas con las tradiciones religiosas que se vierte a expoliar a su favor.
Esto es particularmente peligroso, en sociedades como la nuestra, donde precisamente las históricas carencias han orillado a buena parte de la población a abrazar expresiones extremistas de religiosidad, el pentecostalismo militante, al cual el caudillo se alía y manipula para favorecerse de ello.
Ahora mismo y para el caso, todos hemos apreciado como el ilegal caudillo que nos mal gobierna construye activamente en torno a su persona un culto dirigido a darle soporte de corte religioso, en el ánimo de fortalecer su posición, instrumentalizando a sus seguidores, que como aquellos que asesinaron en su nombre a dos ancianos en el pasado proceso eleccionario, en los contornos de la Cornucopia, lo que está impune aún, y que es un crudo ejemplo de lo que puede suceder de seguirse esa línea.
Y qué decir de la corruptela que se ha establecido en torno al caudillo, no sólo como la idiosincrasia que padecimos siempre, y que éste refería con aquella frase que entusiasmó a muchos, “…el dinero alcanza cuando no se roba…”, y que quedó como otra más que se dice, porque no hay nada mejor que decir.
Podemos para el caso referir los más de 21 mil millardos de dólares prestados en el pasado quinquenio, mucho más de lo contratado por todas las gestiones pasadas, y de lo que la ciudadanía sencillamente no podemos inquirir, porque sí, porque violenta el mamotreto, la leguleyada que se les ocurriera a este desgobierno, y que es el malhadado estado de excepción, con el que se nos niega saber por 7 años donde están los recursos financieros del estado salvadoreño, que pagaremos, y nuestros hijos.
Y sus hijos, y. Bueno, varias generaciones más. En fin, es el caudillismo un mal no solo anacrónico, perdido ya en el tiempo, también supone un estadio de atraso sociocultural que en nada nos favorece como sociedad. Y que sólo augura males a nuestro futuro.