Cuba: Garrapatas encubridoras

Germán Veloz Placencia

El cuento sobre el médico de escasa ética profesional que residía en un pueblo rural lo escuché hace mucho tiempo. Los hechos ocurrieron antes de 1959, cuando en Cuba se ejercía la medicina privada.

El personaje asistía a los terratenientes y a los habitantes más pobres del asentamiento. Así pasaron los años y cuando el hijo mayor creció, lo envió a estudiar Medicina con el fin de que heredara la consulta y los pacientes.

Por fin llegó el momento de la graduación del pupilo y la sustitución del padre. En una de sus primeras consultas, el joven galeno atendió a un hombre de campo cuyo macilento rostro y gastada ropa, aun cuando vestía la mejor muda que poseía, demostraban que vivía en agudo estado de precariedad.

El paciente le relató que acudía por una molestia sufrida en un oído durante años, cosa que atendía regularmente el padre del heredero.

Y este, ni corto ni perezoso, hizo una rápida inspección del área afectada y para su sorpresa encontró, sin trabajo alguno, una garrapata bien alimentada y acomodada en el interior del oído del atribulado guajiro.

Retirado el insecto mediante un procedimiento nada complejo, el joven cobró los honorarios correspondientes y se apresuró a marchar a casa para contar al padre lo sucedido.

Después de describir al progenitor los detalles de su actuación, le preguntó cómo era posible que con la experiencia acumulada por aquel, no hubiese podido detectar el origen del padecimiento del paciente. ¿Por qué pasó por alto algo notable a primera vista?, le inquirió.

Entonces el padre lo miró fijamente y sin arrepentimiento alguno le respondió: ¿Y con qué crees que pagué parte de tus estudios de Medicina?
Podrían sobrar los comentarios.

De todos modos es bueno acotar que el viejo doctor era más despreciable que la garrapata, encubridora de irrespeto al juramento de Hipócrates y a los seres humanos.

Lamentablemente, aún quedan en muchas partes del mundo médicos con comportamientos de insecto. Lo escuché una tarde de boca del prestigioso cirujano holguinero Luis Mario Carrasco Feria, quien en Venezuela ayudó a restablecer la salud de una persona timada con igual premeditación que la del caso narrado.

Hace poco tiempo atrás, mientras Luis Mario y otros galenos cubanos cumplían misión médica en un Centro Integral de Salud creado por el Gobierno bolivariano en el estado de Miranda, se presentó, con solicitud de ayuda urgente, un compatriota que había abandonado Cuba muchos años atrás en busca de una vida mejor.

El hombre era portador de estudios que le diagnosticaron cáncer en las vías biliares. Durante dos ocasiones, en clínicas particulares, a un costo superior a los mil dólares, le habían colocado prótesis que remediaban las partes dañadas.

La falta de dinero para una tercera intervención le hizo entonces acudir a la institución de la salud pública venezolana.

La primera consulta con los cubanos fue con un residente de Cirugía, nada menos que el hijo de Luis Mario, Luisito, quien acompañaba al padre en la misión.

El joven médico analizó el caso con sus colegas y entre todos llegaron a la conclusión de que el padecimiento no se correspondía con el diagnóstico inicial.

De ese modo, el paciente fue nuevamente estudiado y se le llevó al salón de cirugías para extraer esta vez, sin costo alguno por parte del afectado, un cálculo que, mostrado en las fotos y video que se conservan aún, medía cuatro centímetros de largo por casi uno de ancho.

Aquel hombre se marchó agradecido. Nunca le preguntaron si simpatizaba con Chávez o la Revolución Cubana. Simplemente, le quitamos la «garrapata», dijo el galeno.

Por cierto, aclaró Luis Mario, jamás indagaron por la filiación política de los centenares de pacientes que atendieron en el centro médico, construido en una zona donde predominan los opositores a la Revolución Bolivariana. «La residencia del opositor Henrique Capriles quedaba a unos pasos», recordó.

El competente especialista aseveró que en Ecuador, en otra de sus misiones, vio otros tres casos muy parecidos, víctimas de personas con títulos de médicos pero con mentalidad de mercaderes sin escrúpulo alguno.

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