En contraste con lo que pasa en buena parte de la región y del mundo donde la política se polariza entre modelos opuestos, los comicios panameños parten de una certeza: gane quien gane, no se esperan cambios relevantes. La ventaja de la continuidad en la gestión y el riesgo del desencanto por la falta de alternativas.
Como casi todos los presidentes panameños, Juan Carlos Varela dejará el poder el 1 de julio con una muy baja popularidad. Por suerte para él, no se expone a sufrir una derrota en los comicios de este domingo, porque la reelección consecutiva está vedada.
El que más padece el rechazo generalizado hacia el mandatario es José Blandón, candidato de su partido, el Panameñista, uno de los más antiguos en la historia del país. Los sondeos de opinión le auguran, en el mejor de los casos, el tercer puesto. No debiera sentirlo como algo personal: desde el retorno de la democracia en 1989, el oficialismo no ganó nunca una elección presidencial.
Laurentino Cortizo, del Partido Revolucionario Democrático (PRD), encabeza las preferencias del electorado con un 44% de intención de voto, según una encuesta de StratMark Consultores. En segundo lugar está Rómulo Roux, de Cambio Democrático (CD), con 27 por ciento. Después vienen Blandón, con 11%, y el independiente Ricardo Lombana, con 10 por ciento.
No obstante, la consultora Doxa Panamá pronostica un empate técnico, con una leve ventaja de Roux, que suma 32% frente a 30% de Cortizo. De acuerdo con esta firma, Lombana está tercero con 15%, y Blandón cuarto, con 8 por ciento.
Lo curioso de las elecciones panameñas es que para la mayoría de los analistas importa muy poco quién resulte ganador. Todos coinciden en que los principales aspirantes no se distinguen ni ideológica ni programáticamente, y en que ninguno impulsaría cambios significativos en el rumbo del país.
Sin diferencias
La figura más determinante de la historia panameña reciente fue el general Omar Torrijos, uno de los líderes del golpe de Estado del 11 de octubre de 1968, que derrocó al gobierno constitucional de Arnulfo Arias Madrid. Tras compartir el poder con sus camaradas de armas por un tiempo, terminó convirtiéndose en el líder supremo del país al año siguiente.
Torrijos instauró un régimen autoritario, en el que no había lugar para expresar disidencias políticas, pero es recordado por haber tomado algunas medidas económicas populares, como el reparto de tierras y un importante plan de obra pública. En un intento de aportar institucionalidad a su gobierno, fundó en 1979 el Partido Revolucionario Democrático (PRD). Su lema era «nacionalista, popular, independiente, policlasista y unitario».
Panamá es uno de los casos más sui generis de América Latina en lo atinente a la irrelevancia de la izquierda y a la dificultad de ubicar a las fuerzas contendientes en el eje izquierda—derecha
Torrijos murió el 31 de julio de 1981 en un accidente aéreo que siempre estuvo rodeado de suspicacias por la sospecha de que pudiera haber sido un atentado. Tras una transición bastante traumática, el general Manuel Noriega tomó el mando en 1983. Su régimen fue bastante más brutal.
«El PRD tenía dos banderas. Por un lado, cumplir en 2000 con el Tratado del Canal de Panamá, que se logró según lo pactado con Estados Unidos. Por otro, consolidar una base social que le diera estabilidad política a la estructura dominante panameña. Este último objetivo no se cumplió: Torrijos fue asesinado en 1981 y el proyecto colapsó. El gobierno militar se reforzó después de la muerte y se enfrentó a Estados Unidos, que lo destruyó con la invasión de 1989. El PRD regresó al poder en 1994, pero el partido que había pretendido ser socialdemócrata evolucionó hacia posiciones neoliberales«, sostuvo Marco A. Gandasegui, profesor de sociología de la Universidad de Panamá, en diálogo con Infobae.
