(Por: Elson Concepción Pérez)
La más clara y cruda de las evidencias de la necesidad de salvar y fortalecer un mundo multipolar, la tenemos ante el plan elaborado por Estados Unidos contra la República Bolivariana de Venezuela.
Una confabulación de gobiernos que giran alrededor de un centro hegemónico constituye el ominoso camino que conduciría inexorablemente a la vuelta de un planeta de gobierno unipolar.
Hoy se trata de Venezuela y sobre ella se fabrican los más inverosímiles argumentos, con la colaboración de un poder mediático, nacional y transnacional en manos de grandes monopolios ya convertidos en parte del patrón de sistema que se quiere imponer.
Desde Estados Unidos, como era lógico, se fabricó el guion del show montado. Dinero siempre hubo y esta vez bastante. Algunos personajes de la región, como viles bufones, acompañan a quienes, desde el binomio Casa Blanca-Departamento de Estado se han propuesto acabar con la Revolución Bolivariana y ya se frotan las manos, ambiciosos por los grandes recursos naturales y por el lugar estratégico de ese país sudamericano.
En el circo no podía faltar la más miserable de todas las instituciones: la Organización de Estados Americanos (OEA), y su fabricante de mentiras y chanchullos, Luis Almagro.
Ahora bien, nuestros pueblos, no solo los latinoamericanos y caribeños, sino también europeos y de otras latitudes, deben estar alertas y sacar las debidas conclusiones de lo que ha significado y podría significar, de consumarse los planes norteamericanos contra Venezuela.
En la región, quienes se sumaron al complot golpista deben saber que hoy lo hacen contra un pueblo hermano y un país soberano, pero después pudiera ser contra sus propias naciones. La hegemonía imperial, el mundo unipolar que quieren construir no tiene amigos, más bien mercenarios, y es casi seguro que los traidores de hoy sean llevados también a la guillotina por los amos que lo ordenan desde Washington.
Gobiernos que se venden por un poco de dinero o por no dañar las fabulosas riquezas que tienen sus mandatarios venidos de la oligarquía empresarial, dueños de empresas y grandes medios, entre otros.
En la escenificación antivenezolana de estos días ha habido otros actores allende los mares. Parece un regreso a la época de la colonia y como tal, algunos gobiernos del Viejo Continente se sumaron a la farsa y hasta quisieron superar lo previsto por Washington, y dar un ultimátum a un gobierno democrático elegido con más del 67 % del voto popular, como es el caso de Nicolás Maduro Moros.
Incluso, es doblemente condenable, que una región como la europea, sacudida entre otros fenómenos por la masiva migración de hambrientos africanos o de víctimas de las guerras impuestas por Estados Unidos y con la participación de militares de algunos de esos países, trate de desviar la atención con una injerencia imperdonable en los asuntos internos de un país, a miles de kilómetros de distancia, que ya no es colonia, ha conquistado su verdadera independencia y construye un modelo inclusivo a favor de los más necesitados, además de brindar ayuda solidaria a otros millones de seres humanos en esta región de América Latina y el Caribe.
¡Cuídate Europa de tus propios errores! Reflexionen gobiernos que hoy dan ultimátum a Venezuela. Traten de resolver los problemas de empleo que afectan a millones de sus hijos. Busquen solución racional y solidaria para los miles de africanos –de países que una vez fueron colonias saqueadas por las metrópolis europeas– y que imploran por un plato de comida y una vida digna y segura.
Cuidado Europa con hacerse cómplice, una vez más, de quienes utilizan sus ultimátum para fortalecer el mundo unipolar que se diseña por el gobierno de Estados Unidos.
Es algo más que Venezuela lo que está en juego en el mundo de nuestros días. ¡Hombres, estad alertas!, diría el patriota checoslovaco Julius Fucik, pocas horas antes de ser llevado a la horca por los fascistas alemanes.