Tras el fin de la dictadura, el PRD llegó a la presidencia en 1994, de la mano de Ernesto Pérez Balladares. Tras un período en la oposición, regresó en 2004 con el triunfo de Martín Torrijos, hijo del caudillo.
Laurentino Cortizo quiere ser el tercer presidente de la formación. Este empresario ganadero de 66 años tiene una larga trayectoria política. Fue legislador nacional entre 1994 y 2004, y ministro de Desarrollo Agropecuario entre 2004 y 2006.
«Rómulo Roux es candidato de Cambio Democrático (CD), fundado en 1998 por el ex presidente Ricardo Martinelli. Es una fuerza política que se autodenomina empresarial», dijo Gandasegui.
Martinelli había prometido renovar la política local y romper con el bipartidismo de «revolucionarios» y «panameñistas», pero su proyecto se ahogó en escándalos de corrupción. El ex presidente fue arrestado en Estados Unidos en junio de 2017 por pedido de la Justicia de Panamá, que lo acusa de haber interceptado ilegalmente comunicaciones electrónicas de opositores, dirigentes sociales, periodistas y empresarios. Un año después fue extraditado y permanece preso desde entonces, a la espera de una sentencia.
Roux, de 54 años, está indeleblemente asociado a Martinelli, más allá de que le sacó el liderazgo del partido en 2018. Fue abogado de empresas e instituciones importantes y ocupó varios cargos en el gobierno de su mentor. Entre 2009 y 2012 fue ministro de Asuntos del Canal y, entre 2012 y 2013, ministro de Relaciones Exteriores.
Existe muy poca diferencia ideológica entre los candidatos y sus programas de gobierno no son muy específicos. Los dos apoyan el modelo económico panameño, basado en la profundización de la plataforma de servicio
«Existen muy pocas diferencias ideológicas entre los dos candidatos y sus programas de gobierno no son muy específicos. Ambos hablan de combatir la corrupción, de mano dura para el crimen, de inversión en educación y ayudas sociales, y de obras de infraestructura. Los dos apoyan el modelo económico panameño, basado en la profundización de la plataforma de servicio y en la zona de tránsito. Quizás la diferencia mayor es que Roux buscaría favorecer a Martinelli en su lucha legal. Sin embargo, Cortizo también podría arreglar con el ex presidente a cambio de apoyo de los diputados del CD en la Asamblea Nacional. La política panameña se mueve a base de clientelismo», dijo a Infobae Orlando J. Pérez, decano adjunto de la Facultad de Artes, Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Millersville de Pensilvania.
Ricardo Lombana es lo que más se parece a una renovación en estas elecciones. Este abogado y periodista de 45 años se hizo conocido por su papel como analista político en medios de comunicación. Entre 2004 y 2007 fue cónsul de Panamá en Washington DC.
«Por primera vez desde 1990 hay tres candidatos independientes creíbles —continuó Pérez—. Uno de ellos es Lombana, que nunca ha ejercido un cargo de elección popular y recibe entre 10% y 12% en las encuestas. Pero es difícil movilizar votos, sobre todo en el interior del país, cuando no tienes infraestructura electoral. Por lo tanto, los independientes, o por libre postulación, como se los denomina oficialmente, pueden recibir el mayor número de votos desde 1994, pero no creo que ninguno pueda ganar».
Un país en piloto automático
«Panamá es uno de los casos más sui generis de América Latina en lo atinente a la irrelevancia de la izquierda y a la dificultad de ubicar a las fuerzas contendientes en el eje izquierda—derecha«, explicó Manuel Alcántara Sáez, catedrático de ciencia política de la Universidad de Salamanca y especialista en América Latina, consultado por Infobae. «El electorado, la demanda, no busca algo diferente porque se trata de una sociedad muy desestructurada, que queda en manos de la oferta, que siempre mueve grandes cantidades de dinero».
La ideología no funciona como factor diferenciador de los partidos porque desde el regreso de la democracia las elites políticas y económicas del país se pusieron de acuerdo en mantener un modelo económico de libre mercado. Algo lógico para un país con poco más de 4 millones de habitantes, que tiene como principal fuente de ingresos lo que se genera en torno al Canal de Panamá. Al conectar el mar Caribe con el Océano Pacífico, es un punto estratégico para el comercio mundial.
Tras muchos años de proyectos fallidos y trabajos inconclusos, el canal se inauguró en 1914. La obra fue financiada por Estados Unidos, que antes había fomentado la independencia del istmo, que era parte de Colombia. A cambio de una renta anual, Panamá le cedió los derechos de explotación y una zona de ocho kilómetros a cada lado, que pasó a ser territorio estadounidense. En 1977, con la firma en Washington DC de los históricos tratados entre Jimmy Carter y Torrijos, se acordó la salida estadounidense del canal y de la zona circundante, que se concretó definitivamente en 1999.
«Los partidos panameños no son ideológicos, son clientelistas. Su contenido programático es mínimo. PRD y CD han colaborado sin ningún problema en la Asamblea Nacional, especialmente en el período 2014 — 2019. Un gobierno de Cortizo no tendría mayor diferencia de uno de Roux. Ambos implementarían el mismo estilo clientelista, ambos fomentarían la corrupción y ambos emplearían subsidios y otras dádivas para ganar adeptos», dijo a Infobae Carlos Guevara Mann, profesor de ciencia política de la Universidad Estatal de Florida en Panamá.
Los partidos panameños no son ideológicos, son clientelistas. Su contenido programático es mínimo. PRD y CD han colaborado sin ningún problema en la Asamblea Nacional
En la medida en que la economía se mueve en piloto automático y no hay proyectos de país alternativos, es esperable que los partidos se conviertan en maquinarias que exclusivamente pelean por los beneficios asociados a los cargos públicos.
Los efectos políticos de ese acuerdo tácito pueden ser peligrosos, pero los económicos no son particularmente negativos. La previsibilidad que genera un mismo modelo sostenido durante tantos años le permite a Panamá crecer ininterrumpidamente desde 1989 y tener hoy un PIB per cápita de 16.630 dólares, el segundo más alto de América Latina, por debajo de Uruguay.
Además, tiene un Índice de Desarrollo Humano de 0,789, sólo superado por Costa Rica (0,794) en Centroamérica, y por Chile, Argentina y Uruguay en el resto de la región. Como contrapartida, es uno de los países más desiguales de América Latina: el 10% más rico gana 28 veces más que el 10% más pobre. Sólo Bolivia, Honduras, Colombia y Brasil son menos equitativos.
«El gobierno potencial de Cortizo, de Roux o de Blandón aplicaría las mismas políticas de desregulación y flexibilización económica, e intentaría privatizar las pocas empresas estatales que aún existen —dijo Gandasegui—. Con el manejo del Canal de Panamá a partir de 2000, la economía panameña experimentó un crecimiento muy alto, pero la prosperidad se distribuyó entre los segmentos más acomodados de la población. Ninguno de los candidatos propuso soluciones a la desigualdad social y económica».
Si bien el sistema político habilitó las postulaciones independientes en un intento de abrirse, sigue siendo demasiado rígido, lo cual compromete seriamente su capacidad de representación. La combinación de ausencia de alternativas políticas con la percepción de que la clase dirigente está totalmente alineada a las elites económicasgenera en gran parte de los panameños un profundo desencanto con la democracia.
«El electorado no confía en los candidatos. Vota por ellos porque son las opciones que privilegia el sistema electoral, absolutamente partidocrático. Vota por ellos, además, a la espera o a cambio de prebendas. Los partidos políticos manejan bien esas estrategias, poseen los recursos necesarios para implementarlas, y no permiten ninguna reforma significativa que los democratice para posibilitar un acceso más amplio a las candidaturas y a los cargos», concluyó Guevara Mann.